El color de la protesta
Un análisis en profundidad de algunos de los temas de la actualidad internacional a través de artículos publicados en medios globales seleccionados y comentados por la revista CTXT
La protesta tiene un color: el amarillo. En Francia no amaina el vendaval de los chalecos amarillos (gillets jaunes) contra el alza de los precios de los carburantes, un movimiento que, según una encuesta de Odoxa-Dentsu para Franceinfo y Le Figaro publicada el pasado miércoles, hasta un 84% de los franceses considera “justificado” –y ya son siete puntos más que la semana anterior-. Además, un 66% afirmó haber escuchado el discurso de Emmanuel Macron del martes, pero un 78% no encontró sus promesas convincentes. “Que un jefe de Estado que hace frente a una crisis social y moral del tamaño de ésta, que desgarra a Francia, hable sin efecto no pasa sin consecuencias. El Ejecutivo ha perdido el control. ¿Podrá retomarlo?”, se preguntaba desde su blog el presidente de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon. Los sondeos revelan también que el presidente jupiteriano cuenta con más partidarios entre los responsables de la opinión publicada que entre la opinión pública: en una reciente encuesta de BVA, Macron obtiene una popularidad del 26%, un punto por debajo de Marine Le Pen, que gana tres puntos porcentuales respecto al anterior sondeo. Sorprendentemente, el presidente de la formación gaullista y euroescéptica Debout la France (DLF), Nicolas Dupont-Aignan, se alzaba con el tercer puesto en popularidad.
¿Es el verde el color de la protesta en Alemania? Todos los sondeos de intención de voto así lo indican desde hace algún tiempo, pero desde las páginas de Telepolis Jochen Mitschka llama a los entusiastas a la cautela. El autor del artículo recuerda que también antes las encuestas pronosticaron buenos resultados al partido ecologista y acabaron pinchando y, aunque éste no sea el caso, se pregunta qué cambio real supondría la llegada al poder de un partido cuyo ideario sigue incluyendo la defensa de las “intervenciones humanitarias” o cuyas propuestas de reforma social se llevan con frecuencia a cabo “a expensas de los pobres”. Mitschka menciona cómo los costes de las medidas para la protección del medio ambiente, tal y como los plantea este partido, “afectan en primera instancia a quienes no pueden defenderse”, y cita a “quienes viven de alquiler (a causa del aumento de los alquileres tras la renovación)” o a “quienes han de desplazarse para trabajar (debido a impuestos sobre los carburantes más elevados)”. El autor también critica el oportunismo de Los Verdes, que respaldaron las recientes protestas contra la tala del bosque de Hambach aunque antes votaron a favor de la misma.
La subida de Los Verdes y Alternativa para Alemania (AfD) persigue a la CDU de Angela Merkel. Der Freitag dedica un artículo a los tres aspirantes a suceder a Merkel al frente de los cristianodemócratas, Friedrich Merz, Jens Spahn y Annegret Kramp-Karrenbauer, considerada por muchos como la favorita. Dependiendo de quién se alce con la victoria se abren diferentes escenarios. “De ganar Kramp-Karrenbauer las primarias y luego una coalición negriverde [CDU-Verdes], los socialdemócratas estarían obligados a desplazarse a la izquierda y despedirse de la idea de una coalición rojiverde o una coalición tripartita con Los Verdes y La Izquierda”, escribe el autor del artículo, Wolfgang Michal. Pero al mismo tiempo, Kramp-Karrenbauer tendría que ocuparse de “las contradicciones internas de una coalición negriverde que cree que puede reconciliar ecología y economía, el capitalismo financiero y una imagen cristiana del hombre”. Con una CDU presidida por Kramp-Karrenbauer –o AKK, como la denomina la prensa– “también sería posible un acercamiento entre los socialdemócratas y La Izquierda.” Se avecinan tiempos interesantes para el sistema de partidos alemán, sometido a la tensión de las consecuencias de la crisis económica y europea, el estancamiento político durante las sucesivas Administraciones de Merkel y los cambios en la situación política internacional.
