El incombustible Álvaro Uribe
El expresidente, mentor de Iván Duque, se confirma como el gran fenómeno electoral de este siglo en Colombia
La victoria de Iván Duque en las elecciones de Colombia encierra una paradoja generacional. El exsenador uribista se convertirá con 42 años recién cumplidos en el presidente más joven en más de medio siglo y promete liderar una renovación política. Pero para nadie pasa inadvertido que llega a la Casa de Nariño sobre los hombros del viejo conocido que ha protagonizado todas las grandes citas electorales en el país en lo que va del siglo.
El incombustible expresidente y senador Álvaro Uribe, el más férreo opositor al gobierno de Juan Manuel Santos y los acuerdos de paz con las FARC, ha saboreado, una vez más, el triunfo en las urnas. El único mandatario colombiano que ha logrado ser elegido con más de la mitad de los votos sin necesidad de segunda vuelta desde que se instauró el sistema de balotaje con la Constitución de 1991, el mismo que reformó la carta magna para presentarse a la reelección, logró catapultar al poder a su aventajado pupilo contra viento y marea.
Parecen lejanos los días que en que, durante sus dos mandatos (2002-2010), la popularidad de Uribe en las encuestas superaba el 70%. Pero a pesar de los recelos que ahora despierta en cerca de la mitad de la sociedad, se las ha arreglado para seguir apuntándose resonantes triunfos electorales.
El presidente de la “mano firme y el corazón grande” acorraló militarmente a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, y Santos, su ministro de Defensa y sucesor, alcanzó el poder con su respaldo. Pero muy pronto pasó a la oposición y creó su propio partido, el Centro Democrático. Cuando se presentó al Senado en 2014 remolcó con sus votos a un desconocido exasesor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que regresó de Washington para hacer política de su mano: Iván Duque. Y en ese mismo año su candidato de entonces, el exministro de Hacienda Óscar Iván Zuluaga, estuvo a punto de frustrar la reelección de Santos en una disputada segunda vuelta.
La polarización entre Santos y Uribe, que giró en gran medida entorno a la negociación con guerrilla, dominó los últimos cuatro años. El senador congregó a los sectores más conservadores y religiosos para, contra todos los pronósticos, liderar el triunfo del no en el plebiscito sobre los acuerdos. Una campaña en la que Duque fue uno de sus principales voceros. En las legislativas de marzo, el exfuncionario del BID fue ungido en las primarias de la derecha, mientras su mentor obtuvo la mayor votación histórica para un senador.
“Esa paz que añoramos reclama correcciones”, dijo Duque el domingo en su primer discurso como presidente electo, pero reafirmó que no va a “hacer trizas” lo pactado, como demandaban los sectores más intransigentes del uribismo. Como ya lo había hecho en la primera vuelta, Uribe siguió las palabras de su pupilo a la distancia, desde su hacienda en Rionegro, Antioquia, su gran fortín electoral, donde Duque sacó el 72% de los votos. Sin hacerle sombra. La pregunta sobre el tipo de tutelaje que ejercerá desde el Congreso sigue abierta, aunque nadie cuestione que el triunfo también es suyo.
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