Ortega profundiza su aislamiento internacional al no asistir a la Cumbre Iberoamericana
La ausencia del presidente de Nicaragua y de Nicolás Maduro evidencia la pérdida de peso del eje bolivariano en una cumbre descafeinada, sin líderes de la región de peso
Todas las miradas estaban puestas en él. Daniel Ortega había confirmado su asistencia la Cumbre Iberoamericana de La Antigua (Guatemala) en un intento de lavar su imagen tras la represión emprendida en abril contra sus opositores, que ha dejado más de 300 muertos y 400 encarcelados. Una muestra de que no tenía nada que ocultar. De dar una sensación de normalidad en su país que no es tal. Era el primer encuentro multilateral al que el presidente de Nicaragua iba a asistir desde que se iniciaran las protestas, después de declinar su participación en la Asamblea General de la ONU. En el último momento, Ortega canceló su viaje y profundiza el aislamiento internacional del país centroamericano.
Todo estaba listo para recibir al líder sandinista. La Cancillería de Guatemala había informado que la llegada de Ortega estaba prevista para el jueves a las siete de la mañana. Después, que se posponía 24 horas, aunque para entonces diversas delegaciones ya daban por hecho que lo más probable es que no fuese a acudir. “Aquí estamos”, aseguró a este diario el viernes por la mañana la vicepresidenta y esposa de Ortega, Rosario Murillo, en un escueto correo electrónico. “Ha sido y es un buen evento, Nicaragua está presente con una fuerte delegación ministerial”, respondió Murillo cuando se le preguntó por los motivos de la ausencia de Ortega. Diversas fuentes diplomáticas aseguraron que el líder sandinista declinó acudir ante la posición hostil de varios jefes de Estado y la imposibilidad de tener reuniones bilaterales de peso.
El Gobierno de Nicaragua, en un primer momento, aseguró a la organización que la delegación la encabezaría Siddharta Marín, ministro asesor del presidente. Después, que sería el canciller, Denis Moncada, quien hablaría en representación del líder sandinista.
Tuvo que pasar más de una hora desde el inicio de la Cumbre para escuchar la primera referencia a la crisis nicaragüense. Vino de uno de los países más afectados, la vecina Costa Rica, que sufre el éxodo de decenas de miles de nicaragüenses en los últimos meses. El presidente, Carlos Alvarado, admitió que el diálogo ha quedado opacado, por lo que instó a los líderes iberoamericanos a poner en marcha la maquinaria diplomática para tratar de llegar a una salida a la crisis.
La espantada de Ortega se produce días después de que el Gobierno de Nicaragua presentase un plan de reconciliación y unidad, en el que exhorta a los opositores al régimen a hacer una suerte de borrón y cuenta nueva para poder superar la crisis que azota al país centroamericano desde mayo. El tándem Ortega-Murillo insta a retomar “procesos de trabajo desde diferentes sectores en la búsqueda de mejorar la convivencia en las familias, las comunidades y fortalecer la seguridad ciudadana desde una cultura de paz”.
La propuesta del Gobierno de Nicaragua ha sido rechazada por el grupo de expertos independientes que participaban en el intento de negociación entre el Ejecutivo, la OEA y la CIDH, tras los sucesos de abril. “El reto está en fortalecer el estado de derecho y el sistema democrático. Es necesario antes que todo, implementar procesos de verdad, lograr el reconocimiento de responsabilidades, que la justicia sancione a los responsables, se repare a las víctimas y se produzcan las reformas institucionales que sean necesarias para restituir la confianza de la ciudadanía en las instituciones del Estado”, replicó este grupo a la propuesta del Gobierno.
El gran aliado de Ortega en la región, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, tampoco acudió a la cita de Cartagena. El canciller, Jorge Arreaza, acudió en representación del país caribeño, pese a que en un primer momento se había dicho que la delegación la encabezaría Delcy Rodríguez, presidenta de la Asamblea Constituyente, estaría en Guatemala.
Si la crisis de Venezuela acaparó la atención en la última cumbre, celebrada hace dos años en Cartagena de Indias, sorprende que, en esta ocasión, apenas hubo referencias concretas al futuro de Venezuela. Para cuando habían hablado la mitad de los mandatarios, apenas Lenín Moreno, el presidente de Ecuador, país afectado, se refirió al éxodo migratorio. Más de dos millones de venezolanos han abandonado el país caribeño en los últimos años, provocando un colapso en los fronterizos.
Las ausencias de Ortega y Maduro, las idas y venidas de los nombres que encabezarían sus delegaciones, son un reflejo del peso que ha perdido el eje bolivariano en los últimos años en América Latina. Un bloque que no cuenta con los espacios en los que antaño se sintieron más cómodos, organismos multilaterales como Unasur, CELAC o el ALBA. Evo Morales, presidente de Bolivia, es el único mandatario del grupo de dirigentes que integraba el llamado socialismo del siglo XXi que ha acudido a la cita de La Antigua. El viraje ideológico hacia el conservadurismo que vive América Latina y la deriva autoritaria de Nicaragua y Venezuela aíslan cada vez más a estos países, que solo se sienten cómodos en encuentros donde acuden los países caribeños, que les brindan su apoyo porque su dependencia del petróleo venezolano.
Ortega y Maduro no fueron los únicos ausentes. Los presidentes de Argentina, Mauricio Macri; Chile, Sebastián Piñera y Colombia, Iván Duque, tampoco acudieron a Guatemala. El hecho, además, de que los dirigentes de México, Enrique Peña Nieto y de Brasil, Michel Temer, estén de salida –uno dejará el cargo el 1 de diciembre; Temer, un mes después-, descafeinaron una Cumbre que tenía ante sí la posibilidad de cubrir un espacio político en un momento en que la región requiere de soluciones consensuadas.
El enconamiento progresivo de la región ha desgastado la mayoría de instituciones, desde UNASUR, varios de cuyos miembros son parte de la Alianza del Pacífico, y de Mercosur, creaciones las dos de talante más económico, pasando por la CELAC, ALBA, impulsados en su momento por Hugo Chávez y Lula da Silva. Tampoco la Organización de Estados Americanos (OEA), el único organismo multilateral de la región en el que participa Estados Unidos, tiene ahora mismo la capacidad de dar respuesta a los problemas latinoamericanos, como ha quedado en evidencia en el caso de Venezuela, que siempre ha logrado frenar cualquier bloqueo o Nicaragua, que ha menospreciado las resoluciones, que se evaporan entre las grandilocuentes declaraciones diplomáticas. La Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), ante el auge de otros organismos, decidió celebrar la cumbre cada dos años desde 2014 para impulsarla. Ni México entonces ni Colombia, dos años después, lo lograron. La falta de compromiso de los líderes políticos de peso con la cita de Guatemala ha puesto en entredicho estos espacios. La próxima oportunidad, en 2020, será en Andorra.
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