Hoffa y Moyano, monarquías sindicales de camioneros hermanadas
Los hijos de los líderes camioneros de Argentina y EE UU han heredado sus puestos y son aliados. "Sería un orgullo que me llevara a la cárcel este Gobierno gorila", reta Moyano
Si alguien se pierde en los pasillos de la CGT, la gran central sindical argentina, es muy fácil encontrar la oficina de Pablo Moyano. Es la única en todo el edificio que tiene varios guardaespaldas apostados permanentemente en la puerta. Hasta tres hombres enormes custodian la entrada y desalientan a cualquier extraño con una simple mirada. A los Moyano les gusta jugar con su mito de duros, incontrolables, oscuros. Tanto que Pablo, hijo de Hugo, el sindicalista más poderoso de Argentina, acaba de volver de EEUU donde se hizo una foto con Jimmy Hoffa. “Los Hoffa son un símbolo de pelea, de resistencia, de lucha por la dignidad. Dicen que estaban con la mafia, pero se dicen tantas cosas. Tan malo no debía ser cuando sus trabajadores lo defendían y votan a su hijo”, clama Moyano en su despacho.
Los dos, Hoffa y Moyano, son camioneros, y ambos heredaron el sindicato de sus padres. Pertenecen a dos monarquías sindicales históricas en sus países. Hoffa controla casi un millón de afiliados en EEUU. Moyano unos 220.000 en Argentina. Ambos reivindican la figura del otro, pero hay una diferencia clave: Jimmy Hoffa padre, que estuvo en la cárcel por sus vínculos con la mafia, desapareció en 1975 en un garaje en Detroit. Nunca más se supo de él. Hugo Moyano, el patriarca, vive y no ha cedido un gramo de poder. Al contrario, su saga se multiplica.
"Sería un orgullo que me llevara a la cárcel este Gobierno gorila [antiperonista]"
“Mi padre admira a Hoffa pero no acabará como él. Es verdad que hay cosas parecidas en nuestras historias, pero nosotros no acordamos con la mafia. Son distintas sociedades, distintas épocas. Acá se pelea contra los empresarios y contra el Gobierno. Tampoco teme acabar en la cárcel. Ni él ni yo. Sería un orgullo que un gobierno gorila [antiperonista] me lleve preso por defender los intereses de los trabajadores. Pero no tienen nada contra nosotros. Que investiguen”, sentencia Pablo, el hijo con el que Moyano controla la rama sindical de la familia. Él reivindica que no heredó el puesto de su padre, se lo ganó: “Yo fui camionero, no es que dije pa, quiero ser secretario. Uno llega al cargo no porque te lo regalaron sino porque hizo su mérito”.
Los Moyano son una saga clave en la historia reciente de Argentina. Ahora mismo la gran batalla del momento, la de la reforma laboral, pasa por ellos. De su guerra con el presidente, Mauricio Macri, depende buena parte del futuro político y económico del país con los sindicatos más fuertes de Latinoamérica.
"Si te enfrentás al poder te van a inventar que sos feo, negro y sucio"
La familia no solo tiene poder sindical, se mueve en todos los frentes. Si Pablo dirige Camioneros, el sindicato clave, Facundo, joven diputado con mucha proyección, se encarga de la política. Ahora además está en las revistas del corazón por su noviazgo con la modelo Nicole Neumann, un salto inesperado para una familia que vino de muy abajo. Huguito, el hermano pequeño, lleva la parte legal, es abogado de la CGT. La esposa del padre, Liliana Zulet, controla la parte empresarial. Y su yerno, Chiqui Tapia, casado con su hija mayor, controla el fútbol, es nada menos que el presidente de la todopoderosa Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Moyano padre preside además Independiente, un club de los grandes.
“Estamos en lo gremial, la política, el deporte y la farándula”, bromea Pablo. “Tenemos combustible, transporte de caudales, recolección de basuras. Si Camioneros para no se mueve ni una tapa de gaseosa en Argentina. Hemos crecido porque siempre hemos defendido a los trabajadores. Cuando Moyano ganó el gremio en 1987 tenía una sede antigua, un hotel en Córdoba y un camping chiquito. Ahora tenemos 14 sanatorios propios, más de 30 hoteles, más de 100 campings y los mejores salarios. Por eso somos tan fuertes. Pero si te enfrentás al poder te van a inventar que sos feo, negro y sucio”, presume. En los 27 años que lleva bajo dominio de los Moyano, Camioneros pasó de 20.000 a 220.000 afiliados.
