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El viaje a la Luna, cada vez más lejos

Los presupuestos no incluyen partidas adicionales para la misión lunar

Jan Martínez Ahrens
Donald Trump, este lunes en la Casa Blanca.
Donald Trump, este lunes en la Casa Blanca.Carolyn Kaster (AP)

El espacio, con Donald Trump, queda definitivamente muy lejos. El presidente que anunció como una de sus prioridades enviar otra vez astronautas a la Luna ha defraudado las expectativas. El plan presupuestario presentado este lunes revela que no se proveen fondos adicionales para la anhelada misión lunar. Un proyecto que, violines aparte, no iba a acometerse durante su mandato ni siquiera en caso de que ganase la reelección en 2020.

Es un fenómeno bien conocido. Desde hace 45 años, ningún ser humano ha pisado el satélite, pero casi todos los presidentes han promovido evanescentes iniciativas estelares. La más fundada la presentó el presidente George W. Bush en 2004. El objetivo era tocar suelo lunar entre 2015 y 2020. Su sucesor, Barack Obama, la desmanteló y puso el acento en una iniciativa aún más compleja: el viaje a Marte. Ahora, con Trump, la mirada ha vuelto a Luna, pero sin combustible financiero.

La principal dificultad para completar un proyecto de este tipo es su coste. El viaje tripulado a la Luna implica un gasto de unos 100.000 millones de dólares. Una cantidad cinco veces superior al presupuesto asignado a la NASA para el año próximo (19.900 millones, unos 370 millones de incremento). Unos fondos que, además, la Casa Blanca pretende que se reduzcan a partir de 2020 y queden congelados hasta 2023.

En este horizonte, muchos sueños corren el riesgo de resquebrajarse. Entre ellos figura la Estación Espacial Internacional (ISS, en sus siglas en inglés). Tras 17 años de activad, el proyecto presupuestario indica que la estación se dejará de financiar en 2024, coincidiendo con el fin del acuerdo con la Unión Europea, Rusia, Japón y Canadá que la mantiene con vida. Esta retirada es crucial. Washington lleva gastados en el ingenio más de 100.000 millones de dólares, dos tercios del total, y sin su aportación, difícilmente puede sobrevivir. Para mitigar el impacto de esta decisión, la Casa Blanca ha avanzado la posibilidad de que la ISS pueda ser privatizada y se convierta en “una plataforma comercial”. Las dificultades para que este idea se materialice son inmensas. El supuesto interesado se las tendría que ver con una estación que tiene un coste anual de 4.000 millones de dólares, cuya vida operativa acaba en unos diez años y que ha sido diseñada para experimentos de ciencia pura con retornos a largo plazo. Una enorme máquina a la que, ahora mismo, sólo se puede enviar astronautas con intermediación de Rusia, país que ya ha anunciado su intención de tener una estación propia.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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