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Estados Unidos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Despedirá Trump a la Reserva Federal?

No es fácil destituir a Jerome Powell. El presidente podría pedirle la dimisión, pero ya ha advertido que no dejará su puesto

Reserva federal Estados Unidos
Jerome Powell abandona la sala de prensa tras una comparecencia el 7 de noviembre en Washington.ANDREW CABALLERO-REYNOLDS (AFP / Getty Images)

Casi todos los nombramientos de ministros y otros funcionarios anunciados por el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, han generado una previsible ola de indignación mediática. Una parte de la histeria es atribuible a prejuicios partidistas muy arraigados; otra parte tiene que ver con inquietudes legítimas, y también hay pura tontería.

Pero en lo referido a la economía estadounidense, lo que más atención genera no son sus posibles designaciones, sino más bien sus posibles intentos de destitución. Aunque ha dicho que no buscará sacar de su puesto al presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell —cuyo mandato termina en mayo de 2026—, no hay duda de que le encantaría decirle: “¡Estás despedido!” —como hacía cuando era presentador del programa de telerrealidad El aprendiz—.

La hostilidad de Trump hacia el presidente de la Fed es desconcertante, ya que la labor de Powell ha sido excelente. Aunque no sea tan emocionante como ver el aterrizaje de un propulsor de SpaceX, el aterrizaje económico suave que logró la Fed en medio de subidas agresivas de los tipos de interés no es menos espectacular. Este difícil acto de equilibrio sólo se había logrado una vez, en los años noventa, cuando dirigía la Fed Alan Greenspan, el “maestro” de la política monetaria. Puesto que la consecuencia habitual de una subida brusca de tasas es la recesión, los economistas tienden a considerar un éxito si esta es moderada o, al menos, breve.

Ningún presidente estadounidense ha estado más dispuesto que Trump a despedir a miembros de su Gabinete, pero el presidente saliente Joe Biden se fue al otro extremo, ya que no despidió a ninguno. En particular, defendió al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, a pesar de su actuación en la desacertada política de “fronteras abiertas” de su Gobierno. Y a favor de Trump hay que decir que el principal candidato para sustituir a Powell, Kevin Warsh, es un muy prestigioso exgobernador de la Fed que ha tenido siempre una postura de política monetaria incluso más dura que Powell.

Pero con independencia de que despida o no a Powell, el intento de Trump de obtener más influencia en las decisiones de la Fed puede desestabilizar las expectativas de inflación y provocar una subida de tipos de interés a largo plazo. Aunque es probable que este proceso sea más gradual que lo que tal vez prevén algunos críticos aquejados de “síndrome de enajenación por Trump”, sus consecuencias igual pueden ser nefastas.

A largo plazo, cualquier intento de Trump de debilitar la independencia de la Fed puede restarle capacidad para responder a crisis económicas y financieras. Sin un buen anclaje de las expectativas de inflación, a las autoridades les costará mucho estimular la economía sin provocar una espiral inflacionaria. Además, semejante victoria presidencial sobre la Fed también reduciría la confianza en otras instituciones clave.

Afortunadamente, no es tan fácil despedir a Powell. Aunque a los titulares de la Fed los designa el presidente, la duración de sus mandatos está predeterminada por ley, de modo que no tiene autoridad para destituirlos. Trump podría pedirle la renuncia a Powell, pero este ya ha dejado claro que no dimitirá.

No obstante, la independencia de la Fed no está consagrada en la Constitución estadounidense. Con apoyo suficiente del Senado y de la Cámara de Representantes, Trump podría modificar la ley para destituir a Powell. Pero por ahora, la Fed está protegida por la casi total certeza de que cualquier intento serio de anular su independencia provocará agitación en los mercados financieros. Descartada la opción de destituir a Powell, Trump podría nombrar un Comité Federal de Mercado Abierto paralelo para restarle autoridad a Powell y presionar a la Fed. Ya ha hecho algo parecido con la presidencia desde su victoria electoral en noviembre: el mundo le presta mucha más atención a él que a Biden.

Por supuesto, es improbable que esta estrategia del presidente electo tenga un impacto significativo en la Fed. Tal vez en las audiencias del Congreso o en conferencias de prensa a Powell le hicieran preguntas capciosas sobre las políticas de la Fed paralela, pero sus miembros no tendrían más peso que otros críticos externos. A menos que superen una y otra vez a la Fed en la previsión de las tendencias económicas (un escenario sumamente improbable), nadie le prestará atención al banco central paralelo.

Pero no hay que subestimar los riesgos de las acciones de Trump. Puede decirse que la independencia de los bancos centrales es la innovación más importante en política macroeconómica desde la revolución ofertista de los años setenta. Por más que las metas de inflación y la regla de Taylor hayan tenido una influencia fundamental sobre la política monetaria moderna, dependen de la credibilidad y autonomía de los bancos centrales. La historia muestra que cuando estos organismos monetarios están dirigidos por tecnócratas centrados en mantener la estabilidad de precios, superan una y otra vez a los bancos centrales sometidos a interferencias políticas.

Para entender lo que está en juego, supongamos que Trump consigue despedir a Powell y presiona a la Fed para que mantenga los tipos de interés bajos con el objetivo de estimular el crecimiento económico, sobre todo en sus primeros dos años, antes de que, como es probable, los demócratas recuperen la Cámara de Representantes. Es casi seguro que subirían los tipos de interés a más largo plazo —por ejemplo, los de los préstamos para la compra de viviendas y automóviles, sobre los que la Fed no tiene control directo—, primero en forma gradual y luego drástica. En poco tiempo, la Fed se vería obligada a dar marcha atrás, lo que erosionaría su credibilidad y debilitaría la economía estadounidense.

La buena noticia es que más allá de su carácter errático, en el fondo Trump es un pragmático, no alguien que siga ideologías. A largo plazo, debilitar la independencia de la Fed no beneficiaría a nadie, ni siquiera a él mismo.


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