La debilitada derecha francesa elige al ‘duro’ Wauquiez para liderar la oposición a Macron
El nuevo jefe de Los Republicanos deberá buscar su espacio entre el presidente y el Frente Nacional
La derecha francesa, en ruinas tras sufrir los estragos de la ola Macron en las últimas elecciones presidenciales, tiene un nuevo líder. Laurent Wauquiez, actual presidente de la región Auvernia-Ródano-Alpes, fue elegido este domingo para dirigir Los Republicanos, el gran partido conservador de Francia. Wauquiez, de 42 años, deberá redefinir la identidad de su partido entre un presidente, Emmanuel Macron, que ocupa hoy el espacio del centroderecha, y un Frente Nacional que para muchos franceses sigue siendo un partido proscrito en la ultraderecha.
La victoria de Wauquiez ante dos contrincantes menores, Florence Portelli y Maël de Calan, era esperada. La primera incógnita era conocer las dimensiones de su victoria y la abstención entre los cerca de 235.000 militantes de Los Republicanos, que pasan por horas bajas. La victoria es arrolladora e inapelable: 74,64% de los militantes que se movilizaron optaron por Wauquiez; 16,11% por Portelli; De Calan, un 9,25%. Al super el 50% de votos, no es necesaria una segunda vuelta. La participación es más modesta: un 42,46% de inscritos votaron, menos de 100.000. En las primarias presidenciales de la derecha hace un año participaron 4,4 millones. Es cierto que entonces no hacía falta ser militante para votar, pero la comparación da una medida del déficit de entusiasmo actual.
La segunda incógnita es conocer cómo serán Los Republicanos —el partido heredero de la UMP de Nicolas Sarkozy, el RPR de Jacques Chirac y las diversas encarnaciones del movimiento fundado por el general De Gaulle— bajo el liderazgo de Wauquiez. ¿Un partido transversal, como lo fueron el gaullismo y los partidos de Chirac y Sarkozy en sus momentos triunfales? ¿O un partido escorado a la derecha conservadora, peligrosamente cercano al FN, e incapaz de disputarle le hegemonía a La República en marcha de Macron?
La tercera incógnita será saber si Wauquiez es capaz de afirmarse como líder de la oposición a Macron, un presidente que desde que en mayo llegó al poder ha tenido la fortuna de gobernar sin una oposición real. En parte, gracias a la mayoría cómoda de la que disfruta en la Asamblea Nacional, y en parte porque no ha surgido ningún líder con un programa alternativo. Marine Le Pen, líder del FN y rival de Macron en la segunda vuelta de las presidenciales, parece desparecida del debate público. Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda alternativa de La Francia Insumisa, aspiró durante unos meses a este papel, pero fracasó en su intento de hacer descarrilar la reforma laboral de Macron y su voz se ha diluido. Wauquiez aspira a tomar el relevo, a convertirse —él sí— en el rostro de la alternancia en una Francia en la que ahora Macron todo lo domina.
Wauquiez necesita imponerse en una derecha francesa proclive a las peleas fratricidas. Las elecciones presidenciales y los primeros meses de Macron en el Elíseo han expuesto estas divisiones con toda su crudeza. El fracaso de la candidatura presidencial de François Fillon, que partía como favorito y ni siquiera se clasificó para la segunda vuelta en mayo, abrió una guerra civil que Wauquiez intentará cerrar. No lo tendrá fácil. Destacados políticos de la derecha entraron en el Gobierno Macron —entre ellos, el primer ministro, Édouard Philippe— y otros directamente ingresaron en La República en marcha. Otros han formado un nuevo partido, Agir! (Actuar). Y otro grupo se ha quedado dentro, pero ve con enorme reticencia el liderazgo de Wauquiez, un político con fama de duro que ha flirteado con el euroescepticismo y con el nacionalismo identitario, hasta el punto de que dirigentes del FN lo ven con buenos ojos.
Wauquiez niega una y otra vez que vaya a pactar con el FN. La estrategia —que ya ensayó el presidente Nicolas Sarkozy— consiste no tanto en pactar sino en atraer al electorado del partido ultra y lograr sumarlo a un partido ‘republicano’. Es decir, en la jerga política francesa, identificado con los valores de la República, de los que los partidos mayoritarios excluyen al FN. El riesgo de esta estrategia es acabar comprando las políticas del FN —sobre Europa y sobre la inmigración, por ejemplo— y dándoles carta de nobleza democrática. Otro riesgo —este, táctico— es que con Wauquiez Los Republicanos se alejen tanto del centro que cedan este espacio, y el del centroderecha, a Macron, cuyas primeras reformas económicas —la liberalización del mercado laboral o reducción del impuesto sobre la fortuna— coinciden con el programa de la derecha. Líderes históricos como Alain Juppé —e incluso Sarkozy— no han ocultado sus simpatías por el actual presidente francés.
La ventaja de Wauquiez: tiene tiempo para consolidar su proyecto. Su objetivo es 2022, el año de las próximas elecciones presidenciales. Algún día terminará el estado de gracia de Macron. Algún día los franceses buscarán otro líder. Él quiere estar ahí para presentarse como la alternativa. El trabajo de reconstrucción ha comenzado.
Derechismo sin complejos
Laurent Wauquiez pertence a la generación de Emmanuel Macron, se llevan dos años. Como el presidente, exhibe un currículum académico brillante. Con una diferencia en favor de Wauquiez: este logró ingresar en la Escuela Normal Superior —institución educativa de la élite intelectual—; Macron suspendió el concurso de acceso. Más diferencias: Macron entró tarde en política y sin un corpus ideológico definido. Wauquiez, que ha sido alcalde, diputado y ministro, se lanzó a la carrera por el liderazgo de su partido, Los Republicanos, como un derechista sin complejos. Y otra diferencia con Macron: Wauquiez, un hombre tan detestado por sus adversarios como capaz de crear lealtades entre los suyos, preside la región Auvernia-Ródano-Alpes, con lo que tiene un pie en la Francia local, lejos de la burbuja parisina.
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