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El cineclub más pequeño y exclusivo de Bogotá

Diva Botero lleva casi dos décadas enseñando y mostrando cine en el salón de su casa para unos pocos asistentes

Diva Botero presenta a la profesora, a su izquierda, que va a impartir la clase sobre cine contemporáneo en el salón de su casa en Bogotá.
Diva Botero presenta a la profesora, a su izquierda, que va a impartir la clase sobre cine contemporáneo en el salón de su casa en Bogotá.ANA MARCOS
Ana Marcos

Tres filas de sofás dispuestas en paralelo. Cada asiento es distinto del anterior. Tapizados verdes, grises, cuero… Miran hacia una pantalla de 56 pulgadas y un equipo de sonido de más de 2.000 euros. Es el salón de Diva Botero, una mujer de Medellín que reside desde hace más de 40 años en Bogotá. Su casa es una escuela de cine los martes por la mañana y un cineclub por las noches. Aquí solo entran amigos de la dueña y conocidos de esos amigos para ver y aprender sobre este arte desde hace casi dos décadas.

A las 9 de la mañana suena el timbre de la casa de Diva. Comienza la llegada de las alumnas. Un grupo de unas 15 mujeres, todas jubiladas, acuden desde hace años a las sesiones de cine. Se conocieron por el boca-oído. Este es un lugar exclusivo que solo un pequeño grupo de personas conoce. Les espera un desayuno de tinto (café solo) y galletas. Empieza la clase.

Durante unos 40 minutos, un profesor hace una introducción a la película del día. “No pueden hablar más para que no se haga aburrido”, explica Diva. Son maestros de formación, expertos en cine o simplemente cinéfilos. En esta sesión, Blanca Arcila, socióloga, presenta Nocturama del francés Bertrand Bonello. “La he visto tres veces para preparar la clase”, dice esta mujer que primero fue alumna de la escuela casera.

Uno de los programas de cine que organiza Diva Botero y el cuaderno donde anota las películas que tiene que ver.
Uno de los programas de cine que organiza Diva Botero y el cuaderno donde anota las películas que tiene que ver.A. M.

La película forma parte del ciclo sobre cine contemporáneo planteado por Diva y los maestros para el primer semestre de este año. “Estamos viendo una selección del Festival de Cannes, Sundance y otros filmes estrenados en 2016”, explica. Al inicio de cada mes, la dueña entrega una hoja en la que se especifica qué película van a ver, el autor, el año y la temática. Cuando termine agosto les espera la nueva ola rumana, Turquía y una selección sobre la caída del imperio austro-húngaro. El único requisito es que las cintas no se hayan estrenado en salas comerciales. “Aquí no se hacen concesiones si son fáciles o difíciles de ver: esto es cinearte”.

Cada sesión tiene un precio de 33.000 pesos (unos 10 euros). Con este dinero se financia al profesor (200.000 pesos, menos de 100 euros), a la mujer que prepara el desayuno (60.000 pesos, unos 20 euros) y el resto para la organizadora. Este es el salario de Diva, junto a su pensión, desde mediados de los noventa, cuando dejó la economía para dedicarse al cine.

En 1996, cuando Diva Botero vivía en México, se encontró con una colección de 200 VHS a precio de saldo. Las películas fueron llegando a Colombia en las maletas de los amigos que la visitaban. “Pensé que debía ser buena, aunque mi único conocimiento en ese momento sobre cine era el de mis años en la universidad”, explica.

De vuelta a Bogotá, y gracias al consejo de un amigo experto en cine, comenzó a alquilar su pequeña cineteca a salas alternativas y organismos oficiales como el Museo Nacional. “Aquí no había mucho cine de Jarmusch o Kaurismäki. Yo tenía el monopolio”, recuerda. Poco tiempo después, convirtió su salón en un cineclub.

Comenzó a ver películas, una media de tres al día. El resto de su tiempo lo dedica a investigar en sus páginas de referencia en Internet, las que le sirven para elegir qué ver. Cada carátula tiene un número: “La calificación de IMDB”. Su primera colección la pasó a DVD y siguió acumulando patrimonio gracias a diversos proveedores. Ahora tiene miles de ejemplares en uno de los cuartos de su casa. El resto de su bagaje lo ha conseguido con la ayuda de los profesores que imparten sus cursos.

Diva Botero no solo tiene una escuela de cine en su casa, también recibe en su salón los martes por la noche a otro grupo de amigos, más pequeño, para charlar y ver películas. A estas veladas, con el mismo precio, llega con tres finalistas. Los asistentes eligen y, antes de proyectarla, hace una pequeña presentación. De esta iniciativa nació un spin off en el salón de otro amigo los sábados por la noche. “Esto no da plata, es un proyecto de vida”, resume.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura. Forma parte del equipo de investigación de abusos en el cine. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional, además de participar en la fundación de Verne. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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