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EN CONCRETO
Columna
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El decir y sus efectos

El problema con las conferencias matutinas de López Obrador es la obligación contraída de anunciar a diario cursos de acción nuevos y distintos

El presidente López Obrador, durante una conferencia matutina.
El presidente López Obrador, durante una conferencia matutina.alfredo estrella (getty images)
José Ramón Cossío Díaz

Todas las mañanas el presidente López Obrador habla a los medios en Palacio Nacional. Su propósito es claro. Quiere comunicar al pueblo lo que ha logrado y lo que quiere alcanzar en la autodenominada Cuarta Transformación. Tratando de romper antiguas rigideces o modernos telepromters, el Presidente expone las ideas de cada día. Detrás de él, física y simbólicamente, coloca a los titulares de ciertas dependencias, no se sabe si para que reciban órdenes o muestren su acuerdo con lo decidido.

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Las audiencias matutinas se han analizado con diversos enfoques. Atendiendo al fondo, se ha aludido a los intentos de López Obrador de personificar todo o mucho del poder estatal o, al menos, del gubernamental. En cuanto a la forma, se ha señalado sus modos de descalificar a quienes cuestionan sus propuestas. Sobre los contenidos, se ha mencionado la superficialidad de algunas ideas o la falta de conexión con otras propuestas. De lo que menos se ha hablado es del efecto que los constantes apareceres tienen sobre la realidad. Específicamente, sobre la Administración Pública a cargo del propio Presidente y, en consecuencia, sobre el modo de vida de los habitantes del territorio nacional.

López Obrador dijo que todos los días anunciaría algo nuevo en su deseo de mantener al pueblo informado. En la elección tomada hay una particularidad. Bajo sus propias premisas, al comparecer no dará cuenta de resultados, sino de acciones a emprender. El elemento central de sus conferencias no es exponer lo hecho o lo que esté haciéndose, sino lo que va a hacerse. Con ello no hay una acción propiamente informativa, sino más bien performativa. El acto de comunicar pretende que el mundo se realice en un sentido distinto al que venía dándose. Los actos performativos, hay que decirlo, no conllevan un problema en sí mismos. Son las formas ordinarias de creación de la acción política. Lo que resulta novedoso y peculiar es el compromiso de enunciar a diario una acción encaminada a modificar una parte de la realidad.

En las teorías de la comunicación se asume que debe informarse cuando haya algo que lo merezca; en las de la acción pública, hacer los anuncios al contarse con los elementos definitorios, conceptuales y operativos. El problema con las conferencias matutinas es la obligación contraída de anunciar a diario cursos de acción nuevos y distintos. Más allá de si las ideas son buenas, están bien concebidas o se avienen a la realidad, es en sí mismo preocupante saber que se tiene que cumplir a diario con una tarea de esa dimensión, sobre todo cuando es autoimpuesta. No porque no pueda hacerse en términos mediáticos, ni porque no sea conveniente mediáticamente. Lo relevante es destacar lo que verdaderamente implica cada anuncio-acción en particular y todas ellas como conjunto.

Si, en números gruesos, López Obrador va a aparecer en sus conferencias 5 días a la semana, asistiremos a 260 conferencias al año. Si, a su vez y como él lo dijo, en cada una de ellas va a anunciar al menos una acción de gobierno, al final del año su cuerpo administrativo habrá recibido un muy amplio número de instrucciones que deberán formalizar normativa, operativa y presupuestalmente. No creo prudente sostener que los anuncios mañaneros son comunicaciones sin pretensión de realización, ni aceptar que más allá de lo que el Presidente diga, su Administración terminará haciendo lo que a ella le parezca mejor. Por ello, importa mucho seguir lo que en esos o en otros espacios se diga, hacer memoria de las acumulaciones e identificar posibilidades y costos.

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Como el Presiente ha elegido fijar su acción política en matutinas conferencias de prensa, la cosa pública se está constituyendo en mucho con los materiales que ahí se están generando. La leal oposición al Presidente pasa por dialogar con él a partir de los planteamientos que a diario nos explica. La ciudadanía que él mismo animó a despertar, tiene que entender la importancia del espacio y, desde luego, de lo que en ellos se está queriendo crear. ¿Qué mejor sociedad democrática que aquella que atiende y se posiciona frente a lo que plantean sus representantes políticos? Si el movimiento y hoy gobierno del presidente López Obrador logra el despertar cívico-crítico de la población a partir de sus propios decires y actuares, será mucho lo que su existencia nos legará.

@JRCossio

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