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Ley y mujeres en la academia de policía de Palestina

El Gobierno palestino imparte formación universitaria a sus futuros agentes, entre los que hay un 27% de alumnas

Juan Carlos Sanz
Mujeres palestinas reciben formación en la academia de policía
Mujeres palestinas reciben formación en la academia de policíaEFE
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En la Universidad al Istiqlal (Independencia) de Jericó están prohibidas las armas. Parece lo normal en cualquier campus, pero este centro situado a orillas del río Jordán en Cisjordania es también la academia de policía palestina. Desmilitarizada de conformidad con los Acuerdos de Oslo de 1993 suscritos con Israel, la Autoridad Palestina nació sin Ejército y con unas fuerzas de seguridad que solo disponen de armas ligeras y están limitadas al mantenimiento del orden público. Así que no es de extrañar que sus alumnos-cadetes tengan que desfilar marcando el paso con fusiles de madera.

El general Twafiq Tirawi, de 69 años, antiguo jefe de la muhabarat (inteligencia) y fundador de la academia en 1998, lo advierte de entrada: “Somos una nación bajo ocupación”. Es un lema que repiten de carrerilla todos los estudiantes. El centro de formación policial se transformó hace una década en una universidad que agrupa los estudios de seguridad en Palestina. “Tenemos que seguir construyendo nuestras instituciones mientras tanto”, sentencia, antes de insistir en que los futuros policías palestinos deben educarse en el “respeto a la ley y los derechos humanos para mejorar el trato dado a los detenidos”.

Amnistía Internacional constataba en su último informe que la tortura y los malos tratos sufridos bajo custodia policial siguen siendo práctica habitual tanto en Cisjordania (179 denuncias), bajo control del Gobierno de Fatah, el partido del presidente Mahmud Abbas; como en Gaza (434 casos recopilados por la Comisión Independiente de Derechos Humanos), donde ejerce el poder el grupo islamista Hamás.

Los nuevos agentes de seguridad llegan ahora a las comisarías palestinas con doble titulación en ciencias de la seguridad y en derecho, criminología, psicología o lenguas (inglés y hebreo). “Mi sueño es doctorarme en Estados Unidos”, revela Ahmed Rencano, de 22 años, en fluido inglés. A punto de licenciarse en Derecho, este estudiante de Ramala aspira a poder completar en el exterior su “formación militar y civil”.

En la Segunda Intifada (2000-2005), el aparato de seguridad palestino quedó prácticamente arrasado por el Ejército de Israel tras haberse puesto del lado del levantamiento popular. Desde entonces el Gobierno de Abbas ha impulsado la preparación de los nuevos agentes como uno de los pilares de la construcción del Estado palestino.

Mientras los más de 2.000 alumnos de la Universidad al Istiqlal desfilaban recientemente ante el claustro de profesores durante la visita de un grupo de periodistas extranjeros, un caza israelí atravesó con atemorizador estruendo en vuelo casi rasante el campo deportivo de la academia sobre las columnas de cadetes.

El general Tirawi se ufana de que en sus aulas hay un 27% de alumnas. “Este es uno de nuestros mayores éxitos”, confiesa el fundador del centro. En comparación con el en torno a un 10% de agentes enroladas en los cuerpos policiales españoles, las fuerzas de seguridad palestinas parecen tender a feminizarse, aunque aún quedan por debajo del nivel de las fuerzas policiales de Israel, con un 30% de féminas en plantilla.

La enseñanza, el alojamiento y la manutención en las instalaciones del campus —que destaca sobre los estándares palestinos por la amplitud de sus instalaciones— son prácticamente gratuitos durante los cuatro años de duración de la carrera. Pero antes hay que superar duras pruebas selectivas.

“La nota de corte de secundaria es de 6,5, pero yo me presenté con 9,4”, precisa también en impecable inglés Hanna Qalaq, de 21 años, originaria de Tulkarem, en el norte de Cisjordania. Confía en obtener este curso el diploma en Derecho y Ciencias de la Seguridad. “Mi vocación me lleva ahora a trabajar para evitar la discriminación de las mujeres en la sociedad de la que formo parte”, explica cubierta con el velo islámico de su uniforme, como casi todas las demás alumnas. “Pero sobre todo quiero ayudar a que mi país sea independiente”. 

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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