‘The Game’, una historia de espías durante “la guerra fría”
Hablamos de una historia que posee la calidad suficiente para que el espectador anhele que se alargue el final. La reposición de series de hace años permite comprobar la vigencia que conlleva el talento

Cabe preguntarse si una serie de 2014 es ya un producto prehistórico pues, como cantaba don Hilarión en La verbena de la Paloma, si “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, algo similar pasa con la producción de las series y largometrajes de ficción de las que, según el Observatorio Europeo del Audiovisual, en Europa se produjeron en 2023 unos 1.200 títulos, otra barbaridad. La reposición de series de hace años permite comprobar la vigencia que conlleva el talento, como es el caso de The Game, una miniserie de 6 capítulos producida por la BBC (en el catálogo de Prime Video) y con guion de Sarah Dollard, Debbie O´Malley y Toby Whithouse.
Hablamos de una serie de espías y, quizá, la primera aclaración es la de que no alcanza la sutileza de las historias de John le Carré pero posee la calidad suficiente para que el espectador anhele que se alargue el final. Un final, como dirían los expertos “abierto”, es decir, que deja a quien la contemple con la incertidumbre propia del que desconoce cómo continuará la compleja relación de sus protagonistas. Y como en toda serie de espías que se precie, en The Game nada es lo que parece. En cada capítulo se muestra a un posible traidor del MI5, el servicio de inteligencia del Reino Unido, que vende secretos de Estado a la Unión Soviética, la reencarnación del mal, pues la acción transcurre en 1972, en plena “Guerra Fría”.
Una trama que recuerda a las matrioshkas rusas con la peculiaridad que cada muñeca que albergan en su interior es distinta de la que le precedió, tal y como ocurre en la serie, en la que cada posible traidor alberga uno nuevo y distinto. Naturalmente, el amor no podía faltar. Joe Lambe, el joven agente del espionaje británico, se enamora de Yulia, una de sus colaboradoras rusas que, al parecer, ha sido asesinada por el KGB, una muerte que estimulará el deseo de venganza hasta convertirse en el motor de sus acciones, algo que le reprocha Daddy, su superior, el siempre sólido Brian Cox, un comprensivo jefe que está al mando de un reducido grupo de agentes en los que descansa buena parte de la seguridad nacional británica en tiempos en los que una hipotética invasión rusa a Gran Bretaña, precedida de una serie de terribles atentados, se había convertido en una obsesión para el Gobierno.
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