La inundación no ha terminado para Houston
El huracán Harvey marcó el récord de precipitaciones en Estados Unidos e inundó sin piedad la cuarta ciudad más grande del país. Sus habitantes, como la autora de esta crónica, viven cada día con las secuelas
El pasado martes por la mañana, mi hijo Christopher, de tres años, me dijo mientras íbamos a su escuela: “Mamá, nos subimos a un bote y nos pusieron …. nos pusieron...” ¿Salvavidas? Le pregunté. “Sí, salvavidas”, me contestó. En Katy, a 20 minutos de Houston, se habla de Harvey. Christopher, como todos los niños cuyas casas y escuelas quedaron inundadas hace un año, no lo ha olvidado. Noticias locales, reuniones vecinales, todo el ambiente está enfocado en el aniversario del huracán de categoría 4 que provocó la rotura de dos embalses de Houston e inundó una de las áreas metropolitanas más grandes de Estados Unidos.
El huracán Harvey tocó tierra en la costa de Texas el sábado 26 de agosto de 2017. Era el huracán más potente en 12 años en llegar a tierra en Estados Unidos. La particularidad no es que llegara a Houston, es que no pasó de largo. El huracán se paró encima de la ciudad y dejó agua durante cuatro días. Con la ciudad inundada, dos embalses comenzaron a romperse, amenazando los suburbios al oeste de la ciudad. Ante la posibilidad de una catástrofe, las autoridades vaciaron esos embalses y provocaron la inundación controlada de esos suburbios, que se sacrificaron por el resto de Houston. Uno de esos barrios era Katy.
En total, fueron 125.000 millones de dólares en daños para Texas, más de 345.000 viviendas afectadas y un total de 86 muertes asociadas al huracán, según el Departamento de Salud estatal y la Alcaldía de Houston. Fueron días y noches sin dormir en medio de una lluvia incesante y alertas de tornado que comenzaron el 25 de agosto de 2017, hasta que llegó la inundación.
Mientras Christopher y yo hablábamos, recordé el aspecto que tenía la calle Mason, por donde estaba conduciendo, muy cerca de mi casa. Más de un metro de agua estancada, los rescatistas gritando que nos apuráramos y el momento en que dejamos nuestra casa.
Los equipos federales y estatales sacaron de sus hogares y del agua a más de 122.000 personas entre el 28 de agosto y 12 de septiembre, eso sin contar con los botes privados que ayudaron a múltiples víctimas y que no están en ningún registro oficial. El siguiente paso fue la generosidad de familiares y amigos, además de los albergues que acogieron a cerca de 39.000 personas en el peor momento de Harvey.
“Me siento afortunada de que estemos todos vivos, pero hay algo en mi interior que no me permite ser la misma persona”, Con esas líneas comencé una bitácora sobre lo vivido durante Harvey, después de haber dejado mi casa. Mi propio salvavidas mental.
“No pude dormir más de dos horas por varios días y eso causó estragos. Me duele la cabeza constantemente, pero lo peor es sentirme perdida. Lo que me atormenta no es el valor monetario de la casa, es haberla dejado de un minuto a otro, me siento … desorientada”, escribí, mientras pasaba la noche en casa de una amiga.
Ocho días después logré entrar a mi casa nuevamente, para encontrar pestilencia, hongos y el primer piso arruinado. La escena ahora me parece irreal. Camiones militares y toques de queda por las calles de mi barrio, al oeste de Houston. Vecindarios completos con sus veredas atiborradas de escombros. Pedazos de paredes, suelos, conductos de aire acondicionado, material de asilamiento, refrigeradores, cocinas, lavadoras, televisores. Todo arruinado.
Ese es el primer paso después de una inundación: la destrucción. Para impedir que los hongos avancen se debe sacar todo lo que estuvo expuesto al agua. Una fase conocida como “demo”.
Un 80% de las víctimas de Harvey no tenían seguro de inundación. La Agencia Federal de Emergencias (FEMA) determinó una indemnización máxima de $33.000 dólares para reconstruir las viviendas. Un tercio de lo que realmente cuesta rehacer una casa y reponer todo lo que se necesita en ella.
Según las cifras de FEMA, hacia diciembre de 2017 habían entrevistado a 632.388 personas en Houston. De acuerdo con la agencia, en mayo de este año habían entregado ya 13.600 millones de dólares a víctimas de Harvey.
La Administración de Pequeños Negocios (SBA) aprobó un total de 3.350 millones de dólares en préstamos para más de 30.000 residentes y negocios afectados por el huracán. La mayoría de quienes cumplieron con los requisitos de SBA y pudieron recibir los préstamos, han reconstruido sus casas. Ese fue un paso esencial para quienes lograron llegar a la meta y recuperar una vivienda funcional. Quienes lograron volver a la normalidad.
Aunque ese es el caso de varios sectores aledaños a Houston, todavía existen vecindarios en la ciudad donde la destrucción después de Harvey simplemente se congeló en el tiempo. En zonas de bajos ingresos como Kashmere Gardens, al noreste, y Meyerland, al suroeste, hay casas donde la puerta está cerrada y no se ha hecho nada, mientras otras han estado por meses en espera de dinero para reconstruir.
Una encuesta de las aseguradoras Episcopal Health y Kaiser Family Foundation realizada en junio pasado a los residentes de 24 condados donde Harvey causó el mayor daño, mostró que 40% de hispanos y 60% de afroamericanos dijeron “no tener la suficiente ayuda para reparar sus casas”.
Incluso antes de Harvey, Houston sufría de una crisis habitacional para las personas que necesitan vivienda a bajo costo. Según cifras oficiales, la ciudad tenía un déficit de cerca de 400.000 viviendas. La inundación duplicó esa cifra.
Houston recibirá 1.100 millones de dólares en fondos federales para desarrollo comunitario de viviendas. Un 70% de ese dinero debe ser usado para proyectos que beneficien a personas de bajos ingresos. Según el plan de la alcaldía se destinarán $600 millones de dólares a reparar casas y $375 millones a reconstruir o edificar apartamentos.
Pero mientras la ciudad sigue inmersa en levantar nuevamente lo que Harvey se llevó, la posibilidad de otro huracán de esta magnitud es un miedo permanente para quienes estamos aquí.
Basta con una lluvia intensa para despertar malos recuerdos e incertidumbre. “Y si pasa de nuevo. Y si tenemos que vivir lo mismo ¿qué vamos a hacer?”. Lo he pensado varias veces, mientras a nivel local las promesas de hacer un tercer embalse se han quedado en el aire.
Este mes, los residentes de Houston aprobaron la emisión de 2.500 millones de dólares en bonos municipales para financiar proyectos que ayuden a mitigar el daño de tormentas futuras. Entre ellos, la compra de viviendas en áreas propensas a inundaciones, el ensanche de ríos y la construcción de cuencas adicionales para canalizar el agua. La medida se financiará con un aumento de 5 dólares en los impuestos de propiedad.
Pero hasta ahora ni la ciudad, ni quienes vimos nuestras casas bajo el agua, tenemos una solución que nos proteja de un segundo Harvey. Sólo la esperanza de su singularidad y la certeza -en mi caso-, de que es posible reconstruir una casa después de una inundación y con ella una vida nueva.
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