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Putin alardea de la anexión de Crimea para frenar el riesgo de abstención

En los últimos tiempos, el presidente ruso ha subrayado su condición de militar y de “comandante en jefe” de las Fuerzas Armadas

El presidente ruso, este miércoles en un acto en Sebastopol (Crimea).Vídeo: Alexander Zemlianichenko (AP)
Pilar Bonet

En la recta final de la campaña a la presidencia de Rusia, que se vota hoy, Vladímir Putin exhibe ante el electorado su gran carta, la anexión rusa de Crimea, el acontecimiento que para gran parte de sus conciudadanos identificó la figura del presidente con la idea del “resurgimiento de Rusia”. El “retorno” (en la terminología acuñada por el Kremlin) de la península del mar Negro a la “madrecita Rusia” en 2014 es la gran baza a la que, tras 18 años en el poder, Putin ha recurrido esta semana —incluidas la jornada de reflexión de ayer— para conjurar el peligro de abstención que preocupa a su equipo.

El boicoteo de las urnas es la posición que defiende Alexéi Navalni, el pretendiente a la presidencia que no fue admitido en la liza. Yevgeni Roizman, alcalde de Ekaterimburgo (la ciudad del fallecido Boris Yeltsin, y cuarta más poblada del país), hizo este sábado un llamamiento público a la abstención. Para Putin, estas son sus últimas elecciones presidenciales, a no ser que se modifique la Constitución. En los últimos tiempos, Putin ha subrayado su condición de militar y de “comandante en jefe” de las Fuerzas Armadas.

La baza de Crimea es utilizada por el equipo del favorito como un antídoto para neutralizar las dudas y críticas sobre otros aspectos de la política de Putin, incluidos los económicos y sociales. Crimea es el tema de un largometraje que se iba a proyectar anoche en el primer canal de la televisión y es también el tema de un concierto que llevará a restringir el tráfico en el centro de la capital desde las dos de esta tarde. El argumento de la película es un idealizado romance en la península durante las turbulencias de febrero y marzo de 2014. Los cortes de la circulación del centro de Moscú fueron comunicados este sábado por la policía de tráfico, que alega la necesidad de proteger la seguridad de los asistentes al concierto Rusia. Sebastopol. Crimea. Bajo esta divisa, Putin intervino esta semana en un mitin en Sebastopol.

El nombre del vencedor no es una novedad en los comicios de este domingo, en los que Putin confía en legitimar su mandato como jefe del Estado por seis años más, según encuestas y expectativas unánimes. Carentes de intriga sobre el vencedor, las elecciones ofrecerán, no obstante, pistas sobre un futuro, de momento, inquietante.

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Después de las urnas, se verá si Putin continúa con sus impactantes anuncios sobre el poderío militar de Rusia o si entra en otra fase menos explosiva. Más de 110 millones de personas (exactamente 110.858.228) han sido convocadas a las urnas y la gran incógnita del día será el grado de participación, que se prevé inferior a lo esperado por la Administración del Kremlin. Los tecnólogos políticos del favorito tratan de movilizar al electorado con distintos alicientes, desde rifas a pie de urna a ventas de mercancías a buen precio, como huevos en la región de Moscú y empanadillas en la de Yaroslavl.

Los siete contendientes de Putin, que algunos califican de “séquito”, compiten por colocarse en el segundo y tercer puesto y por superar el 1%. Pavel Grudinin, jefe de una explotación agrícola, es el candidato del partido comunista; Ksenia Sobchak, hija del exalcalde de San Petersburgo y exjefe de Putin, representa al sector liberal, aunque algunos sospechan que juega en el bando del presidente; Vladímir Zhirinovski es el veterano contendiente populista; Grigori Yavlinski es un economista que representa al partido Yábloko; Boris Titov, es el defensor de los pequeños empresarios; Serguéi Baburin es un nacionalista ruso, y Maxím Suraikin, es considerado un spoiler para quitarle votos al candidato de los comunistas.

