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Túnez abre el espinoso debate de la igualdad de sexo en materia de herencia

El presidente Essebsi propone una reforma de la ley a la que los líderes religiosos se oponen

A medida que se acercan las elecciones municipales de diciembre, el consenso que ha gobernando Túnez durante los últimos tres años se va agrietando. El presidente del país, Beji Caïd Essebsi, lanzó dos propuestas el día de la mujer tunecina, a mediados de agosto, que no han dejado indiferente a nadie: reformar la legislación para establecer la igualdad entre sexos en cuestiones de herencia, y permitir que la mujer musulmana se pueda casar con un hombre de otra religión. Ambas cuestiones se rigen en Túnez y en todos los países árabo-musulmanes de acuerdo con la interpretación mayoritaria de la sharía o ley islámica. Por eso, Essebsi ha desatado una fuerte polémica que ha traspasado las fronteras de Túnez.

Miembros de una familia tunecina, junto a una mujer judía, en la isla de Yerba.
Miembros de una familia tunecina, junto a una mujer judía, en la isla de Yerba.

“Esta mañana se ha creado una comisión que tendrá como prerrogativa ver cómo se puede establecer la igualdad en la herencia ... Ir hacia la paridad no implica enfrentarse a la religión”, declaró el nonagenario presidente, citando como ejemplo la reforma efectuada en este ámbito por Ataturk, el histórico líder turco. El padre de la independencia tunecina, Habib Burguiba, se inspiró en Ataturk para sus reformas secularizadoras, pero nunca llegó tan lejos. Mientras que la cuestión de la herencia requiere una reforma legal, la prohibición de las bodas mixtas para las mujeres musulmanas viene regulada en una circular del Ministerio de Justicia de 1973, por lo que Essebsi instó al Gobierno a abrogar el decreto. Los tunecinos que profesan el islam sí pueden casarse con una mujer no musulmana.

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La reacción de los ulemas y sabios islámicos no se hizo esperar. Mientras el muftí de la República, un cargo nombrado por el Ejecutivo, se deshizo en elogios hacia el presidente, la mayoría del establishment religioso puso el grito al cielo. “La regulación de la herencia es muy clara en el Corán y la sharía, y es una parte de los textos sagrados que no está abierto a la interpretación en función de los cambios sociales”, espetó el antiguo ministro de Asuntos Religiosos, Nourredin Khademi, a la salida de una rueda de prensa organizada por una asociación de imanes para denunciar la iniciativa presidencial.

Según estos clérigos, la ley islámica es justa en el reparto de los bienes del difunto, y no discrimina a la mujer sino que otorga a cada uno en función de sus necesidades, sobre todo, teniendo en cuenta que el hombre debe pagar una dote al casarse. Si bien es cierto, afirman, que una hija hereda la mitad que su hermano, en otros casos, la mujer recibe una misma parte o mayor que sus familiares varones. Por ejemplo, si una persona muere sin tener hijos, y sus padres ya han fallecido, su hermano y su hermana heredarían exactamente la misma cantidad. La casuística es compleja.

Incluso la Universidad de al Azhar, que desde El Cairo se considera guardiana de las esencias de todo el islam suní, terció en la polémica y censuró categóricamente la propuesta de Essebsi. Mientras la prensa oficialista del régimen egipcio cargaba las tintas contra el presidente tunecino, algunos clérigos lo calificaron de apóstata. Parte de la opinión pública tunecina reaccionó airada ante lo que perciben como una “injerencia externa” de Egipto en un debate nacional. Bajo el hashtag #Azhar_ocúpate_demilitares, que se convirtió en trending topic en el país magrebí, los tunecinos escribieron mordaces críticas a la institución teológica por su apoyo a la represión tras el golpe de Estado de 2013.

Por su parte, las organizaciones feministas se muestran encantadas con las dos reformas. “Desde hace muchos años que trabajamos en estas reformas. La paridad en la herencia sería importante porque la discriminación actual es un factor de la feminización de la pobreza”, opina Monia Ben Jemai, presidenta de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas, la principal entidad feminista del país. “Los pensadores reformistas islámicos, como Tahar Haddad, ya defendieron estos cambios a través de una relectura de los textos sagrados a la luz de nuestros días. Además, la Constitución establece la igualdad entre sexos y la libertad de conciencia”, remacha Ben Jemai.

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Curiosamente, los detractores de las reformas también esgrimen la Constitución democrática de 2014, de carácter ambiguo para lograr el consenso. En concreto, señalan su artículo 2, que define al islam como la religión del país. El poderoso sindicato UGTT, padrino del “consenso tunecino”, se ha opuesto a las reformas aduciendo que no es el momento de abordarla, pues hay otras prioridades. Al histórico partido islamista tunecino Ennahda, que ha ido centrando su discurso en los últimos años, la propuesta presidencial le cogió con el paso cambiado y aún no ha definido su posición de forma clara.

Precisamente, ese parece ser el objetivo del presidente: marcar distancias con Ennahda, su adversario antes de las elecciones y ahora socio de coalición gubernamental. Sus críticos le han acusado de electoralista, y han recalcado que el avance de la mujer tunecina en otros ámbitos es más urgente. Essebsi, que ha presumido de haber recibido el voto de un millón de mujeres, busca consolidar su imagen de campeón del laicismo. Aunque sea a costa de abrir una caja de Pandora en un país que azotado por una grave crisis económica y social y que parecía haber dejado atrás las tensiones identitarias.

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