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Bruselas rebaja la ambición de su plan para que la banca comparta riesgos

La Comisión Europea presenta este miércoles una versión descafeinada de la unión bancaria ante la presión alemana

Superado con alivio el triple envite populista del superciclo electoral europeo, Bruselas se sacude la parálisis para retornar a las propuestas. En medio de un contexto propicio, con el crecimiento recuperando el vigor y el Brexit como catalizador de una mayor integración, la Comisión presentará este miércoles su enésimo intento de impulsar la unión bancaria entre los países del euro. Y lo hará rebajando el nivel de ambición para acomodarse a las tesis alemanas.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en Tallin (Estonia), la semana pasada.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en Tallin (Estonia), la semana pasada. INTS KALNINS (REUTERS)

Cuatro años después del inicio de la unión bancaria, la última pata, el fondo de garantía común —que aseguraría los depósitos de hasta 100.000 euros—, permanece atascada en la sempiterna negativa germana a la mutualización de riesgos. La última propuesta de Bruselas, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, modifica el calendario inicial para hacerlo más digerible a Berlín: contempla avanzar hacia el fondo de forma gradual previa reducción de los riesgos en las entidades financieras, y elimina el horizonte temporal de 2024, que hasta ahora manejaba como objetivo para la mutualización completa.

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El cambio, que será presentado este miércoles, supone un retroceso respecto a las últimas propuestas. La Comisión plantea una primera fase en la que si un banco quiebra, el fondo de garantía nacional es el que reembolsa a los ahorradores, y solo en caso de que se agote, la cantidad puede completarse con dinero europeo mediante un crédito que los Estados miembros deberán devolver, por lo que no se absorberían pérdidas.

La segunda etapa, donde el fondo común europeo puede intervenir antes de que se agote el sistema nacional e iría asumiendo progresivamente un mayor porcentaje de pérdidas, también sufre modificaciones: su puesta en marcha se aplaza hasta que todos los bancos de la UE superen el examen de las autoridades europeas para garantizar que están saneados. “Es una propuesta decepcionante y malas noticias para la unión bancaria. Supone una vuelta atrás significativa en la posición de la Comisión sobre la mutualización de riesgos”, resume Nicolas Veron, del think tank Bruegel.

Mientras tanto, como quería Alemania, serán los Estados miembros quienes paguen los desperfectos en su sistema financiero. El fondo de garantía pretende ser una suerte de seguro anticrisis financiado con aportaciones de los propios bancos que debe actuar como cortafuegos tan pronto como asome el próximo pánico financiero. Sin embargo, Berlín insiste en negarse a aprobar que los clientes disfruten de las mismas garantías en una entidad griega o italiana que en una alemana arguyendo el temor a que sus ahorradores acaben pagando los excesos de entidades foráneas, más aún con las entidades italianas en el candelero por el elevado volumen de créditos morosos en sus cuentas.

Bruselas también quiere acabar con la estrecha interdependencia entre Estados y bancos sacando al mercado títulos de paquetes de deuda soberana. La Comisión percibe como un riesgo la elevada exposición de las entidades a la deuda pública de sus países de origen. Y pretende romper el círculo vicioso iniciado con la Gran Recesión: bancos insolventes a los que los Estados deben rescatar, lo que agrava la situación de las haciendas públicas provocando así la devaluación de la deuda soberana y penalizando los balances de las entidades.

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Además, Bruselas propone poner a las grandes firmas de inversión bajo la lupa del Mecanismo Único de Supervisión. La Comisión quiere igualar el terreno de juego con la banca tradicional dado que si bien las compañías de inversión representan un riesgo similar para la estabilidad financiera, por ahora eluden la vigilancia gracias a sus complejas estructuras.

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