“La dinastía de los Fujimori aún no ha ganado”
El escritor analiza el lastre que ha dejado el autócrata en la política peruana
El periodista y escritor Luis Jochamowitz (Lima, 1953) publicó en 1993 una biografía de Alberto Fujimori, el autócrata pragmático que acababa de dar un autogolpe y se presentaba como un ajeno a la política. Ciudadano Fujimori reveló que llevaba años haciendo política en una universidad y que, como hijo de inmigrantes japoneses, se ejercitó toda su vida para adaptarse a la sociedad peruana.
El libro ha vuelto a librerías en momentos en que el fujimorismo influye en el Ejecutivo y el partido político se ha dividido en dos sectores liderados por los hijos del fundador. Sobre la fragmentación, Fujimori aseguró el viernes que "es el mismo movimiento y seguramente en algún momento (sus hijos) convergerán".
En entrevista con EL PAÍS, Jochamowitz comenta la herencia del político indultado el pasado diciembre dejada no solo a sus seguidores, sino a otras formaciones.
Pregunta. ¿Por qué la imagen es el esencial para el fujimorismo?
Respuesta. Alberto Fujimori dio un salto cualitativo en el uso de la televisión desde la campaña electoral de 1990, aunque quizá solo salió cinco minutos en la pantalla porque la presencia de Mario Vargas Llosa (el otro candidato) era aplastante. Después, como presidente, tuvo un uso muy efectivo y mafioso de la televisión, terminó comprándola en el año 2000.
Antes del 2000, recorría el país con reporteros y se vestía con los trajes de cada localidad. Ha inventado escenas como el desayuno del día de las elecciones. Hubo un desarrollo enorme de la televisión política en los años del fujimorismo (1990-2000): él era un gran actor de televisión, su sonrisa era fácil, no muy sincera, pero como es un rostro oriental la leíamos como fresca. Su español puede ser pobre y lleno de incorrecciones pero muy efectivo, breve.
P. ¿Hay algo de eso en el fujimorismo actual?
R. No. (Su hija mayor) Keiko Fujimori ha aprendido la lección, pero no tiene la facilidad instantánea que tenía el padre para eso.
P. Y está la herencia de las grabaciones subrepticias: sorprende que algo que dañó al fujimorismo se use hoy.
R. No debería sorprendernos, pero sí nos sorprende, no esperamos siempre lo peor. Si el fujimorismo reconoce los vladivideos como un 'error del pasado', ¿por qué los usa? Porque es muy tentador. En el costo-beneficio calcularon que era beneficio: con un solo sablazo cortaba dos cabezas: la de (el congresista) Kenji Fujimori y Kuczynski. Aunque Keiko Fujimori también ha salido golpeada, todo se reacomoda. Están jugando a que faltan tres años para las próximas elecciones. A Kenji Fujimori lo van a inhabilitar y ya no habrá Fujimoris en el horizonte, solo ella.
P. ¿Qué rasgos del fujimorismo impregnan hasta hoy la política peruana?
R. Los vídeos son constantes: cada dos meses hay un vídeo-bomba. Recordemos al consejero presidencial, el médico al que echaron al inicio del Gobierno de Kuczynski debido a un audio. La cronología es bien nutrida. La grabación secreta o la edición es un rasgo muy nuestro, hemos llegado a un extremo bien descontrolado, anómico. Los documentos, las pruebas de Lava Jato, deben llenar una casa, pero solo ha trascendido una grabación de Lula con un gran empresario. ¿Por qué en Brasil no se graban? Porque hay todavía una especie de respeto.
P. Un código que en Perú ya no hay.
R. Si yo fuera político ya no hablaría, tendría una libretita, ya la gente no puede decir ciertas cosas. Antes la edición era tabú. Te decían: "¡No! está editado"; ahora ya nadie se rasga las vestiduras, ya no se cree porque está editado, es falso o se nota la mala voluntad. Ahora (la política) es una moledora de carne.
P. ¿El concretar resultados sin importar los medios caracterizó a Fujimori?
R. No era así con anteriores presidentes: era una política mucho más teatral que ocurría como un acto de puertas hacia fuera. Ahora son resultados, hechos consumados: rasgos que han llegado con el fujimorismo y ya son generales, no solo de ellos. En la publicidad política también se nota, por ejemplo, en los políticos que bailan –el mitin como fiesta pública, con orquesta (de cumbia)–. En la reelección de 1995, Fujimori estaba tan seguro de que no lo necesitaba, pero (en el año 2000) se pone duro el trabajo: tiene que viajar, bailar, comer. Ahora, después de las elecciones, se retiran y tratan de controlar la cosa desde atrás, con Twitter.
P. ¿Esperaba tanto protagonismo de la familia Fujimori durante el Gobierno de Kuczynski?
R. Sí, cuando perdieron con tan poca diferencia (menos de 42.000 votos) y se hicieron con el Congreso. Desde 1990, hay una línea de ascenso durante 10 años, con un bajón enorme en 2001. En ese tiempo le dije a un excongresista fujimorista: 'Nunca van a estar tan mal como ahora'. No pensé que iban a mejorar tanto, pero no han ganado: la dinastía está presentada, pero no ha jurado, está en potencia. Si Keiko llegara al poder (en 2021), auguro 25 años más de Fujimori. ¿Cómo se llaman sus hijas? Kaori, Kiara. El logotipo ya lo tienen (es una K con fondo de color naranja). ¿Eso es inocente? No.
P. ¿El fujimorismo ha usado la comisión investigadora Lava Jato del Congreso para que la corrupción de los años 90 parezca menor?
R. Sin duda. Pero esa crisis fue peor, una septicemia: del Ejército, los parlamentarios, los canales de televisión. Ahora es una crisis encapsulada, de la élite económica y política. La crisis que ellos generaron era más grave y la seguimos viviendo. ¿Por qué seguimos en esta rueda de vídeos, de Fujimoris? Ellos generaron eso y no lo hemos superado. ¿Cómo dejar de grabar? ¿Cómo cambiar una cultura de agentes provocadores? Algo ha llegado para quedarse, a no ser que cambie la clase política, pero eso no está en el horizonte. Si no contamos lo ocurrido y no cerramos períodos, se repite.
P. En su libro, en 1993, dijo que Fujimori tenía pendiente una transacción con la historia...
R. Del siglo XX solo van a quedar tres expresidentes: Augusto Leguía, Juan Velasco (militar) y Fujimori por importantes, porque cambiaron el juego: no por beneficiosos.
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