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François Burgat: “La victoria en Mosul es engañosa”

Experto en islam. El debate sobre el origen del yihadismo divide a los estudiosos. Este analista cree que es inseparable de los problemas de las sociedades en las que surge

Johnny Vaet Nordskog

El politólogo e islamólogo francés François Burgat (Chambéry, 1948) ha dedicado la mayor parte de su carrera académica al “trabajo de campo” en diversos países del mundo árabe, desde Rabat hasta Damasco pasando por Saná. Fruto de esta labor de casi cuatro décadas, ha publicado recientemente Comprendre l’islam politique (en fase de traducción al castellano por la editorial Bellaterra), en el que, junto a anécdotas y vivencias, desgrana las características y evolución del que ha sido su principal objeto de estudio: el islamismo político. EL PAÍS habló con Burgat en Túnez tras una conferencia, y completó esta entrevista posteriormente por vía electrónica.

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Pregunta. ¿Cuáles cree que son las raíces de la aparición del yihadismo?

Respuesta. El extremismo no cae del cielo. Encuentra un terreno abonado en las injusticias. Con el tiempo, una ideología radical puede adquirir una cierta autonomía del contexto en el que apareció, pero esa no es la situación hoy: la yihad actual sigue siendo una ideología principalmente reactiva. Nunca habría encontrado un eco si las instituciones representativas de las sociedades donde está enraizado no sufrieran graves disfunciones. En Mosul no han tolerado o apoyado al Daesh por una adhesión ideológica a sus exégesis coránicas, sino por ser su última carta, la elección menos mala de las disponibles.

P. ¿Qué representa la reciente caída de Mosul?

Occidente debe ir más allá de sus intereses comerciales, que se traducen en el apoyo a dirigentes desacreditados a ojos de sus ciudadanos

R. Esta es una victoria por la fuerza bruta. En realidad, es una victoria engañosa, sólo traslada en el espacio y en el tiempo el verdadero problema que ninguno de los actores de la coalición ha sido capaz de resolver: la reconstrucción en Irak y Siria de un tejido institucional funcional.

P. ¿En qué medida esa disfunción es fruto de una dinámica interna?

R. En algunos casos lo es, pero en la historia reciente del yihadismo los desequilibrios internos se han visto agravados por la interferencia extranjera. El yihadismo en su forma actual nació en Afganistán en respuesta a la interferencia soviética y estadounidense; opera en Irak tras la invasión de Estados Unidos, y se extendió a Siria en respuesta a la interferencia iraní, rusa y occidental. Por tanto, la mejor manera de luchar contra la ideología yihadista es tratar las causas subyacentes que empujan a ciudadanos de las sociedades musulmanas a elegir esta interpretación radical, divisiva y sectaria de su identidad religiosa. Estoy convencido de que no se podrá pacificar Oriente Próximo reformando el discurso religioso, sino que será la pacificación la que traiga la reforma del discurso.

P. En el caso de los yihadistas europeos, esta interpretación no sirve. ¿Cuál es su tesis?

R. No son dos realidades del todo desconectadas. En las sociedades europeas y también en algunas orientales, a causa de las guerras por el poder y de su influencia política, los no musulmanes gozan de una posición de hegemonía. Y no solo eso, existe una estigmatización de la identidad musulmana en Occidente que lleva a un sentimiento de alienación y de humillación entre algunos jóvenes musulmanes.

P. Por tanto, no está de acuerdo con la tesis de Olivier Roy sobre la condición de “nihilistas” de los yihadistas europeos.

R. Su tesis es interesante porque refuta la prioridad dada por algunos a la explicación religiosa. La teoría de la socialización o de la sacralidad de odio, como dijo Farhad Khosrokhavar, puede ayudar a completar ciertos aspectos del perfil de jóvenes yihadistas europeos. Pero Roy insiste, y aquí divergimos, en que la difusión de esta ideología “nihilista” no tiene relación con el sentido de estigma asociado a la identidad musulmana. Eso lleva a ocultar la responsabilidad del contexto ambiental en el que a menudo se desarrolla la trayectoria de radicalización en Occidente. No se puede perder de vista la persistencia de las viejas relaciones de dominación Norte-Sur nacidas de la colonización.

P. ¿La herencia de la colonización continúa siendo un factor aun cuando estos jóvenes no la han vivido?

R. ¡Por supuesto! ¡Imagine por un momento que tal razonamiento, el de no haber vivido una injusticia o una masacre, se aplicara a los ciudadanos armenios o los judíos! Este es el error de Roy. ¿Cómo se atreve a decir que los yihadistas europeos “no saben nada sobre el conflicto árabe-israelí”? Numerosos estudios, y los testimonios de los yihadistas, han demostrado que muchos de estos jóvenes han pasado por la cárcel, y que esa ha sido una vía de politización. El sentido de pertenencia o identificación con un grupo humillado es compartido por los jóvenes que pasan a la acción.

P. ¿Cómo ve la situación actual del islamismo político en el mundo árabe?

R. Depende de la definición que le demos al término. Tras la primavera árabe, recurro a la expresión “diversidad omnipresente” para explicar su posición. Están por todos lados: desde las prisiones hasta los cenáculos del poder pasando por posturas apolíticas… Si lo personalizamos, tenemos, por un lado, al tunecino Rached Ghannouchi, coautor de una de las Constituciones más democráticas y el más laico del mundo árabe, y por el otro, a Abu Bakr al Baghdadi, fundador iraquí del Daesh.

P. ¿En qué medida los Hermanos Musulmanes siguen siendo un actor relevante en Egipto?

R. La victoria militar del régimen de Al Sisi es coyuntural, y no se puede interpretar como una victoria política o ideológica. En Egipto hay alrededor de 35.000 presos políticos. De estos, sólo unos 50 son progresistas. El islamismo sigue siendo el principal actor entre la oposición. Específicamente, la Hermandad está dividida en varias corrientes y se enfrenta a la competencia de quienes siempre han denunciado las ilusiones de su postura legalista, pero sigue siendo la primera alternativa.

P. ¿Cree que las primaveras árabes han fracasado o aún hay esperanza?

R. Nuestra percepción de la opinión pública árabe no debe reposar en la única minoría que dice lo que queremos oír. Ningún cambio profundo como el abandono del autoritarismo puede ocurrir rápidamente. No olvidemos que la Revolución Francesa necesitó de casi un siglo para ofrecer un sistema político estable y funcional. Soy relativamente optimista.

P. ¿Qué debería cambiar en la política occidental hacia el mundo árabe?

R. Debe salir de una configuración marcada por la persistencia de un desequilibrio heredado de la historia colonial. Debe ir más allá de la defensa de nuestros intereses comerciales, lo que con demasiada frecuencia se traduce en el apoyo a regímenes donde la represión sustituye a la representación y que están desacreditados a los ojos de sus ciudadanos, como el de Al Sisi.

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