Una política exterior amenazante
Europa se encuentra por primera vez con una inversión de su alianza fundacional con EE UU
Primero fueron meros indicios y temores. Ahora son evidencias. Nadie sabe hacia dónde conducirá el rumbo desenfrenado que ha tomado el nuevo inquilino de la Casa Blanca, pero no puede ser un lugar placentero. El problema ya no es su imprevisibilidad, su carácter errático, e incluso su ignorancia enciclopédica sobre asuntos internacionales, sino que el percance y la colisión están garantizados a la vista de los primeros pasos emprendidos.
Han pasado solo 15 días, pero las reacciones internacionales, especialmente de la Unión Europea —Parlamento y presidencia del Consejo, de momento— nos dicen que el tiempo de las miradas condescendientes y de las palabras apaciguadoras ha terminado. Las tendencias de fondo de la política exterior de Estados Unidos, construidas durante más de dos siglos de historia compartida con los europeos, no cuentan para esta nueva conducta, agresiva e intimidatoria, hostil al libre comercio y al multilateralismo, y ajena a los valores liberales y humanistas que están en la base de las democracias de ambas orillas atlánticas.
La cascada de decretos presidenciales firmados por Trump dibuja una política exterior ultranacionalista que funcionará como un juego de suma cero, en ruptura con 70 años de responsabilidad estadounidense por el orden mundial. Unas relaciones internacionales así organizadas se definen por los adversarios designados, de los que se extrae provecho en negociaciones que serán siempre bilaterales y sin reglas de juego. Las dianas son México, China y Alemania, a las que exige reducciones del déficit comercial y cesión de puestos de trabajo. Trump quiere que revalúen sus monedas, importen más productos estadounidenses y exporten menos.
Para tal fin ha organizado una auténtica armada proteccionista. Robert E. Lighthizer, negociador de Comercio, cuenta con una larga carrera como abogado de las acerías. Wilbur Ross, secretario de Comercio, es un empresario multimillonario dedicado a negocios del automóvil y del acero. Y Peter Navarro, director del Consejo Nacional de Comercio, un organismo de nueva creación, es un economista de ideas proteccionistas y abiertamente hostil a las importaciones de China.
La técnica de negociación, ajena a la diplomacia conocida hasta ahora, incluye una ofensiva previa de intimidación, en la que Trump exhibe su capacidad nociva. Con México, el muro; con Pekín, el desprecio a la política de una sola China; y con Alemania, el apoyo al Brexit, los populismos y la voladura de la UE. México se halla en estado de shock, China contiene su indignación y Europa, por fin, ha estallado con la carta de Donald Tusk a los Veintiocho.
La actual tensión internacional no tiene precedentes. Europa se encuentra por primera vez en su historia con la extraña inversión de su alianza con EE UU. El socio que la liberó del nazismo, la defendió de la amenaza soviética y promovió su unidad y su ampliación, de repente quiere verla destruida. Esto es motivo suficiente para que los europeos se rebelen y reaccionen. Si no es ahora, ¿cuándo?
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