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Al Sisi pretende perpetuarse con una farsa electoral

Anulados los candidatos realmente opositores, el mariscal egipcio tiene garantizada la reelección al frente del país norteafricano

Tan solo la profusa presencia de carteles y banderolas con la efigie del mariscal Abdelfatá Al Sisi recordaba a los egipcios su cita con las urnas de este lunes para escoger a su nuevo presidente. O mejor dicho, ratificar la reelección del actual. La campaña electoral no fue digna de tal nombre: no hubo ningún debate televisivo, ni apenas mítines electorales de los candidatos. Hasta el día mismo día de reflexión, Al Sisi continuó con su agenda habitual de Gobierno, inaugurando proyectos y departiendo con líderes extranjeros, como si los comicios no fueran con él. Su régimen dictatorial ni tan siquiera intentó guardar las apariencias ante una votación que percibió como un engorroso riesgo más que como un simple trámite.

Varios egipcios conversan frente a un cartel de Al Sisi en el que se lee
Varios egipcios conversan frente a un cartel de Al Sisi en el que se leeAmr Nabil (AP)

Por no tener, Al Sisi no cuenta ni con un verdadero adversario. El otro candidato, Musa Mustafá Musa, lidera el Gad, un pequeño partido que apoya de forma incondicional al presidente en el Parlamento. Musa sorprendió a propios y extraños al presentar su candidatura horas antes del cierre del plazo, a pesar de no haber mostrado nunca aspiraciones presidenciales. De hecho, hasta un par de semanas antes, una foto de Al Sisi adornaba el muro de su página de Facebook. De ahí su apodo de “candidato marioneta”. “Es tan grave, que cada vez que alguien me pregunta en una entrevista sobre 'las elecciones', mi primera inclinación es responder diciendo que soy analista político, no crítico de teatro”, tuiteó el profesor y analista del Instituto Tahrir Timothy Kaldas.

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A todos los auténticos opositores que intentaron concurrir a los comicios les cayó encima la ira del régimen, independientemente de su ideología. El conservador Ahmed Shafiq fue deportado de los Emiratos Árabes tras anunciar su candidatura, y permaneció en arresto domiciliario hasta que no tiró la toalla. El liberal Anuar Sadat retiró su candidatura a causa del arresto de varios de sus seguidores. El progresista Jaled Ali fue condenado en un bizarro proceso por haber realizado presuntamente un gesto obsceno en público. Ni tan siquiera el ex Jefe del Estado Mayor, el prestigioso general Sami Anan, se libró de la cárcel por osar desafiar a Al Sisi en las urnas.

“No es que Al Sisi ya no acepte la competición, es que ni tan siquiera acepta una crítica educada”, asevera Michele Dunne, directora del programa de Oriente Medio del think tank Carnegie. En los comicios de 2014, el mariscal sí contó como rival con un conocido político, Hamdin Sabahi, al que derrotó por un margen superior al 90%. Sin embargo, sus más fieros detractores, los Hermanos Musulmanes, que derrocó con un golpe de Estado, ya languidecían en prisión. “El hecho de que cuatro de los cinco candidatos [prohibidos] pertenezcan a la élite tradicional -tres eran militares-, demuestra que la oposición a Al Sisi está creciendo incluso entre aquellos que lo apoyaron hace pocos años”, añade la analista.

La popularidad de Al Sisi, a la baja

La caída en la popularidad de Al Sisi está directamente vinculada al duro programa de ajuste estructural que aplicó a finales de 2016 en acuerdo con el FMI. En cuestión de días, el valor de la libra egipcia se desplomó frente al dólar, y la inflación se disparó por encima del 30%. Aunque en los últimos meses la economía ha repuntado, y crece a un ritmo del 5%, el paro apenas ha caído un punto y la población no percibe aún ninguna mejora.

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“Las autoridades están nerviosas ... Aparte de la situación económica, el asunto de Tiran y Sanafir también dañó la imagen de Al Sisi”, opina el politólogo egipcio Mustafá Jalil, en referencia a las dos islas del mar Rojo que el mariscal entregó a Arabia Saudí, percibida por muchos egipcios como una afrenta al orgullo patrio. Además, el presidente solo ha podido cumplir parcialmente sus promesas de seguridad, como recordó el sábado un fallido atentado terrorista en Alejandría contra un alto cargo de Interior. No obstante, aún goza del apoyo de un sector de la población que le percibe como el único capaz de aportar estabilidad después del convulso periodo posrevolucionario.

Ante el clima de creciente represión, y con miles de disidentes en las cárceles, quizás el único indicador de la popularidad de Al Sisi disponible es la tasa de participación, que hace cuatro años fue del 47,5% del censo. Para elevarla, el régimen ha alargado la votación a tres días. “El problema es que no está nada claro que los datos oficiales sean fiables. Musa no contará con observadores en la mayoría de mesas, por lo que realizar un pucherazo sería fácil”, sostiene Khalil.

Algunos analistas creen que el endurecimiento de la represión no está motivado por la debilidad del régimen, sino por su voluntad de descabezar la oposición antes de proceder a enmendar la Constitución para eliminar la limitación de dos mandatos vigente, que obligaría a Al Sisi a retirarse en 2022. “Los acólitos de Al Sisi en el Parlamento ya propusieron reformar la Constitución, probablemente lo volverán a hacer en los próximos dos años, lo que desafiaría la voluntad de los egipcios de volver al modelo de presidencia vitalicia vigente con Mubarak”, comenta Dunne. Egipto, que con su revolución en 2011 propulsó las llamadas primaveras árabes, vive hoy el más crudo de los inviernos.

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