Macron alerta del riesgo de un nacionalismo similar al del periodo de entreguerras
El presidente francés inicia el domingo una gira por los campos de batalla de la I Guerra Mundial que preludiará un encuentro de líderes mundiales en París
Emmanuel Macron quiere ser un presidente de la memoria y de la historia. Ha abordado los periodos más incómodos del siglo XX: el colaboracionismo del régimen de Vichy durante la ocupación nazi entre 1940 y 1944 y los crímenes franceses en la guerra de Argelia entre 1954 y 1962. Ahora, en vísperas del centenario del final de la Primera Guerra Mundial, prepara una gira por los escenarios del conflicto. Y lanza un alerta: la Europa actual se parece peligrosamente a la Europa de entreguerras, la de la crisis económica y el ascenso del nazismo.
Al presidente francés no le asustan las analogías históricas. “En una Europa dividida por los miedos, el repliegue nacionalista, las consecuencias de la crisis económica, vemos cómo metódicamente se rearticula todo lo que pautó la vida de Europa entre el final la Primera Guerra Mundial y la crisis de 1929”, dice en una entrevista publicada esta semana en el diario Ouest-France. “Hay que tenerlo presente, ser lúcidos y saber cómo resistir a ello”.
Las declaraciones de Macron son un prólogo de lo que el palacio del Elíseo llama “itinerancia conmemorativa”, un original viaje por tres regiones y 11 departamentos del nordeste y el norte de Francia entre el 4 y el 10 de noviembre. Una mezcla de historia y memoria, de relato épico y política del día a día. El presidente escenificará durante casi una semana un recorrido por el frente de la Gran Guerra. Recorrerá cementerios y verá monumentos. Homenajeará a soldados con nombres y apellidos. Se reunirá con jefes de Estado y de Gobierno de países que fueron aliados y enemigos. Y visitará fábricas e industrias locales.
En síntesis, impartirá a la nación una lección. Sobre el pasado. Y sobre el presente, porque estos territorios de frontera son las regiones de Francia golpeadas por la desindustrialización y un vivero del voto nacionalista y populista. La semana del centenario culminará con una ceremonia en París el 11 de noviembre, día del Armisticio, que congregará a decenas de líderes mundiales, entre ellos Donald Trump y Vladímir Putin. Será una ceremonia sin desfile militar, como esperaba Trump: Macron considera que no es el momento de celebrar ninguna victoria y la amistad franco-alemana ha convertido este día en una jornada de duelo y reflexión más que de celebración.
La amenaza hoy es interna y externa, según Macron. “Europa afronta un riesgo: el de desmembrarse por la lepra nacionalista y quedar rebasada por potencias extranjeras. Y por tanto, perder su soberanía. Es decir, ver cómo su seguridad depende de las decisiones americanas y de sus cambios, ver cómo China está cada vez más presente en infraestructuras esenciales y una Rusia que a veces siente la tentación de la manipulación, y grandes intereses financieros y mercados que desbordan a veces los lugares que pueden ocupar los Estados”, dice en Ouest-France.
La gira es un ejercicio de memoria, un homenaje a los poilus o peludos, como se llamaba a los soldados franceses, que desde el fin del conflicto estuvieron en el centro de todas las conmemoraciones. Macron intenta seguir los pasos de sus antecesores Charles de Gaulle, que en 1962 asistió a una misa de reconciliación en la catedral de Reims con el canciller Konrad Adenauer, y François Mitterrand, que visitó el campo de batalla de Verdún junto a Helmut Kohl.
Es también un ejercicio diplomático. Comenzará el domingo en Estrasburgo, la ciudad que fue alemana entre 1870 y 1918, con un concierto de obras de Beethoven y Debussy al que Macron asistirá junto al presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier. El martes, en Reims, participará, junto al presidente de Malí, Ibrahim Boubacar Keita, en una ceremonia en el monumento al Ejército negro, los soldados de las colonias francesas en África que participaron en la Primera Guerra Mundial. El viernes visitará junto a la primera ministra británica, Theresa May, la necrópolis franco-británica de Thiepval. El sábado recibirá a la canciller Angela Merkel en el mismo lugar del bosque de Compiègne donde el 11 de noviembre de 1918 franceses y alemanes firmaron el armisticio en un vagón de tren. Y el domingo París será la capital diplomática global —y el presidente francés, por unas horas, estará en centro del tablero geopolítico y podrá reivindicar su idea de un multilateralismo refundado— con la ceremonia del Arco del Triunfo y, después, el llamado Foro de la Paz, una reunión de tres días en París con líderes y organizaciones internacionales.
Para Macron, se trata de conmemorar y de enviar un mensaje: los egoísmos nacionales y el unilateralismo, los odios tribales pueden causar otra catástrofe. El mensaje es global: a Trump y Putin. Es europeo: a siete meses de las elecciones al Parlamento de la UE, la historia sirve al presidente para marcar la divisoria entre el campo que él llama progresistas, y los populistas y nacionalistas. Y es francés: una manera de pisar terreno, de buscar el contacto de la Francia de provincias, de salir del aislamiento del Elíseo.
Cuatro polémicos días de descanso del dirigente
Emmanuel Macron es humano. Esta pareció ser la conclusión, esta semana, de muchos comentaristas franceses al anunciarse que el presidente francés adelantaba al martes el Consejo de Ministros y se tomaba cuatro días de reposo. En seguida empezaron a circular las especulaciones. Macron está cansado. Es más: está paralizado por los continuos tropiezos de los últimos meses, la caída de la popularidad, el descubrimiento de que Júpiter —el apodo de dios romano que recibía— es falible. Su esposa, Brigitte, le ha instado a parar unos días. No puede más: sufre un burn-out. Estas teorías, no confirmadas, reflejan una realidad. Al contrario que otros presidentes, el actual duerme poco y raramente desconecta. Y ahora, como millones de franceses, aprovecha el puente de Todos los Santos para hacer una pausa. Sí, Júpiter es humano.
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