Nadie quiere gobernar en la cuna de la ‘Ndrangheta
San Luca, corazón de la mafia calabresa y escenario de sangrientas reyertas, lleva sin celebrar elecciones desde 2008 porque nadie se atreve a presentarse como alcalde
Al final de una carretera de curvas, justo donde comienza el escarpado Aspromonte calabrés y se diluye el efecto de las leyes que rigen Italia, se abre una grieta donde late el corazón de la 'Ndrangheta. La mafia más peligrosa de Europa tiene aquí sus raíces, un lugar que otorga el más alto pedigrí a sus principales familias. Los Pelle-Vottari y los Nirta-Strangio han comandado desde este pequeño pueblo de 3.700 habitantes una organización internacional que, durante décadas, ha manejado escondida en búnkeres las principales asignaturas del crimen organizado. Pero cuando han venido mal dadas, también han dirimido con sangre sus rencillas internas. Las consecuencias llegaron a miles de kilómetros con la matanza de Duisburgo (Alemania) en 2007, el bautismo de sangre internacional de la 'Ndrangheta, donde murieron seis personas (cinco de este pueblo) y el mundo descubrió el poder de una mafia que se extiende por contagio. Un detalle que permitiría entender que nadie quiera presentarse aquí como alcalde.
San Luca, el Corleone calabrés, es una isla en Italia. El pueblo vive ajeno al resto de polémicas del país. Aquí no se habla de Matteo Salvini, del buque de rescate Aquarius o de los líos con las vacunas. Este no es un lugar de paso. La carretera serpentea hasta la plaza de la Iglesia, justo donde empiezan los montes que ocultaron en los ochenta a 147 hombres y mujeres que la organización secuestró para hacer caja y refundar el negocio en un imperio de tráfico de cocaína. Más allá solo está el Santuario de la virgen de Polsi, donde durante años, cada 2 de septiembre, se reunieron los capos de la organización para hacer balance y ajustar la estructura. No son bienvenidos los curiosos. Un ciclomotor con dos chavales da vueltas alrededor del forastero que traspase la entrada hasta que vuelva a marcharse.
Si San Luca fuera un pueblo normal, este fin de semana habría tocado poner las urnas y buscar un nuevo alcalde. Pero este domingo se celebró la segunda vuelta de las elecciones de 761 Ayuntamientos de Italia y, por tercera vez consecutiva, aquí nadie ha querido presentarse. El último alcalde fue Sebastiano Giorgi, que llegó en 2008 como símbolo antimafia y cinco años después le cayeron seis años de prisión por favorecer los intereses de la 'Ndrangheta. "¿Me ve usted cara de tonto? Aquí no hay democracia”, protesta Giuseppe, un vecino apostado en una valla.
En lo que va de año el Estado ha disuelto 12 consistorios por infiltración mafiosa
El Ayuntamiento se disolvió en 2013 por infiltración mafiosa, algo habitual en Italia. En lo que va de año ha pasado en otros 12 consistorios. Suelen ser unos meses. Se buscan otros candidatos y se vuelve a empezar. Pero San Luca ha ido encadenando administradores públicos sin que nadie se presentase. Salvatore Gullì, un siciliano experto en la materia, gestiona este lugar desde 2015 lo mejor que puede. Todo está más limpio, el cartel de la entrada ya no está cosido a balazos. Los vecinos pagan el agua y la luz, presume. Pero todo es un parche. “Somos sustitutos de la democracia. Es justo que vuelva a haber una persona elegida por el pueblo de San Luca. Aquí no se vota desde 2008. Y hay un problema de desconfianza. Este Ayuntamiento tiene un pasado conocido en todo el mundo. Pero el Estado ha demostrado aquí su presencia. Ahora hay unas reglas y si una persona quiere presentarse democráticamente hay que valorarlo y algunas situaciones no lo consienten”. La principal, su vínculo con la 'Ndrangheta.
El jueves por la tarde, en una reunión municipal con vecinos y el delegado del Gobierno, se discute sobre el futuro del pueblo. La villa no tiene una lira (moneda anterior al euro) y nadie quiere visitarlo. Un empresario de Confindustria —la patronal italiana— propone crear un parque temático de la 'Ndrangheta. “Es una marca internacional que debemos aprovechar”, lanza sin pestañear. Los vecinos le miran alucinados. Muchos han estado en la cárcel. Otros han perdido a familiares o han dejado de hablarse con el tipo de la puerta de al lado. Demasiada sangre. Se monta el guirigay en la sala y varias mujeres vestidas de negro se revuelven contra el mito de la 'Ndrangheta. Paparruchas, dicen. Pero Salvatore, un tipo fornido que lleva dos horas aguantando de pie el calor, protesta con voz ronca. Pasó 25 años en la cárcel por secuestros en el monte. “Los que hemos pagado una larga condena no encontramos trabajo. Nadie nos quiere contratar en empresas públicas”. Y aquí, o trabajas para la región cortando matojos, o para la 'Ndrangheta.
El pueblo lo gestiona un administrador del Gobierno desde hace cuatro años
Estos problemas se arreglaban antes con una charla. Los capos familiares entraban y salían sin rubor del Ayuntamiento. El apellido era el mensaje. Pero Gullì colocó un interfono en la puerta y obligó a todos los visitantes a dejar su documentación antes de acceder para hablar con cualquier funcionario. Nunca es suficiente. Su gestión, impecable desde el punto de vista administrativo, tiene detractores en el apartado de fondo. “Como en otros Ayuntamientos víctimas de las mafias, serían necesarios un intenso trabajo de formación y reconstrucción del tejido civil que no puede ser confiado solo a un comisario del Estado”, señaló la presidenta de la comisión parlamentaria antimafia, Rosy Bindi. Pero San Luca no es como los otros Ayuntamientos.
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