La guardia pretoriana de Nicolás Maduro
La dependencia del gobernante venezolano en los militares y los cuerpos represivos crece tras asumir un segundo mandato considerado ilegítimo por la oposición
Nicolás Maduro sacó una mano por la ventanilla del coche, saludó a los seguidores y partió enseguida. Esta vez no hubo un acto de masas, el líder socialista eligió un encuentro con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) en la Academia Militar de Caracas, después de juramentar su segundo Gobierno (2019-2025) en el Tribunal Supremo de Justicia. Fue el jueves, un día de expectativas y máxima tensión en Venezuela por la controvertida investidura.
La tensión va en aumento desde entonces en el país. La Asamblea Nacional, y gran parte de la comunidad internacional, no reconocieron a Maduro, reelegido el 20 de mayo en unos comicios controlados por el chavismo y con la abstención de la oposición. El político asumió un nuevo gobierno de seis años, aplaudido por sus acólitos y cobijado por los militares, mientras Juan Guaidó, el presidente del Parlamento, se asoma con un nuevo líder opositor y pide apoyo de la FANB.
En este polvorín, el general en jefe Vladimir Padrino López, ministro de Defensa, ha reiterado el “irrestricto apoyo y lealtad absoluta” de los soldados al gobernante. La respuesta no ha detenido al jefe del Legislativo, que continuó con su petición de desconocer al régimen y aplicar tres artículos de la Constitución.
Para la abogada Rocío San Miguel, directora de la ONG Control Ciudadano, son ínfimas las posibilidades de una rebelión en los cuarteles. “La fuente de poder o de sustento de Maduro está en la Fuerza Armada Nacional, en ningún otro elemento objetivo ni simbólico en Venezuela… Hay una subrogación de él en la figura del Estado”, explica.
Maduro domina casi todos los poderes en Venezuela, menos el Legislativo, ganado por la oposición en 2015, y tampoco tiene el apoyo de la mayoría de la población que, según varias encuestas, desaprueban su gestión. Ahora, su continuidad en el Palacio de Miraflores dependería de la fuerza ante la crisis de legitimidad.
Su predecesor, el expresidente Hugo Chávez (1999-2013), transformó la FANB. El líder incorporó a excompañeros de armas en su gabinete y actividades políticas, promovió a oficiales leales y degradó a detractores. Muchos de los elegidos están acusados de corrupción o están sancionados en el exterior por violar los derechos humanos.
Después de la muerte del jefe de Estado no solo no cesó el poderío militar, sino que se expandió. Maduro designó a generales activos o retirados como altos cargos, que ocupan un 47% de los ministerios. El mandatario creó empresas gubernamentales administradas por el Ejército para la explotación de la minería. Fue notoria la dotación de armamento, comprado a China y Rusia.
La disidencia
La justicia venezolana dijo que había investigado un posible plan de rebelión militar el año pasado. En diciembre, Maduro acusó a Estados Unidos de ofrecer dinero a sus hombres a cambio de derrocarlo. “Ellos van en serio, aumentaron el dinero para intentar sobornar a los militares venezolanos a casi 120 millones de dólares”, afirmó.
La lealtad de los jerarcas no ha impedido tímidas insurrecciones de oficiales. En 2017, el Gobierno ordenó a los soldados reprimir las protestas antigubernamentales. Ningún alto cargo desertó, solo un grupo de 20 militares se alzó en un cuartel de la céntrica ciudad de Valencia, en agosto. La mayoría cayó en prisión, mientras dos murieron en un presunto enfrentamiento.
La ONG Foro Penal Venezolano había registrado 72 militares presos por motivos políticos hasta ahora. Hace unos días, un informe de Human Rights Watch reveló que agentes de inteligencia sometieron a varios de los detenidos a abusos físicos y psicológicos. “Los abusos sufridos incluyen golpizas brutales, intentos de asfixia con bolsas de plástico, cortaduras con hojillas en las plantas de los pies, descargas eléctricas, privación de comida y acceso al baño, y amenazas de muerte”, acotó.
A excepción del alto mando, los soldados están arropados por la crisis socioeconómica. Una orden administrativa de la FANB, filtrada a la prensa, indica que 4.309 efectivos de la Guardia Nacional desertaron entre 2014 y 2017. La cifra puede ser mayor porque no incluye a otros componentes como el Ejército, la Aviación y la Armada, tampoco cuenta los desincorporados en 2018. San Miguel, experta en el sector castrense, confirma la veracidad del documento. “No se puede ocultar que hay militares cruzando fronteras del país, caminando para huir de la crisis humanitaria en Venezuela. Ellos también sufren los mismos problemas”, asegura.
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