El hombre abstencionista y del Este impulsa el triunfo de la ultraderecha en Alemania
Los resultados reflejan las diferencias que todavía separan al país y el colapso de los dos grandes partidos
El domingo, los alemanes volvieron a dar la victoria al partido de la canciller Angela Merkel en las elecciones generales, pero más de dos millones de electores castigaron su gestión. Los votantes también decidieron que Alternativa para Alemania (AfD), la extrema derecha, entrara por primera vez y con fuerza en el Parlamento desde la Segunda Guerra Mundial. Y el partido socialdemócrata se desplomó alcanzando mínimos históricos. Pero más allá de tres los grandes titulares, un análisis más detallado de los resultados ofrece conclusiones muy reveladoras. Tal vez la más relevante es que, casi 30 años después de la reunificación alemana, la brecha entre el Este y el Oeste del país sigue siendo muy profunda. Y otra: gran parte de los votos que pierden los dos grandes partidos los recoge la derecha ultranacionalista de AfD.
El Este se radicaliza
Casi tres décadas después de caer el muro, el este de Alemania es más pobre, está más despoblado, acumula más desempleo y registra una productividad menor que el resto del país. El domingo, esa brecha geográfica tuvo también un claro reflejo en las urnas, que ha situado a la extrema derecha como el segundo partido más votado en la antigua República Democrática Alemana. Con un 20,5% de las preferencias, Alternativa por Alemania quedaría en segunda posición, solo por detrás de la CDU, que obtendría un 27,4%. Les seguiría el postcomunista Die Linke (17,3%), que sin embargo pierde apoyo en su bastión tradicional. Solo después estarían los socialdemócratas (14,6%), incapaces de descapitalizar las diferencias socioeconómicas de las dos Alemanias. En Sajonia, cerca de la frontera con Polonia, AfD llegó a arrebatarle tres distritos electorales a la CDU/CSU.
La sangría de la Gran coalición
El bloque conservador que lidera Merkel (CDU/ CSU) ha gobernado en coalición con el otro gran partido alemán, la socialdemocracia (SPD) durante ocho de los últimos 12 años. Los electores han castigado esta fórmula que ha proporcionado estabilidad, pero que también ha contribuido a generar grandes dosis de desafección política entre ciudadanos que no consiguen diferenciar a unos partidos de otros y que acaban pensando que son todos iguales, como muestra el ascenso de AfD.
En la pasada legislatura, el peso de los apoyos a los partidos de la gran coalición sumó el 67,2% de los votos. Los resultados del domingo indican que esa cifra se ha reducido a un 53,2%. Es decir, más de la mitad de los votantes sigue prefiriendo a los dos grandes partidos, de centro derecha y centro izquierda, pero ese apoyo pierde 14 puntos porcentuales. Esos votos los absorben las pequeñas formaciones, principalmente en los extremos. Todos ellos suben. Die Linke (+0,6), los verdes (0,5), liberales (+6) y Afd (+7,9).
Mayores contra la ultraderecha
A los dos grandes partidos les han votado sobre todo los mayores. En el caso de la CDU/CSU, el 41% de los mayores de 60 años les votó. En el de los socialdemócratas fue un 25%. Eso implica malas noticias para su futuro, teniendo en cuenta que son los jóvenes los menos representados entre sus votantes. Y es justo lo contrario de lo que sucede con la ultraderecha, donde los mayores de 60, con el trágico pasado de Alemania más presente, son los menos representados (10%).
Miedo a la influencia del islam
Pese al castigo de los partidos en el poder, el 84% de los encuestados en estas las elecciones consideraron que la situación económica en Alemania es buena, frente al 74% que así lo creían hace cuatro años y al 19% de hace ocho, según los datos de Infratest Dimap. Estas cifras apuntan a que el descontento no nace tanto de problemas económicos objetivos como de temores relacionados con la inmigración o la identidad. Cuando se pregunta a los votantes cuáles son sus mayores preocupaciones, el 70% dice temer que las divisiones en la sociedad se ahonden, un 62% teme el aumento de la criminalidad, a un 46% le da miedo la influencia del islam y al 38% que vengan demasiados extranjeros.
