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El yerno de Trump reconoce cuatro reuniones con personalidades rusas pero niega cualquier colusión

En el Congreso, Jared Kushner minimiza sus contactos antes de la investidura presidencial

Jared Kushner en junio en la Casa Blanca.Vídeo: AP | VIDEO: EPV

La investigación a la llamada trama rusa entró este lunes en una nueva fase de elevada carga política. La comparecencia ante el Comité de Inteligencia del Senado de Jared Kushner, yerno y asesor de Donald Trump, supone la primera vez que un integrante del círculo cercano del presidente se ve obligado a explicar sus conversaciones con ciudadanos rusos antes de la investidura presidencial. Kushner compareció a puerta cerrada en el Senado. En su declaración inicial, que hizo pública, admitió cuatro contactos en 2016 con personalidades cercanas a Moscú, pero los minimizó y negó cualquier irregularidad. Y, sobre todo, soslayó la esencia de la trama: los encuentros no se conocieron hasta empezar a destaparlos la prensa en marzo.

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Kushner, un multimillonario empresario de 36 años, entró y salió sonriente del Senado. Se presentó como un novato en política, reacio a los focos y que involuntariamente acabó involucrado en la campaña electoral del padre de su esposa, Ivanka Trump. “Mi experiencia era en negocios, no en política”, dijo en su declaración antes del turno de preguntas. El yerno del republicano, con un enorme poder en la trastienda de la campaña y la presidencia, enmarcó sus “limitados contactos” con ciudadanos rusos en las interacciones habituales con al menos 15 países interesados en conocer los objetivos de Trump.

“No coludí, ni conozco a nadie en la campaña que coludiera con cualquier gobierno extranjero. No tuve ningún contacto inapropiado. No he dependido de fondos rusos para financiar mis negocios en el sector privado”, proclamó ante los legisladores. Y atribuyó al error de un asistente y a las prisas el hecho de haber omitido todos sus contactos con representantes extranjeros en la solicitud de su credencial de seguridad cuando empezó a trabajar en el Gobierno, a finales de enero.

Tras comparecer en el Senado, Kushner leyó una breve declaración ante la prensa en la Casa Blanca en que reiteró su inocencia. “Todas mis acciones fueron apropiadas”, dijo. “Donald Trump tenía un mejor mensaje y llevó a cabo una campaña más inteligente. Esa es la razón por la que ganó. Sugerir otra cosa ridiculiza a aquellos que votaron por él”.

Los servicios de inteligencia estadounidenses acusan a Rusia de orquestar una campaña de ciberataques para ayudar a Trump a ganar las elecciones del pasado noviembre. El magnate inmobiliario —que como candidato elogió repetidamente al presidente ruso, Vladímir Putin— se resiste a reconocer la autoría rusa, niega cualquier irregularidad y alega sufrir la “mayor caza de brujas” de la historia. Un fiscal especial, Robert Mueller, y varios comités legislativos investigan si hubo algún tipo de coordinación entre el equipo del republicano y la presunta injerencia electoral del Kremlin. También si Trump trató de obstruir las pesquisas sobre Rusia con el despido de James Comey como jefe del FBI.

En el Senado, Kushner, que el martes comparece a puerta cerrada en la Cámara de Representantes, detalló sus cuatro contactos con representantes rusos. El primero, que era el único que no había destapado la prensa, tuvo lugar en abril de 2016. Asegura que habló “menos de un minuto” con cuatro embajadores, incluido el ruso Sergei Kislyak, antes de un discurso en política exterior de Trump en Washington.

Una pesadilla para Trump

La trama rusa es una pesadilla para Donald Trump en su sexto mes de presidencia. Una sombra que solo hace que crecer. La agenda y el discurso del mandatario están secuestrados por el goteo constante de revelaciones y sus consecuencias.

Los contactos no revelados con el embajador ruso en Washington, Sergei Kislyak, le costaron el puesto en febrero de consejero de Seguridad Nacional a Michael Flynn y obligaron en marzo al fiscal general, Jeff Sessions, a apartarse de la investigación del FBI a los lazos rusos de Trump.

Como consecuencias colaterales, el despido de James Comey como director del FBI desencadenó el nombramiento de un fiscal especial, ha llenado la Casa Blanca de abogados y la semana pasada se supo que el embajador ruso será sustituido.

Aseguró que los diplomáticos le invitaron a almorzar en el futuro, pero que él declinó. Y alegó que no tuvo ninguna “relación continuada” con Kislyak antes de las elecciones y que le conocía poco hasta el punto de que no recordaba su nombre tras los comicios.

La segunda reunión fue la revelada hace dos semanas y que ha puesto en aprietos a Donald Trump Jr., el hijo mayor del presidente. Junto a él y Paul Manafort, entonces jefe de campaña del precandidato republicano, Kushner participó en el encuentro, el 9 de junio en la Torre Trump de Nueva York, con una abogada rusa que les había ofrecido información comprometedora sobre Hillary Clinton, la candidata demócrata en los comicios.

Según unos correos difundidos por Trump Jr., un agente musical amigo del magnate le contactó unos días antes para organizar una reunión con una “abogada del Gobierno ruso” como parte de un esfuerzo de Moscú para ayudar a Trump.

Sin embargo, Kushner esgrimió que no repasó la cadena de correos hasta que su equipo lo hizo recientemente en el marco de la actualización de su credencial de seguridad. Afirmó que en la reunión no se habló de asuntos relacionados con la campaña sino del malestar de Moscú por una ley contra violaciones de derechos humanos. Sostuvo que fue una “pérdida de tiempo” y que no tiene conocimiento de que se les ofrecieran documentos. Es un argumento casi calcado al del hijo de Trump.

El yerno del presidente también admitió haberse reunido el 1 de diciembre, tres semanas después de la victoria electoral, con el embajador Kislyak. Le preguntó cuál era la mejor persona con la que mantener “conversaciones directas” y que tuviera contacto con Putin. “El hecho de que estuviera preguntado por maneras para empezar un diálogo después de las elecciones debería verse como una evidencia fuerte de que no conocía que existiera uno antes”, subrayó.

Kushner desmintió que, en esa reunión, le ofreciera establecer un canal secreto y seguro de comunicación entre el equipo de Trump y el Gobierno de Putin. Kislyak explicó a sus superiores en Moscú que recibió una propuesta de ese tipo, según publicó en mayo la prensa estadounidense. Pero el yerno de Trump argumentó ante los senadores que el embajador le explicó que le quería transmitir información militar sobre Siria y quería saber si el equipo de Trump tenía alguna línea segura de comunicación. Kushner le respondió que no tenían ninguna línea de ese tipo y le preguntó si se podía usar alguna en la Embajada rusa, pero el diplomático rechazó la oferta.

La última reunión fue el 13 de diciembre con Sergey Gorkov, responsable del banco ruso Vnesheconombank, al que EE UU ha sancionado por las injerencias rusas en Ucrania. Kushner adujo que lo vio por insistencia del embajador, pero también minimizó el encuentro y señaló que no hablaron de “políticas específicas”.

“Estoy esperanzado de que esto apacigüe estos asuntos”. Fue la última frase de la declaración inicial de Kushner. En el Senado enfatizó que no tiene “nada que ocultar”, pero solo el tiempo determinará el alcance de su papel en la trama rusa que acecha a Trump.

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