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Los ‘trolls’ rusos: la pesadilla que ha aniquilado la vida de una periodista finlandesa

Jessikka Aro se convirtió en el objetivo de una campaña de difamación tras investigar los perfiles falsos de las redes sociales que difunden propaganda a favor del Kremlin

La periodista finlandesa Jessikka Aro.Vídeo: YLE
Patricia R. Blanco

La vida privada de la periodista finlandesa Jessikka Aro fue aniquilada el 15 de septiembre de 2014. Aquel día inició una serie de reportajes sobre los trolls prorrusos, un ejército de perfiles falsos en las redes sociales que distribuyen propaganda para favorecer al Kremlin y combatir cualquier noticia que cuestione sus políticas. Su trabajo fue galardonado con el Gran Premio de Periodismo Bonnier, el Pulitzer sueco, pero el coste que pagó fue muy alto: sus datos personales aparecieron publicados en uno de los muchos artículos difundidos en Internet para desacreditarla. Desde entonces, recibe amenazas de muerte y vive bajo el acoso permanente, no solo en Internet, sino físicamente en Helsinki. “Hay tanta mierda publicada sobre mí que incluso gente que me conoce se la cree”, lamenta en una entrevista telefónica.

El hostigamiento empezó cuando Aro, periodista de Yle (la empresa pública finlandesa de radiodifusión), pidió a los lectores que le contaran su experiencia con los “trolls prorrusos” con el fin de indagar las tácticas que usan, los foros que frecuentan y la reacción de los propios finlandeses ante la intimidación. “Tan pronto como inicié mi investigación, los propagandistas pro Kremlin se movilizaron contra mí”, relata Aro.

El objetivo era intentar destruir su credibilidad como periodista para desautorizar las conclusiones de su investigación: que el Gobierno del presidente ruso, Vladímir Putin, intenta tomar el control de las redes sociales en su guerra de la información en Finlandia, un país que junto con Suecia se ha convertido en una de las principales preocupaciones estratégicas de Moscú ante la posibilidad de que se integre en la OTAN y amplíe las fronteras de la Alianza Atlántica. Para ello, Moscú se sirve de los llamados trolls. Su actuación ha hecho, según Aro, que muchos finlandeses dejen de comentar en la red noticias sobre Rusia. Algunos, incluso, han comenzado a difundir su propaganda.

El Kremlin ha negado estas acusaciones. Sin embargo, Aro ha investigado lo que asegura que es una “granja secreta de trolls en San Petersburgo”, donde los trabajadores “fingen ser ciudadanos obstinados, que escriben sobre temas políticos”.

Collage sobre Jessikka Aro publicado por 'trolls'.
Collage sobre Jessikka Aro publicado por 'trolls'.

Tras la primera publicación de Aro, la maquinaria de desprestigio de los trolls inundó Internet de informaciones que la difamaban. Artículos en ruso, finés, inglés y alemán aseguraban que “perseguía a la minoría rusa que vivía en Finlandia”, que estaba creando “una base de datos ilegal con los seguidores de Putin” o que era una “asesora de los servicios de seguridad de la OTAN”. Russia Today en alemán lanzó un reportaje que la presentaba como una desequilibrada mental que estaba obsesionada con los trolls. Hay incluso un vídeo en YouTube donde una actriz con una peluca rubia interpreta a Jessikka Aro como una mujer que agita la bandera de la OTAN y de Estados Unidos en la cara de Putin, en un lugar que simula ser la redacción de Yle.

La campaña de difamación “violó brutalmente” su intimidad cuando se filtraron los detalles de una multa de 300 euros impuesta a Jessikka Aro por consumo de drogas en 2002: “Los propagandistas publicaron que yo era narcotraficante o que había escrito mis artículos bajo la influencia de sustancias ilegales”. El episodio más “repugnante” ocurrió cuando alguien le envió un mensaje de texto a su móvil fingiendo ser su padre, que había muerto 20 años atrás, y en el que le espetaba: “Te estoy observando”.

Cada aparición pública de Aro es difundida en Internet, con vídeos que incluyen subtítulos que la ridiculizan, un síntoma de que, en última instancia, la desinformación no es generada por un robot sino por personas reales. La policía finlandesa investiga quiénes son estos acosadores, aunque desenmascararlos resulta más complejo. Pertenecen a grupos criminales neonazis, pero también a grupos de la extrema izquierda que añoran la existencia de la Unión Soviética. Algunos están dirigidos por profesionales de la extorsión y la propaganda; otros se dejan seducir por las políticas de Moscú. Las acciones de todos ellos evidencian que lo que sucede en el ciberespacio no se queda en el ciberespacio:

— La amenaza de la desinformación es que se usa no solo para atacar las ideas sino también para promover actos violentos. El discurso del odio genera actos de odio.

— ¿Ha sufrido este tipo de hostigamiento?

— En Helsinki, algunas veces me reconocen. Una vez me acerqué a un hombre y le pregunté cómo sabía quién era yo y me dijo que lo había leído en el periódico What the fuck! (¡Qué coño!), uno de los principales medios propagandísticos de bulos pro Kremlin en finés. También hay un extremista que escribe en esta web, y del que prefiero no decir su nombre, que me persigue físicamente por Helsinki.

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El acoso físico es una muestra de cómo la desinformación generada por cuentas falsas en Twitter y Facebook va mucho más allá de la denigración en Internet a la que son sometidas sus víctimas: “Mucha gente se ha creído la campaña contra mí”. Aro ha recibido mensajes amenazadores de personas reales desde Rusia, Kazajistán, Ucrania y otras zonas de influencia rusa. También de finlandeses. En algunos le deseaban la muerte. En otros, fantaseaban con violarla. “Incluso gente que me conoce personalmente se ha creído las mentiras difundidas sobre mí. Una antigua amiga del lugar en el que estudié, tras la aparición del primer bulo, dejó este mensaje en Facebook: ‘Oh, Jessikka, era una persona tan encantadora. ¿Cómo ha podido convertirse en una jodida estúpida?”, recuerda Aro.

Pese a ello, Jessikka Aro, cuyo caso se utiliza como ejemplo en entrenamientos a periodistas contra el acoso que pueden llegar a sufrir en el ejercicio de la profesión, no ha sucumbido a las amenazas de los trolls: seguirá haciendo su trabajo, “con el mismo entusiasmo y amor hacia la verdad” con el que lo ha hecho hasta ahora.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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