Sin abandonar el ecologismo, el periódico austriaco Der Standard dedica un reportaje al inminente cierre de la última mina de carbón de la Cuenca del Ruhr. No resulta exagerado afirmar que con la clausura de la mina de Bottrop se termina una era de la historia alemana. “El cambio estructural en la Cuenca del Ruhr”, escribe Birgit Baumann, consiste en “abandonar el carbón y el acero” para dirigirse hacia una economía basada en “la investigación, los servicios, la logística y la información”. La transición energética en Alemania puede llegar a constituir un modelo para otros países industriales, pero se enfrenta a no pocos retos y, por el momento, la región no se ha enganchado al boom económico que han experimentado en los últimos años otras ciudades del país. La ceremonia del cierre del último pozo de la Cuenca del Ruhr –que en 1925 llegó a contar con 225 pozos abiertos que dieron trabajo a más de medio millón de personas– será el próximo 21 de diciembre y a ella asistirá el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier. Los mineros no se quedan sin trabajo, ya que participarán en la compleja tarea de desmontar las instalaciones. “Será un día triste”, declaró a Der Standard uno de los mineros, “pero nunca lograrán sacar el carbón de nuestros corazones”.
¿Sanders contra Trump?
¿Podría Bernie Sanders derrotar a Donald Trump en 2020? Antes de las últimas presidenciales, solo Nathan J. Robinson, director de Current Affaires, aventuró que, si los demócratas no presentaban a Sanders, Trump ganaría a Clinton. Ahora, la victoria de 40 candidatos socialistas democráticos en las pasadas Midterms podría llevar al senador de Vermont a considerar seriamente la posibilidad de presentarse de nuevo. Sanders realizó varias declaraciones en ese sentido la semana pasada. “No soy uno de esos hijos de multimillonarios cuyos padres les dijeron que iban a convertirse en presidente de Estados Unidos […]. Si resulta que soy el mejor candidato para derrotar a Donald Trump, entonces probablemente me presentaré”, aseguró el líder demócrata a New York Magazine. La revista The Atlantic entrevistó a varios políticos para recabar su opinión. Según Ben Tulchin, que fue miembro del equipo de campaña de Sanders en las primarias demócratas de 2016, éste cuenta con “una ventaja única” para batir a Trump gracias a su popularidad entre “la clase trabajadora blanca y los votantes rurales”, superior a la de un “demócrata convencional”. “Es muy popular y obtuvo buenos resultados en el Midwest, como en Michigan o Wisconsin, que son claves para ganar”, valora Tulchin.
Sanders presentó el martes en la Universidad George Washington su libro Where We Go From Here (Adónde vamos a partir de aquí), del que la cadena de televisión ABC ofreció un adelanto. “No es el inmigrante que recoge fresas a ocho dólares la hora quien destruyó la economía, fue la codicia y el comportamiento ilegal de Wall Street”, escribe Sanders en la introducción del libro, en la que critica cómo “la cobertura política de los medios de comunicación de masas se dedica cada vez más a chismorreos y cuestiones personales y menos a los grandes problemas a los que se enfrenta nuestro país y el mundo". Además de Bernie Sanders y de Hillary Clinton y Elizabeth Warren, también podría optar a la candidatura por el Partido Demócrata el texano Beto O'Rourke, a quien The Independent dedica un artículo. O'Rourke fue una de las sorpresas la noche del pasado 6 de noviembre, quedándose a poco más de dos puntos de diferencia de Ted Cruz en unas reñidas elecciones al Senado.
