Algo huele a elecciones en Grecia...
Un anuncio por sorpresa de Tsipras de ayudas para pensionistas dispara las alarmas
El jueves 8 de diciembre, por sorpresa, el primer ministro, Alexis Tsipras, dirigió un mensaje televisado a la nación para anunciar el gasto de 617 millones procedentes del superávit de 2016 (el doble de lo previsto) para complementar las pensiones más bajas (menos de 850 euros). Así, el 22 de diciembre, 1,6 millones de jubilados (el 60% del total) recibirán una paga extra de 300 euros como mínimo. El jefe del Gobierno griego también anunció la contratación de 5.000 sanitarios y la congelación de la subida del IVA en 2017 en las islas del noreste del Egeo, las más afectadas por la llegada de refugiados. Algunos reaccionaron al anuncio diciendo que tanta generosidad huele a elecciones…
Aunque Grecia haya desaparecido prácticamente de los titulares (más por veleidades de cobertura informativa que por ausencia intrínseca de noticias), siguen pasando cosas, muchas cosas, alguna de ellas poco halagüeña. Nihil novum sub sole, no obstante: la suma de quebrantos y penurias que acarrean los ciudadanos desde 2010, fecha del primer rescate, es inconmensurable, así que por ahora la novedad consiste en anticipar los próximos golpes, ya que arrecian las peticiones de nuevos ajustes por los acreedores mientras se enquista la segunda revisión del tercer rescate. De ahí la generosidad del anuncio del premier, según sus detractores: por si vienen mal dadas con los socios y hay que ir precipitadamente a las urnas.
En esas estábamos, cuando el colectivo cívico Yo no Pago (Δεν πληρώνω, en griego), que propone una suerte de insumisión de los consumidores frente a notorios abusos (el precio de los peajes, por ejemplo), reaparece para reenganchar irregularmente a la corriente eléctrica el hogar de una enferma de cáncer que, privada de luz por impago y por tanto sin nevera, no podía conservar adecuadamente los fármacos que necesita. La mujer, de 65 años e incapacitada al 80% por la fase avanzada de su dolencia, vive en un suburbio de Atenas con su hija, parada de larga duración, y su nieto adolescente. La familia adeudaba 2.500 euros a la compañía, objeto de una controvertida privatización.
Aunque el Gobierno de Syriza logró sacar adelante hace un año, con todos los prestamistas en contra, el denominado “programa paralelo” para minimizar el impacto de la austeridad en la población más vulnerable, la suma de ajustes perpetuada en el tiempo (sólo las pensiones se han recortado 12 veces desde que empezó la crisis) sigue echando del sistema a capas enteras de la antigua, y casi extinta, clase media. El de la mujer con cáncer, además, es el enésimo episodio de penuria energética en Grecia, que se inició en 2012 cuando, por el aumento del precio del gasóleo para calefacción, se disparó el consumo de leña y muchos griegos, incluso en las grandes ciudades, recurrieron para calentarse a fogatas de maderas diversas (muebles, marcos de puertas o ventanas) dentro de apartamentos o bloques de pisos. La gran quema disparó la contaminación a niveles alarmantes.
Hasta el citado reenganche, los de Yo no Pago habían prácticamente desaparecido de escena —salieron a la luz en 2013, en el culmen de la crisis—, pero su apartamiento no significa que los motivos hayan desaparecido: al revés, los Presupuestos de 2017 prevén nuevos impuestos sobre los carburantes (y sobre los automóviles, la telefonía fija, la televisión, el tabaco, el café o la cerveza). En Grecia se cobra ya casi por respirar, y si no, al tiempo.
PD: Esta enferma es sólo un caso más de una atención sanitaria pública en riesgo de colapso. Un reciente informe de la Federación Panhelénica de Empleados de Hospitales Públicos (POEDIN, en sus siglas griegas) advertía que “hospitales, centros médicos y servicios de ambulancias se hallan en estado de disolución” por culpa de seis años continuados de infrapresupuestos y la congelación de contrataciones (un gran hospital de Atenas tiene un 40% de plazas médicas vacantes… de ahí el anuncio de contrataciones de Tsipras). El de la isla de Corfú ha advertido de que puede quedarse sin medicamentos en breve, mientras el cardiólogo Yorgos Vijas, impulsor de la primera clínica social del país y reconocido activista social, recurría recientemente a una ruidosa campaña en redes sociales para denunciar la falta de determinados fármacos contra el cáncer.
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