Votantes que migran
El bloque conservador CDU/CSU es, a pesar de haber ganado las elecciones, el partido que más votos pierde, hasta un 8,6%. La mayoría (1.360.000) van a parar a los liberales, un partido que ha buscado su hueco a la derecha de Merkel con un discurso más duro en inmigración y con líneas rojas muy marcadas respecto a los rescates europeos y al potencial desembolso de fondos del contribuyente alemán para financiar deudas de otros países del club comunitario.
El segundo gran beneficiado de la pérdida de votos de la gubernamental CDU/CSU es la ultraderecha. Casi un millón (980.000) de los que en 2013 votaron a Merkel elijen ahora a AfD, un partido con un claro discurso antiinmigración. El mensaje es meridiano. La política de puertas abiertas que ha permitido la entrada de 1,3 millones de refugiados en los dos últimos años y que lleva la firma personal de Angela Merkel no ha resultado digerible para muchos votantes del partido conservador.
A cambio, la canciller ha conseguido con sus políticas centristas y su status de líder internacional atraer a 20.000 votantes socialdemócratas y sobre todo a 380.000 personas que hace cuatro años no votaron y que han querido ahora frenar a la extrema derecha.
En el caso del partido socialdemócrata, la mayor pérdida de votos (470.000) acaba también en la cesta electoral de la ultraderecha. Otros 450.000 van a parar a los liberales y 430.000 a Die Linke, el partido de la extrema izquierda, que ha recogido parte del descontento de la creciente desigualdad, a pesar de que el SPD haya centrado su campaña en la justicia social y desigualdad. Los datos muestran que el partido de Martin Schulz no ha tenido si quiera la suficiente credibilidad entre las clases más desfavorecidas a las que ha convirtió en prioridad electoral.
El poder de los abstencionistas y de la decepción
ADd ha visto cómo en estas elecciones se han disparado sus apoyos, logrando un 12,6% de los votos. La mayoría son antiguos votantes de la CDU/CSU (980.000), seguidos de los del SPD (470.000) o de la extrema izquierda (400.000). Pero Afd ha logrado sobre todo movilizar a los que no fueron a votar en las pasadas elecciones. Ese era precisamente uno de sus objetivos declarados. Explicaban hace días fuentes del partido a este diario que su misión era sacar de sus casas a aquellos que piensan que para qué votar si al final todos los políticos son iguales. Se propusieron sacarlos aunque fuera a golpe de escándalo.
AfD se ha vendido como el partido diferente, que habla claro y se atreve a decir lo que otros piensan, y ha convencido. Hasta 1.200.000 ex abstencionistas han apoyado ahora a la derecha nacionalista. Y cuando se les pregunta por qué han decidido votar a este partido, el 60% de los votantes de AfD responden que lo ha hecho porque se sentían “decepcionados”.
Mujeres para Merkel, hombres para AfD
La derecha ultranacionalista es, junto con el bloque conservador de Angela Merkel, CDU/CSU, el partido que refleja una mayor brecha de género de todo el espectro político. El discurso bronco y de rechazo a inmigrantes y refugiados ha seducido a más hombres que a mujeres en toda Alemania, pero, sobre todo, de nuevo en el Este. En el caso de AfD, frente al 16% de los hombres que lo votó, apenas un 10% de las mujeres lo apoyó. En el este del país, sin embargo, hasta un 27% de los votantes hombres optó por la derecha nacionalista. En el bloque conservador de Merkel, la proporción es la inversa. Más mujeres (36%) votaron por la continuidad que hombres (30%). Es muy habitual encontrar alemanas que justifican su voto a la CDU por el hecho de que la candidata es una mujer. En el resto de los partidos, las estadísticas no reflejan apenas brecha de género.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.