Los mercados privados como palanca de crecimiento
Es necesario desarrollar vehículos de inversión como fuente de financiación complementaria a la bancaria
A efectos de lo que vamos a analizar en este artículo, el universo de activos financieros puede dividirse en cotizados y no cotizados. A los primeros se los denomina “públicos”, al utilizarse la traducción del término inglés public, lo que en ocasiones lleva a error al interpretarse como “propiedad del Estado”. Pero en los mercados financieros y en la gestión de carteras, Repsol, Inditex o Grifols se consideran compañías públicas, dado que cotizan en la Bolsa. Cualquier activo que esté listado en un mercado financiero se denomina “público”, así como cualquier otro que no cotice recibe la denominación de “privado” (del inglés private). De ahí que cuando nos referimos a acciones de empresas no cotizadas, de préstamos directos a compañías, de inmuebles o de infraestructuras, así como de un buen número más de activos financieros (de hecho, la mayoría), los englobemos dentro de “mercados privados”. La característica de todos ellos es que no cotizan y, por lo tanto, comportan “riesgo de liquidez”, esto es, la dificultad (o imposibilidad) de adquirirlos o venderlos dado que, precisamente, no existe un mercado para ello.
Recuperamos aquí una de las funciones de los mercados financieros: ser generadores de liquidez, al ser éstos un punto de encuentro entre compradores y vendedores. Cuanto mayor sea el número de agentes participantes y mayor la frecuencia de operaciones y su volumen, menor es el riesgo de liquidez, en condiciones normales.
Existe abundante literatura respecto a la prima de rentabilidad extra que debería generar la inversión en activos privados, así como su efecto diversificador frente a los activos cotizados. Ambos aspectos se derivan del hecho de que su precio no fluctúa ni con la intensidad ni con la frecuencia de estos segundos. Pero también por pertenecer a empresas de un mucho más amplio abanico de sectores, de tamaños y de diferentes fases vitales (esto es, por definición, una palanca diversificadora). Un fondo de capital riesgo puede ser accionista de una multinacional del sector textil, un direct lending puede prestar a una pyme regional de España que fabrica estructuras metálicas y, un fondo de impacto puede ser accionista de una pequeña empresa química que está en su primer año de vida.
Por su mayor rentabilidad y su efecto diversificador, en los últimos años está aumentando el peso de los mercados privados en las carteras de los inversores. Pero no en la de todos: solo en la de aquellos que cuentan con un horizonte temporal largo de inversión (más de 10 años) que es el que, precisamente, les permite asumir su menor liquidez (o su iliquidez) a cambio, teóricamente, de un retorno superior.
Los fondos de pensiones se revelan como el tipo de inversor ideal para este tipo de categoría de activo dado su mayor horizonte temporal de inversión y la, en principio, menor posibilidad y probabilidad de reembolso por parte de sus partícipes. Otros inversores con similar perfil son aseguradoras, fundaciones y, en general, endowments (patrimonio al que se le exige una rentabilidad anual que, al menos, permita hacer frente a los gastos en los que incurre la propietaria en el desarrollo de su objetivo o misión).
En diferentes foros y de forma reiterada he defendido la necesidad de desarrollar el mercado de capitales como fuente de financiación complementaria (que no necesariamente alternativa) al canal bancario para fomentar una economía más competitiva. La ratio entre parámetros como la capitalización bursátil o el saldo vivo de bonos dividido entre el PIB está correlacionada de forma positiva con la capacidad de crecimiento de una economía (EE UU es aquí el paradigma).
Pero demos un paso más y no nos limitemos a analizar el valor de mercado de los activos cotizados. No en vano, el número de emisores es muy reducido (incluso en EE UU) Como ejemplo, en el MSCI ACWI, es decir, un índice global de renta variable, encontramos poco más de 3.000 acciones. Una muestra demasiado pequeña de lo que es la “economía real”. Necesitamos los mercados públicos, sí, pero también los privados.
En la estrategia de crecimiento económico de la zona euro para competir con EE UU y China se deben incorporar muchos componentes. Desde el punto de vista de la financiación, un sistema crediticio rentable y solvente debe complementarse con un mercado de capitales desarrollado y profundo. Ello pasa por fortalecer su arquitectura y tamaño, pero también por avanzar en el proceso de transformación de ahorrador a inversor. Añadiría un requisito más: que una parte de esos ahorradores tenga un horizonte de inversión largo para que puedan asumir un mayor riesgo de liquidez y así invertir en mayor medida en los mercados privados.
Los fondos de pensiones, tanto individuales como, sobre todo, de empleo, son el vehículo idóneo para impulsar desde el lado de la demanda este necesario cambio estructural de la economía europea. Pero para que el gestor pueda construir una cartera con un mayor peso en mercados privados (que redunde en una menor volatilidad y una mayor rentabilidad a largo plazo del valor liquidativo del fondo de pensiones) necesita tener certidumbre sobre la permanencia de los partícipes. Medidas que incrementen el riesgo de reembolso son potencialmente negativas para el desarrollo de los mercados privados y, con ello, para el avance del PIB.
Junto a la reivindicación de contar con planes de pensiones con horizonte temporal a largo plazo, sumamos la del desarrollo de vehículos de inversión en los fondos propios, así como de financiación ajena, a compañías pequeñas y medianas con un sesgo regional. Y esta propuesta desde el lado de la oferta debe encontrar complemento desde el lado de la demanda. Por fortuna, existe un buen número de potenciales inversores de este tipo de producto, lo que justifica también su impulso y desarrollo.
Si no todos los agentes son idóneos para asumir riesgo de mercado, el censo de los que pueden asumir un riesgo de liquidez elevado es más reducido. Pero existe. Debería incentivarse y favorecer su operativa si queremos conseguir una economía con mayor y más sostenible potencial de crecimiento. Los denominados mercados privados son una de las claves. Los planes de pensiones, otra.
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