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Deportado de EE UU sin juicio un empleado de hotel que mató a un gato en Miami Beach con una ballesta

Inmigración expulsa a un hombre que afrontaba 10 años de cárcel por un caso de crueldad animal

Pablo de Llano Neira
Foto policial de Georgios Kollias.
Foto policial de Georgios Kollias.

Miami Beach es una isla de gatos. Rondan por las calles, se mezclan entre los turistas, buscan la sombra bajo cocoteros, merodean los cubos de basura. Y nunca les falta un vecino gatófilo que saca un plato con sobras para que completen su dieta. Los bohemios felinos de Miami Beach viven bien. Son unos residentes más, parte de la identidad de la playa. Por eso los vecinos más activistas en la defensa de los animales montaron en cólera cuando Georgios Kollias disparó su ballesta contra Strushie.

En abril, el gato Strushie, que había nacido en el terreno del Franklin Hotel, en Collins Avenue, segunda línea costera de una de las playas más famosas del mundo, South Beach, apareció moribundo con dos flechas clavadas en el cráneo. Lo llevaron a una clínica para animales, pero Strushie, uno de los gatos más queridos por los vecinos, falleció. Los activistas se pusieron a buscar al responsable y reunieron una recompensa de 27.000 dólares. Presionada por la indignación de los ciudadanos, la policía de Miami Beach se puso a investigar y en julio arrestó a Kollias, un griego de 36 años que trabajaba como guardia de seguridad en el hotel. El caso requirió incluso de la participación de la unidad especializada en delitos electrónicos del Servicio Secreto de EE UU, que consiguió rescatar la grabación del día de los hechos del sistema de vigilancia del establecimiento. Las imágenes mostraban a Georgios Kollias una mañana temprano, pertrechado con una ballesta en la mano, buscando al gato hasta que lo localizó entre unos arbustos bajos y apretó el gatillo dos veces contra el gato rubio.

El gato Strushie en Miami Beach.
El gato Strushie en Miami Beach.

Kollias fue detenido y trasladado a la cárcel Turner Gulford Knight de Miami. Se le impuso una fianza de 25.000 dólares. Se le acusaba de crueldad animal (con al agravante del uso de un arma mortal) y de manipulación de pruebas por el intento de destrucción del vídeo. Por cada uno de los cargos podía ser condenado a cinco años de prisión, un máximo de diez en total. El ejecutor de Strushie parecía abocado a un escarmiento severo, pero un mandato burocrático lo salvó. Ha sido deportado.

Estando en la cárcal, la policía de inmigración (ICE) se lo llevó a un centro para indocumentados de Miami y de ahí fue trasladado con otros internos a otro de Louisiana ante la llegada a Florida del huracán Irma el 10 de septiembre. La maquinaría para expulsar a Kollias se puso en marcha y la Fiscalía de Miami se enteró. Pidió ante el juez del caso que se pospusiera la deportación, pero la orden llegó el 30 de noviembre. Kollias había sido expulsado un día antes.

Una portavoz de la Fiscalía afirma que la orden de arresto de Kollias para su comparecencia ante la justicia seguirá vigente y será detenido en la aduana si trata de entrar en EE UU. No parece probable que el verdugo del querido gato de Collins Avenue vuelva con 10 años de cárcel pendiendo sobre su cabeza. En la página de Facebook Justicia para Strushie (2.259 seguidores) la deportación ha caído como un jarro de agua fría y los activistas reclaman que se investigue si los nuevos propietarios del hotel –menos amigos de los gatos que los anteriores– ordenaron a Kollias que se deshiciese de Strushie.

Con Donald Trump, la deportación de inmigrantes indocumentados es prioridad. En este caso, pesó más que dos cargos criminales graves. Mucho más que la muerte cruel de un gato con carisma.

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