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Cristina Kirchner abre una grieta en el Gobierno de Mauricio Macri

La alianza oficialista se tensa ante los pedidos de prisión contra la expresidenta

Federico Rivas Molina
El presidente Mauricio Macri, durante la inauguración de una nueva línea de Metrobus en las afueras de Buenos Aires, el 10 de octubre pasado.
El presidente Mauricio Macri, durante la inauguración de una nueva línea de Metrobus en las afueras de Buenos Aires, el 10 de octubre pasado. Presidencia
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Cristina Kirchner siempre está. Lleva semanas sin hablar, pero su sola presencia ha bastado para abrir una grieta que no tiene precedentes en Cambiemos, la alianza que hace tres años llevó al poder al empresario Mauricio Macri. La crisis lleva casi 15 días y hoy alcanzó el hervor con la presentación de un pedido de juicio político contra el ministro de Justicia, Germán Garavano.

El texto que ingresó al Congreso lleva la firma de la diputada Elisa Carrió, cofundadora de la coalición oficialista, dueña de una lengua filosa y sostén moral de Macri. Garavano encendió la ira de Carrió por una declaración que la diputada leyó como un apoyo a Kirchner, hoy envuelta en una sucesión de causas por corrupción que puede llevarla a prisión. “No es bueno para un país tener en la cárcel a un expresidente”, dijo el ministro, y Carrió leyó en la frase una claudicación en el compromiso del Gobierno por la transparencia. El juicio político no prosperará porque no ha sumado apoyos, ni siquiera entre la oposición. Pero puso de manifiesto cómo Argentina puede perderse en los laberintos de una novela política mientras arrecia la crisis económica.

Carrió es un personaje popular en Argentina. En las legislativas del año pasado fue la candidata más votada. Alguna vez intentó la presidencia en una compulsa contra Cristina Kirchner, siempre bajo la bandera de la lucha contra la corrupción. Ella misma se jacta de haber aportado las pruebas que condenaron al expresidente Carlos Menem por la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador, dos países que en los años 90 tenían un embargo de la ONU. Sin filtro en sus palabras, Macri la padece y al mismo tiempo la necesita.

Carrió en la alianza es como una marca de calidad que el Presidente ofrece a sus votantes. Cualquier desvío de la senda de la transparencia, está Carrió para advertir. Las críticas de la diputada han sido una constante desde que inició el Gobierno, en diciembre de 2015, incluso contra los intereses de Macri. En la lista de víctimas de Carrió está el presidente de Boca, Daniel Angelici, un hombre cercano a Macri al que acusa de ser un lobista en Tribunales. También cargó contra Angelo Calcaterra, un primo de Macri involucrado en una presunta red de pago de sobornos a altos funcionarios del kirchnerismo vinculados a la obra pública. Pero hasta ahora nunca había cargado contra un ministro en funciones.

Las acusaciones contra Garavano alcanzaron incluso a Macri, evidencia de la gravedad de la crisis. En su momento más encendido, Carrió dijo que había perdido la confianza en el Presidente como soldado anticorrupción y condicionó cualquier acercamiento a la salida de Garavano. Llegó incluso a deslizar algunas frases destituyentes, como “Macri elige [entre ella o e Angelici] o cae”. Pero luego dio marcha atrás. Tras días de ataques contra Garavano, sorprendió a todos y dijo que el pedido de destitución del ministro había sido “una broma”.

La tregua duró poco: Carrió fue el sábado a un programa de televisión y volvió a la carga. “El Presidente tiene que decidir: o nos gobiernan las mafias del fútbol, o nos gobierna la Justicia independiente, y lo tiene que hacer. No se puede estar bien con Angelici y conmigo a la vez, y esto lo sabía antes del acuerdo”, dijo. Entonces, confirmó el pedido juicio político contra Garavano por “intromisión” en las decisiones de los jueces. La medida no pasará por el Congreso, donde no sumó el apoyo ni del resto de Cambiemos ni de la oposición, que prefirió mantenerse al margen de la pelea doméstica. El Gobierno, mientras tanto, cerró filas alrededor de Garavano y trató de contener a Carrió. El próximo año hay elecciones generales y la diputada no es una aliada que pueda despreciarse.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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