Trump trata de rebajar la tensión con Macron con un viaje relámpago a París
El presidente de EEUU acepta la invitación de asistir al desfile militar del 14 de julio, día de la fiesta nacional francesa
Volverán a verse, darse la mano y posiblemente medirse en público. Donald Trump y Emmanuel Macron, los dos grandes antagonistas de la política mundial, se encontrarán el 14 de julio en París, en la celebración de la fiesta nacional francesa. La invitación cursada y reiterada por el Palacio del Elíseo para asistir al desfile militar ha sido aceptada por la Casa Blanca en una señal de que Washington busca rebajar la tensión con la nueva estrella del firmamento político europeo.
Desde su entrada en el escenario de la gran política, Macron ha tallado su figura en oposición a la del multimillonario estadounidense. El presidente francés es culto, progresista en lo social y moderadamente liberal en lo económico. Trump es el huracán que procede de las tierras bárbaras del republicanismo. Se mofa de los tratados internacionales, siente urticaria ante el gasto público e idolatra el dinero privado. Son polos opuestos. Habitantes de planetas que giran en órbitas distantes incluso en temas tan universales como el cambio climático.
Hace apenas un mes, Trump dio rienda suelta a sus creencias más radicales y decidió romper con el “debilitante, desventajoso e injusto” Acuerdo de París. El manotazo resumió su presidencia. Movido por intereses electorales y económicos a corto plazo, dio la espalda a la ciencia y abandonó la lucha ante uno de los más inquietantes desafíos de la humanidad.
Al otro lado de Atlántico, Macron aprovechó para convertirse en adalid del cambio climático. Alzó la voz en su defensa, se alió con sus grandes colegas europeos y hasta ofreció Francia, su Francia republicana y laica, como tierra de refugio a los científicos estadounidenses implicados en la cuestión. De un golpe, tomó el liderazgo mundial anti-Trump.
El movimiento no pasó inadvertido en Washington. Ya el célebre y forzado apretón de manos en la cumbre de la OTAN del 25 de mayo había adelantado a Trump que Macron no estaba hecho para el olvido, sino que era un político consciente del totemismo presidencial francés y con enorme instinto para reconducir los vientos contrarios a su favor.
Desde entonces, la relación entre ambos líderes parecía destinada a librarse en un cuadrilátero. Y quizá aún sea así, pero al aceptar la invitación, el presidente de Estados Unidos muestra un intento de aproximación. Primero se verán en un encuentro bilateral en la cumbre del G-20 en Hamburgo y, una semana después, Trump acudirá a París en una fecha cargada de simbolismo, donde cualquier gesto fuera de lugar desatará una tormenta sideral.
El 14 de julio es un crisol ideológico. Se celebra la reconciliación de los franceses, pero también se recuerda la toma de la Bastilla y con ella el fin del despotismo monárquico y el nacimiento de la Francia universal. Del país que brilló como pocos en la construcción de los ideales humanistas. La fecha de la visita también coincide con la conmemoración de los 100 años de la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. Un hecho que permitirá que soldados americanos participen en el desfile militar.
La señal es clara. La Casa Blanca trata de recuperar el terreno perdido en un momento de búsqueda de alianzas ante desafíos como Siria o el ISIS. “Los dos líderes tratarán también de cooperación antiterrorista y colaboración económica”, indica el escueto comunicado de la Casa Blanca, precedido el martes por una llamada telefónica en la que se acordó actuar de forma conjunta en caso de que se produzca un nuevo ataque químico de Damasco. Unos pasos aún pequeños, pero que indican que todo se encamina a un descenso de la la tensión.
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