Macron dice que el tenso apretón de manos con Trump “no era inocente”
"En mis diálogos bilaterales, no dejaré pasar nada, así es como uno se hace respetar", avisa
Emmanuel Macron lleva en el cargo desde el 14 de mayo y todavía no ha hecho nada: no ha aprobado ninguna ley ni adoptado ninguna iniciativa de peso.
Pero ha demostrado un control hábil de la imagen, del aspecto más teatral de la política. Sabe que los gestos son poder.
Lo demostró en un ya célebre apretón de manos con Donald Trump.
Trump suele agarrar fuerte la mano de su interlocutor y estirarla. Puede interpretarse como un acto de fuerza. El macho alfa que marca el territorio antes de comenzar la negociación. Que señala a las claras quién es el más fuerte en la sala. Quién manda.
Macron, en su primer encuentro cara a cara con Trump, el jueves en Bruselas, iba preparado, según revela en una entrevista con Le Journal du Dimanche. No dejó que Trump le estirara la mano: fue él quien la apretó fuerte y durante unos segundos no le soltó.
El gesto fue portada de diarios estadounidenses como The Wall Street Journal.
“Mi apretón de manos con él no era inocente, no era el alfa y omega de la política pero era un momento de verdad”, dijo Macron a Le Journal du Dimanche.
“Hay que mostrar que no se hacen pequeñas concesiones, incluso simbólicas, pero tampoco mediatizar nada en exceso”, añade.
Una de las críticas que se lanzaban a Macron durante la campaña electoral era que, por su inexperiencia política y su juventud, los Trump, Putin y Erdogan lo devorarían. El presidente francés, que antes que político quiso ser actor de teatro, quería evitar esta imagen desde el principio.
“Donald Trump, el presidente turco o el presidente ruso están en una lógica de relaciones de fuerza, lo que no me molesta”, dice Macron. “Yo no creo en la diplomacia de la invectiva pública, pero en mis diálogos bilaterales, no dejaré pasar nada, así es como uno se hace respetar”.
En la cumbre de la OTAN en Bruselas y en la del G-7 en Taormina, Macron combinó estos guiños gestuales con un mensaje sutil y equilibrado con Trump. Más que criticarle por romper el consenso sobre el cambio climático, le animó a sumarse al consenso. En sus declaraciones públicas, prefirió ver la botella medio llena a verla medio vacía.
Con Macron, ha vuelto la teatralidad y la solemnidad al Elíseo. Dice querer ser un presidente gaullo-mitterrandiano, en alusión a Charles de Gaulle y François Mitterrand, que fueron los últimos presidentes con un aura monárquica. El nuevo presidente cree que sus antecesores desacralizaron el cargo y quiere devolverle la autoridad.
Y sabe que sin liturgia no hay poder, ni autoridad. El saludo con Donald Trump es un ejemplo.
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