"No creo que Macri se anime contra Moyano. A estas alturas, Hugo solo le teme a Dios"
Moyano padre ha visto varias veces todas las películas sobre Hoffa y le gustan sus métodos duros. En su despacho está en un lugar destacado la fotografía con Hoffa hijo. Al padre nunca lo conoció. “Le tiene respeto. Para Hugo es un ejemplo de cómo transformó su sindicato”, explica su hijo, que llama a su padre por su nombre. “Hay varias películas, una con Silvester Stallone y otra con Jack Nicholson. A él le gusta mirar esas películas de cómo se pelea con los poderosos”. Muchos le acusan de corrupto, él lo niega en redondo. “Lo están mirando con lupa desde el menemismo, si tuviera algo ya estaría en cana (cárcel)”, resume Pablo, que dice que sí, que hay corrupción en el sindicalismo -“algunos muchachos se habrán mandado algunas macanas, que lo mire la justicia”- pero no en los Moyano.
Algunos creen que esta vez, con Mauricio Macri de presidente fortalecido en las últimas elecciones, Moyano acabará en la cárcel. Los golpes acaban de caerle cerca. El vicepresidente de Independiente, el club que preside, ha sido detenido esta misma semana por presunta asociación ilícita y lavado de dinero. Con él ha caído el histórico guardaespaldas de Moyano, el polaco Petrov, que se resistió tiroteando a los agentes. Hugo ya estuvo una vez en la cárcel, en 1989, cuando le encontraron medio kilo de cocaína en su despacho. Él siempre dijo que se la habían colocado allí para hundirle. Pasó brevemente por la cárcel.
"El Papa es peronista, lo digo orgulloso. Tiene esas raíces de defensa de los trabajadores"
La historia reforzó el mito con varios episodios. En 2003 Moyano, gran aficionado al boxeo, noqueó a un empresario en plena negociación. El hombre se desplomó sobre el pecho de la ministra de Trabajo, Graciela Caamaño. En 2007 fue mucho más grave. Abel Beroiz, tesorero de Camioneros, el que manejaba todo el dinero, murió asesinado en Rosario de tres disparos y siete cuchilladas en un garaje, ese lugar de reminiscencias mafiosas en el que desapareció Hoffa. “Acusaron a Hugo de tener algo que ver con la muerte de Beroiz. Clarin hacía los dibujos de Hugo con las manos manchadas de sangre. La justicia determinó que eso fue una interna [una batalla política] entre ellos, una locura total, por eso el gremio fue intervenido”, se defiende Pablo. “De Hugo se dice que tiene cuentas en Suiza, que tiene empresas de recolección, que tiene estancias, campos. Lo que pasa es que si vos peleás te van a salir a inventar cosas. Porque no peleás contra un perejil, es contra el poder. Nunca se ha comprobado nada. Que pregunten a sus trabajadores como están los camioneros. Eso es lo importante”, remata el hijo.
Los Moyano son recibidos por todos. Incluso el Papa Francisco ha visto hasta tres veces a Pablo. La última, y muy polémica, hace dos semanas. Porque Pablo encabeza la resistencia más dura contra la reforma laboral de Macri que apoyan otros sindicalistas. “El Papa ya tenía una relación con Hugo cuando era cardenal. Y a mí me recibió tres veces. El Papa es peronista, lo digo orgulloso. Tiene esas raíces de defensa de los trabajadores. Le contamos que teníamos la reforma laboral acá. Tuvimos una charla de 15 minutos”, recuerda Pablo.
A sus 73 años, el patriarca mantiene el poder en las sombras y está dispuesto a su enésima batalla contra un presidente que antes fue su aliado, como todos. “No creo que Macri se anime contra Moyano. Y ojalá que no se enoje. Porque a estas alturas, Hugo solo le teme a Dios”, amenaza su hijo. Los Moyano y los Hoffa, monarquías hermanadas, siempre fieles a su estilo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.