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La campaña se ha caracterizado por el aplastante uso de los medios de comunicación del Estado al servicio de Putin, que ha gozado de barra libre en las televisiones y que incluso se permitió retrasar hasta marzo la alocución anual correspondiente a 2017. Los debates entre los candidatos se “convirtieron en espectáculos donde el presentador dictaba su voluntad”, manifestó a este periódico Lilia Shibánova, fundadora del grupo de observadores Gólos. El formato de estas intervenciones “destruyó a los candidatos como personas y esa fue la principal tecnología utilizada contra los oponentes de Putin”. En la tradición inaugurada por Boris Yeltsin, Putin no se dignó participar en los debates, que se someten a una alambicada regulación, según la cual los contendientes no pueden criticarse mutuamente.

Los detalles que el público recuerda (la lágrima de Sobchak, el portazo de Grudinin, el cruce de insultos entre Zhirinovski y Sobchak) no hacen referencia al contenido de sus programas electorales, sino a reacciones emocionales, entre ellas la impotencia.

Según Shibánova, el miedo del Kremlin a que no se cumpla el pronóstico de participación “establecida en un 70% se ha transformado en una enorme campaña para la participación, comenzando con grandes carteles y en la que trabaja toda la Administración del Estado”. “Nunca se hizo una campaña de movilización como en estas elecciones”, dice la experta, según la cual se ha intentado deslegitimar la abstención como opción válida y se ha utilizado también la violencia.

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Esta semana, la policía y los servicios de seguridad impidieron al grupo de observadores Gólos montar un call center en Moscú para recibir información sobre la jornada electoral. Gólos había alquilado un local para instalar en él a 100 personas con teléfonos y servicios de Internet, pero, tras una conversación con los agentes de la policía y de seguridad, el arrendador del local rescindió el contrato. La jefa de la Comisión Electoral Central, Ella Pamfilova, dio garantías de que tal situación no se repetirá, afirmó Grigori Melkoniants, copresidente de Gólos. Pamfilova, sin embargo, no vio ningún problema en la proyección de la película sobre Crimea en la televisión. En estas elecciones, el número de observadores se ha restringido debido a la categoría de “agente extranjero” introducida en la legislación. Como tales fueron obligados a registrarse tanto Gólos como el Centro Levada, entidad independiente que no ha podido hacer sus tradicionales encuestas sobre la popularidad de los candidatos.

En sus múltiples apariciones mediáticas, Putin ha hecho diversas declaraciones chocantes, tanto sobre el pasado como el futuro. Refiriéndose al secuestro protagonizado por un comando checheno en un teatro de Moscú en 2002, que acabó con la muerte de muchos rehenes debido al uso de gas adormecedor por parte de las fuerzas del orden público, el presidente manifestó que una buena parte de las víctimas fallecieron porque los salvadores no supieron actuar en aquella circunstancia y a algunos de los rehenes les dieron una inyección de antídoto, a otros ninguna y a otros varias. Putin justificó la intervención diciendo que los terroristas iban a asesinar a todos los rehenes en la plaza Roja al día siguiente.

En el capítulo del futuro, el presidente aseguró que Rusia enviará un aparato no tripulado a Marte en 2019. Refiriéndose a las armas nucleares, Putin dijo que esperaba que nunca tuvieran que emplearlas, pero que Rusia respondería si alguien tomara la decisión de destruirla. “Sí, para la humanidad sería una catástrofe global, y para el mundo sería una catástrofe global, pero como ciudadano de Rusia y jefe del Estado ruso quiero preguntar para qué necesitamos ese mundo, si allí no está Rusia”, manifestó.

Las “aburridas elecciones” de 2018 y 2019 generarán un nuevo régimen estatal, afirma el politólogo Glev Pavlovski, que trabajó en el pasado en el equipo de Putin. “Global por su vocación, pero débil y en lucha con su complejidad que antes le reportaba éxitos, se trata de un régimen terminal”, afirma Pavlovski. “Me parece que es hora de empezar a fijarse en lo que hacemos de hecho con el Estado y no soñar con el mejor Estado, que no existe y no existirá. Las cosas han ido demasiado lejos”, afirmó en un artículo analítico sobre las diversas fases del Estado ruso desde 1991.

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Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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