El malestar conservador con Trudeau también viste chalecos amarillos
Las protestas en Canadá replican la estética francesa, pero sus motivaciones son diferentes: reclaman más apoyo para el sector petrolero y más controles migratorios
Por tercer fin de semana consecutivo, grupos de manifestantes se han dejado escuchar este sábado y domingo en varios centros urbanos de Canadá. Llevaban chalecos amarillos, símbolo del movimiento que ha sacudido la política francesa, pero sus reivindicaciones son distintas: mientras los chalecos amarillos franceses se han movilizado para criticar la subida en los precios de los carburantes y el deterioro del poder adquisitivo, en Canadá los manifestantes lo hacen en contra del Gobierno de Justin Trudeau (centro-liberal) que, dicen, da la espalda a la industria petrolífera, impone un plan para gravar las emisiones de carbono y muestra -a su entender- demasiada apertura a la inmigración. “Trudeau traidor” y “Canadá primero” son dos de las frases más leídas en pancartas y redes sociales.
Las manifestaciones han tenido lugar principalmente en el oeste del país norteamericano, en las provincias de Alberta, Manitoba y Saskatchewan. Han congregado a cientos de personas, pero no a miles, como en el caso de Francia. “Queremos que Trudeau nos diga por qué no ha apoyado a la industria del petróleo”, dijo a CTV Craig Chandler, uno de los manifestantes en Calgary (Alberta), el sábado pasado. La extracción de hidrocarburos –concentrada sobre todo en el oeste- atraviesa momentos complicados. El precio del barril canadiense es bajo y las empresas tienen dificultades para transportar este recurso. El Gobierno de Alberta calcula que se dejan de ingresar cada día 80 millones de dólares canadienses (unos 52 millones de euros). En junio, Trudeau anunció la nacionalización del oleoducto Trans Mountain, en una operación de 2.400 millones de dólares. Sin embargo, la ampliación de este proyecto para enviar millones de barriles adicionales a la Columbia Británica se encuentra paralizada después de que un juez federal decretase que los grupos indígenas no fueron suficientemente consultados. Asimismo, el Gobierno canadiense anunció la semana pasada un plan de ayuda al sector petrolífero por 1.600 millones de dólares.
Thomas Collombat, profesor de ciencia política en la Universidad de Quebec en Outaouais, cree, en conversación con EL PAÍS, que “los reclamos a Trudeau en el oeste no son nuevos”. “Las protestas recientes reflejan viejas fricciones. Esto data de Trudeau padre, a raíz de la puesta en marcha del Programa Nacional de Energía. Hay un rencor: sus habitantes piensan que no reciben un trato justo por su contribución a la economía nacional”, explica. Collombat precisa que el primer ministro fue criticado con dureza en otras partes del país por su política petrolera, pero por motivos opuestos: “Se piensa que ha dado un gran apoyo a esta industria”.
Los chalecos amarillos canadienses expresan también su oposición al plan de impuestos al carbono establecido por Trudeau para las provincias que no cuenten con un programa propio el próximo año. Los manifestantes lo consideran una intromisión federal y un freno al desarrollo económico. Si bien las protestas más numerosas se han producido las regiones del oeste de Canadá, decenas de personas se han manifestado también en ciudades como Toronto y Ottawa (Ontario), Halifax (Nueva Escocia) y Moncton (Nuevo Brunswick). Will Leeman, de 41 años y propietario de una empresa de contenidos digitales, es uno de los chalecos amarillos de Nueva Escocia: "Hay que cambiar este sistema. Por ejemplo, exigir que se rindan cuentas y someter los asuntos a referéndum", dice por teléfono. "Muchos canadienses han sido abandonados. Han pagado impuestos; sus padres y abuelos han construido este país".
En la red social Facebook los lemas no difieren de los de las calles. “Protestamos por el impuesto al carbono y por la traición de los políticos a nuestro país, ya que han tenido la audacia de vender la soberanía nacional a la ONU y a sus políticas tiránicas”, se lee en uno de los grupos creados en la primera semana de diciembre y que ya cuenta con más de 92.000 miembros. Los manifestantes se refieren al Pacto Mundial para la Migración de Marrakech, suscrito, entre otras muchas naciones, por Canadá. El acuerdo, sin vinculación legal, no implicará cambios en las políticas migratorias del país norteamericano, pero ha prendido la llama del odio entre los contrarios a la migración. En respuesta, distintos colectivos han organizado manifestaciones contra los chalecos amarillos por este tema, ya que consideran que su visión está alimentada por la xenofobia.
El sábado, la policía de Edmonton tuvo que intervenir para disolver un enfrentamiento entre los grupos antagónicos y una semana antes dos personas fueron detenidas en la misma ciudad por un incidente similar. Un choque que también se produjo en la capital, Ottawa, el pasado día 8, y que se saldó con nueve detenciones. En entrevista con la cadena de televisión TVA el pasado lunes, Trudeau respondió brevemente sobre los chalecos amarillos: dijo que los políticos conservadores confunden a algunas personas con discursos que relativizan la protección medioambiental y promueven actitudes negativas hacia los inmigrantes. “Es peligroso cuando se recurre a las emociones y no a los hechos. No son las opiniones de la mayoría de los canadienses”, zanjó el primer ministro.
“Dicen que el acuerdo no es vinculante, pero eso da entrada a que el Gobierno cambie las leyes migratorias más adelante. Están sacrificando nuestra soberanía a pesar de las voces en contra. ¿Para qué van a traer a más gente? Es mejor que el Gobierno apoye a los países en dificultades en vez de abrir más las puertas”, se queja Will Leeman.
Para Thomas Collombat, de la Universidad de Quebec en Outaouias, aún es temprano para saber si los chalecos amarillos podrían convertirse en un movimiento de peso en Canadá. No obstante, subraya algunas condiciones que invitan a pensar que difícilmente llegará a tanto. “Hay críticas a Trudeau, pero desde posiciones contrarias. Sería muy improbable que los señalamientos se alinearan”, dice. De igual forma, Collombat precisa que hay diferencias de envergadura entre Francia y Canadá. “Hay que evitar los estereotipos. Se piensa que los franceses salen a protestar a las calles cada día y que los canadienses jamás lo hacen. Canadá tiene también una tradición de movilizaciones, aunque menor que la de Francia. Los franceses tienen un Estado central muy fuerte y saben contra quién protestar. El federalismo canadiense provoca algo distinto: las provincias tienen mucho margen de maniobra”, comenta. Mientras tanto, los chalecos amarillos canadienses ya promocionan la próxima jornada de protestas. Será el próximo sábado.
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