La era del pesimismo
Las leyes de la física y de la política parecen haber cambiado abruptamente
Hasta hace apenas unos cuantos meses el movimiento de rotación de la tierra se llevaba a cabo en 24 horas exactas, en tanto el de traslación se ejecutaba a lo largo de 365 días. Hoy las leyes de la física y de la política parecen haber cambiado abruptamente, porque si bien es cierto que el mundo gira sobre su propio eje hacia la derecha, no es menos cierto que, hoy en día, lo hace violentamente en la mitad del tiempo. Los habitantes del planeta parecemos condenados a salir despedidos al infinito en razón del pavoroso descontrol de las fuerzas centrífuga y centrípeta.
A la Casa Blanca llega un magnate ubicado a la extrema derecha de la derecha, que no sólo pretende concluir de un plumazo con el proceso de globalización desde que ha decidido amurallar a su país al estilo de las dinastías chinas, sino que ha amenazado con terminar con los acuerdos de la posguerra orientados a garantizar la paz del mundo. A Japón le hizo saber su decisión de obligarlo a pagar el costo de las tropas norteamericanas acantonadas en aquel país, propuesta rechazada por el primer ministro quien, en lugar de entregar millones de yenes a los marinos yanquis, prefirió invertir en desarrollo nuclear para contar con bombas atónicas a la brevedad, mismas que jamás utilizaría, salvo que China y Corea del Norte dispusieran lo contrario... La misma política piensa recetarle a la OTAN, el Tratado del Atlántico del norte, con lo cual se sumaría a la probable destrucción de la Unión Europea, de donde podría resultar una Alemania también necesitada de artefactos nucleares ante la probable salida de la Casa Blanca de dicho pacto ideado por estadistas geniales que ya no se ven por ningún lado en nuestros días.
Si no fuera suficiente, la semana pasada, en Austria, un candidato presidencial, también de extrema derecha, perdió por un margen del 7,2% (53,6% contra 46,4%), un mal augurio por lo cerca que estuvieron los nacionalistas de hacerse del poder austriaco. En Italia, los votantes dijeron no a un referéndum sobre reformas gubernamentales, pero implicó también otro no en contra de la Unión Europea, nada menos que de la tercera economía más grande de la eurozona, respuesta que Alemania contempla con grave preocupación, si no se pierde también de vista que la señora Marine Le Pen, de extrema derecha ultra radical y candidata al Elíseo, se opone a la permanencia de Francia en dicha Unión, tal cual ya se manifestaron los ingleses. Imposible olvidar cuando ella declaró: "Quiero destruir la UE, pero no quiero destruir Europa...". Los sentimientos nacionalistas se encuentran a flor de piel, ¿o no, Trump...?
¿Es todo? No: Mientras contemplamos atónitos los acontecimientos en Estados Unidos y en Europa, no debemos descuidar lo que acontece en Asia Central, en donde la desestabilización también luce fuera de control y nada ni nadie parece poder controlar la actual crisis. Kazajistán y Uzbekistán, gobernados por hombres fuertes desde los tiempos de la URSS, se encuentran al garete con todas sus consecuencias geopolíticas. Una nueva guerra regional debe encuadrarse como una profecía muy probable.
En América Latina, podrida mayoritariamente por la corrupción, asediada por la ignorancia y sepultada por el atraso económico, la posibilidad del arribo al poder de nuevos mesías suicidas del corte de Chávez, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, constituye una realidad inevitable. El populismo interpretado vigorosamente por voces criminales que invitan a la reconstrucción de la vida material, a la recuperación de la esperanza y al bienestar social, sin demostrar cómo alcanzarían dichos objetivos, algo muy parecido al discurso de Trump, pero en castellano o portugués, implica graves amenazas para la estabilidad hemisférica, en cuanto el populismo verborreico es la antesala de la intolerancia y de la imposición, cuyas pruebas palpables se encuentran en Cuba y en Venezuela.
Después de hacer un recorrido, a vuelo de pájaro, por un mundo en movimiento, a punto de ser desquiciado por las migraciones incontrolables que también aceleran la rotación y la traslación de la tierra, al constatar el vertiginoso ingreso en la era del pesimismo, sólo quiero gritar: "Paren al mundo que quiero bajarme...".
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