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La UE rompe el veto institucional hacia el régimen castrista

Europa firmará el 12 de diciembre el pacto político que reinstaura el diálogo con la isla

Lucía Abellán

España ha marcado siempre la posición europea hacia Cuba, en las etapas de mayor acercamiento y en las que las posiciones estuvieron más encontradas. Los socios comunitarios han dejado a los Gobiernos españoles liderar en un territorio que nunca ha gozado de gran valor estratégico para Europa. Pero el interés ha crecido en los últimos tiempos y, tras muchos años de relaciones congeladas, la Unión Europea se dispone a firmar en poco más de dos semanas el acuerdo político que rompe con 20 años de veto institucional a la isla. Los ministros de Exteriores de la UE esperan darle el visto bueno el próximo 12 de diciembre en Bruselas, confirman fuentes diplomáticas.

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Ese nuevo marco, denominado acuerdo de diálogo político y cooperación, se negociaba desde 2014, aunque el impulso definitivo lo dio el anuncio histórico de que Estados Unidos iniciaba el deshielo con Cuba. A partir de ahí, Europa se apresuró a culminar un pacto que facilita el acceso a un territorio donde empresas y diplomáticos europeos están mejor situados que sus homólogos estadounidenses (la UE es el primer bloque inversor en Cuba y su segundo socio comercial tras Venezuela). Ante la incertidumbre que siembra la llegada de Donald Trump a la presidencia de la primera potencia mundial, Bruselas ha querido acelerar la firma definitiva de un acuerdo que ya quedó bendecido por parte cubana y comunitaria a principios de año en La Habana.

Cuba representa una rareza en la política exterior comunitaria. Es uno de los escasísimos países del mundo con los que la UE aún mantiene lo que denomina una posición común, es decir, un bloqueo de relaciones con el que se pretende condenar la falta de democracia en el Estado caribeño. Ni siquiera el temido Irán se regía, antes de firmar la paz nuclear, por este tipo de política. En la época de los Gobiernos de Felipe González, las relaciones con Cuba experimentaron continuos avances y retrocesos, con la idea de que había que fomentar la apertura del régimen intentando acercarse a él, pero también con repliegues drásticos cada vez que se producía una crisis que convencía a los europeos de que Cuba no estaba dispuesta a dar pasos políticos para estrechar lazos.

Cuba representa una rareza en la política exterior comunitaria

Durante mucho tiempo Cuba no necesitó ese respaldo comunitario, ni económica ni políticamente. Le bastaba con el soporte que le proporcionaba Rusia. Con la caída del bloque soviético, la situación cubana se volvió mucho más precaria y la UE intentó una nueva ronda de aproximaciones en los años noventa. El principal paso lo dio el entonces comisario europeo Manuel Marín para alcanzar un acuerdo de cooperación con la isla. Poco después, de una de sus visitas a La Habana, se produjo el derribo de dos aviones civiles de la organización anticastrista del exilio Hermanos al Rescate en territorio cubano, lo que hizo fracasar esta ronda.

Posición común

A partir de ahí se produjo el hecho que marca “un antes y un después” en las relaciones de los socios comunitarios con Cuba, según fuentes diplomáticas. El nuevo presidente español, José María Aznar, propuso a la UE en 1996 esa llamada posición común, que condiciona cualquier tipo de asociación con la isla a los avances democráticos que registre. Sus socios aceptaron la decisión y técnicamente ese es el marco que se ha mantenido hasta ahora y que quedará superado el próximo mes. Pese al cerrojazo institucional, la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero revitalizó los intentos por acercarse al régimen castrista.

En 2005, el nuevo Ejecutivo socialista empujó a sus socios hacia el levantamiento de las sanciones al régimen, según relata Susanne Gratius en el documento ¿Ayudando a Castro? Las políticas de la UE y de EE UU hacia Cuba, de la Fundación Fride. La UE llegó a recomendar un diálogo político "sin tabúes" con Cuba para construir algún tipo de asociación. Pero las relaciones se bloquearon ese mismo año, en buena medida por las detenciones de opositores que puso en marcha el régimen. Así que los Estados comunitarios ratificaron la llamada posición común, aunque en 2008 Europa reanudó la cooperación con la isla.

Dar la espalda a la isla para lograr avances democráticos no funcionó

Esa herramienta de política exterior encerraba muchas contradicciones. Con el estigma de ser el único país latinoamericano con el que la UE no tenía acuerdo de asociación, España intentó numerosos acercamientos a pesar del portazo diplomático. Y nunca rompió sus relaciones comerciales con la isla, donde mantiene una importante posición inversora. Además, el diálogo siempre ha tenido al régimen como principal interlocutor, mientras la oposición a Castro figuraba en un segundo plano. Ese acercamiento colisionaba con el supuesto bloqueo de relaciones que establece la posición común.

En el fondo, la UE tenía una convicción difícil de verbalizar: que la estrategia de dar la espalda para propiciar los avances democráticos no ha funcionado. Con esa idea en mente, el servicio diplomático comunitario promovió un pacto que ahora cristaliza y que permitirá a Europa legitimar los intercambios (políticos, de cooperación y también económicos) con la isla.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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