Que la sombra de aquellas elecciones de 2016 es alargada lo demuestra la noticia de The Guardian sobre cómo muchos estadounidenses de origen sefardí están tratando de conseguir la nacionalidad española debido a las declaraciones de Trump sobre los inmigrantes, en particular los de origen latino. Según la directora de la Federación Judía de Nuevo México, Sara Koplik, las peticiones para demostrar antepasados sefardíes se dispararon tras la elección de Trump como presidente de EE UU. “Con la elección en noviembre de 2016 hubo un boom y nuestras cifras pasaron a crecer significativamente”, asegura Koplik. “Antes de las elecciones expedimos unos 20 o 30 certificados, pero desde ese día hemos expedido 1.500”, dice al señalar que también llegan peticiones desde 50 países diferentes, aunque la mayoría procede de Estados Unidos, México y Venezuela. “Es un salto considerable y por supuesto algunas nada tienen que ver con Estados Unidos, sino con Venezuela y la violencia en México, pero los americanos ven esto como una póliza de seguros por si acaso”, explica Koplik. Uno de ellos es Rob Martínez, quien, entrevistado por el medio, contesta: “Quiero quedarme aquí y luchar contra este cabrón [en español en el original], pero si las cosas van mal, podré irme a España.”
El propio The Guardian se convirtió, por cierto, en noticia al publicar un artículo de Luke Harding y Dan Collyns afirmando que uno de los directores de la campaña de Trump, Paul Manafort, visitó a Julian Assange en la Embajada de Ecuador en Londres, sugiriendo algún tipo de cooperación entre ambos. El diario se vio obligado a corregir el titular y añadir “según fuentes” poco después, pero la polémica estaba ya servida: WikiLeaks anunció a través de Twitter que demandaría a The Guardian por calumnias e incluso pidió la dimisión de la editora jefe, Katharine Vine. Glenn Greenwald lanzaba algunas preguntas pertinentes desde The Intercept: si esa visita existió, ¿por qué no aparece reflejada en los registros de la embajada ecuatoriana? ¿Y por qué The Guardian no aportó ninguna prueba fotográfica o de vídeo, más aún teniendo en cuenta que Reino Unido es uno de los países con más cámaras de circuito cerrado de televisión (CCTV) del mundo y la Embajada de Ecuador está bajo una fuerte vigilancia?
La economía mundial, en vilo
El presidente chino, Xi Jinping, se reúne con Trump este sábado en la cumbre del G20 en Buenos Aires. Se trata de una de las reuniones más esperadas del día. El South China Morning Post se hace eco de las esperanzas de varios analistas de que ambos mandatarios lleguen a una suerte de armisticio en la guerra comercial declarada a Pekín por el presidente estadounidense. El lunes, Trump amenazó con elevar los aranceles a las importaciones chinas del 10% al 25% a partir del 1 de enero de 2019. De aprobar la medida, Pekín podría responder haciendo que el banco central deje de intervenir el yuan y la divisa se deprecie. Si cunde el pánico en los mercados, la situación podría conducir incluso a una crisis sistémica, advierte Qinwei Wang, economista de Amundi Asset Management, ya que, si China cae, “caen las divisas asiáticas, caen los mercados emergentes y luego también caerá el mercado de valores estadounidense”, ya que “todas están interconectadas”.
Bloomberg alertaba el martes de un enfriamiento del crecimiento de la política estadounidense y CBS informaba de uno de sus primeros síntomas: la decisión de General Motors de cerrar cinco factorías y despedir a decenas de miles de trabajadores en EE UU y Canadá. En Alemania, otro de los blancos de la actual política comercial estadounidense, la opinión pública se muestra cada vez más contraria al nuevo inquilino de la Casa Blanca: según una encuesta de la Fundación Körber y Pew Research Center recogida por el semanario Der Spiegel, un 73% de los alemanes considera las relaciones con EE UU como “malas” o “muy malas” y solo un 47% responde positivamente a la sugerencia de una colaboración más estrecha con Washington.
Tampoco ayudan a la estabilidad los bajos precios del crudo, lo que podría llevar a los grandes productores como Arabia Saudí, como recordaba la CNN, a reducir la producción de petróleo so pena de arriesgarse a tener que recurrir a recortes presupuestarios. La OPEC y Rusia se reunirán a comienzos de diciembre en Viena para debatir la medida, a la que Trump se opone.
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