Trump, ayudante de Maduro
El chavismo tuvo un colaborador tan involuntario como inesperado desde la Casa Blanca luego de que la Asamblea Constituyente asumió las facultades de la Asamblea Nacional
La dictadura de Nicolás Maduro terminó de radicalizarse el viernes pasado, cuando su fraudulenta Asamblea Constituyente asumió las facultades de la Asamblea Nacional. Este nuevo agravio al sistema republicano significa la supresión de la única institución democrática que funciona en el país. Nada que sorprenda. La constituyente llevó a cabo lo que el 29 de marzo había intentado el Tribunal Supremo. Cancelar la división de poderes vaciando al parlamento.
Maduro encontró en su fuga autoritaria un cerrado rechazo internacional. El sábado pasado, 12 embajadores de países latinoamericanos y europeos asistieron al palacio del congreso para expresar su apoyo a la Asamblea Nacional. El Mercosur, que ya había suspendido a Venezuela, también condenó la usurpación.
El aislamiento del régimen es cada día más severo. La comunidad internacional se ha unido en su rechazo. Sin embargo, Maduro tuvo un colaborador tan involuntario como inesperado. Donald Trump. Cuando, desde su club de golf en Bedminster, el presidente de los Estados Unidos tuiteó que sus opciones para Venezuela incluían una acción militar, produjo una ola de rechazo cuyas consecuencias sólo el dictador bolivariano y sus amigos podían festejar. Su efecto más reciente fue cubrir con una sombra el viaje que Mike Pence, su vicepresidente, realizó por la región.
Pence debió soportar que cada uno de los cuatro presidentes que lo recibió repudiara en su presencia cualquier operación armada sobre Venezuela. Michelle Bachelet fue la más dura. Dijo que “Chile no apoyará ni golpes de Estado ni intervenciones militares” y que “en el caso de las sanciones, apoyaremos las que sean adoptadas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”. Bachelet lidera una alianza entre cuyos miembros está el Partico Comunista, que considera que las condenas emitidas contra Maduro por la cancillería chilena son injerencistas.
Sin embargo, presidentes que están en las antípodas del caudillo venezolano también objetaron la posición de Trump en la cara de Pence. El colombiano Juan Manuel Santos dijo: “Le expresé al vicepresidente que la posibilidad de una intervención militar en Venezuela no debe ser contemplada”. El argentino Mauricio Macri, a quien Maduro llama “sanguijuela”, insistió en la necesidad “de seguir exigiendo un cronograma electoral, el respeto a las libertades, y que se libere a los presos políticos y se respete la independencia de poderes". Pero advirtió: “En el Mercosur no vemos como una alternativa la fuerza para la solución del conflicto en Venezuela”. Otro aliado de los Estados Unidos, el panameño Juan Carlos Varela, anticipó medidas contra el régimen bolivariano, pero apostó también a “una solución pacífica”.
Pence se encargó en todos los casos de matizar a Trump con una pirueta retórica: “Manejamos distintas opciones, pero confiamos en que vamos a encontrar una solución pacífica”.
Trump consiguió complicar el viaje de su segundo, a quien, además, obligó a regresar antes de tiempo. Los aliados de Maduro celebraron. Evo Morales, por ejemplo, tuiteó: “Rotundo fracaso de EEUUU. Vicepresidente Pence no logró apoyo para intervenir militarmente Venezuela. Ninguna injerencia será jamás aceptada”. Trump había prestado un servicio inapreciable. Justificar que Maduro y quienes lo sostienen se envuelvan en la bandera de la soberanía.
Antes que perjudicar a Pence y a sus anfitriones, el presidente norteamericano dañó a la sufrida oposición venezolana. La Mesa de Unidad Democrática debió emitir un comunicado rechazando toda intervención externa. Para no referirse sólo a la de Washington, condenó también la que desde hace años ejerce La Habana, que participa del gobierno de Maduro. Los partidos opositores repudiaron también otra forma de intervencionismo: la entrega de activos del país a potencias extranjeras.
Es un nudo principal del conflicto. Una de las razones por las que el Poder Ejecutivo suprimió la Asamblea Nacional es la negativa de los parlamentarios a aprobar los acuerdos económicos que el régimen suscribe con China y Rusia para aliviar su asfixia financiera. China, Rusia, Bolivia, Cuba serán los participantes de la “cumbre de la solidaridad” a la que está convocando Caracas para sostener su dictadura. Será difícil distinguir si es una liga pro venezolana o anti estadounidense. Unidos por un tuit.
Con ese tuit irreflexivo, Trump disparó, además, contra sí mismo. Porque la amenaza de una intervención armada en Venezuela volvió a revelar que su gobierno carece de una estrategia homogénea también frente a la crisis que atraviesa ese país. Cinco días antes de su declaración, el asesor de Seguridad Nacional Herbert Raymond McMaster descartó una acción militar en Venezuela. “No, no lo creo”, contestó el teniente general al ser consultado sobre un eventual ingreso de tropas estadounidenses. Mc Master explicó por qué no era conveniente lo que después propondría su presidente. Recordó que la “larga historia” de injerencia estadounidense en América Latina ha causado “problemas en el pasado”, y que la Casa Blanca no quiere dar a “este régimen o a otros” la oportunidad de decir que “los yanquis son la causa del problema”. Por si no quedaba claro, agregó: “Es importante para nosotros colocar la responsabilidad de esta catástrofe en los hombros de Maduro. Él es quien la ha causado, y él es quien la perpetúa”.
Cuando lanzó su tuit, Trump estaba en una sala acompañado por McMaster. La política exterior de los Estados Unidos es la torre de Babel. También en Venezuela.
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