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“El ambiente está contaminado por noticias falsas”

El decano de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia reflexiona sobre el papel que han jugado los medios en la victoria de Trump y la responsabilidad ética de las redes sociales

Andrea Aguilar
El periodista estadounidense Steve Coll.
El periodista estadounidense Steve Coll. Piotr A. Redlisnki (Universidad de Columbia )

Terminó el recuento de papeletas electorales en Estados Unidos el pasado 8 de noviembre, y surgió una incómoda pregunta: ¿qué papel han jugado los medios en el ascenso y victoria de Donald Trump? Desde el anuncio de su candidatura en 2015 quedó claro que los titulares con las salidas de tono del millonario aumentaban los cliqs en la web, y que sus mítines subían la audiencia en las televisiones. No por nada Trump era una estrella de la telerrealidad. Pero la tensa y ambivalente relación que los medios han mantenido con él durante la campaña no ha estado exenta de vitriolo: algunos periodistas fueron vetados y humillados, otros que cubrían los mítines eran señalados para recibir el escarnio de la multitud. Y ahora el examen de conciencia ha llevado a muchos, retrospectivamente, a subrayar la prevalencia de noticias falsas fabricadas por medios de la llamada “alt-right" (derecha alternativa), que se han difundido sin freno en las redes sociales. En los últimos tres meses de la campaña las noticias falsas que tuvieron mayor eco en las redes superaron con creces a las de los medios tradicionales.

Periodista de la revista The New Yorker, ganador de dos premios Pulitzer y autor de Los Bin Laden, una familia árabe en un mundo sin fronteras, Steve Coll (Washington, 1958) es decano de la Escuela de Periodismo de la Univeridad de Columbia. La semana pasada reflexionaba en su despacho de la séptima planta sobre el pasado reciente y el acuciante futuro que aguarda a la prensa.

P. Trump ha roto el mantra de que quién más gasta en anuncios gana las elecciones. ¿La cobertura de su campaña le ha hecho el trabajo gratis?
R. Al principio de la campaña el valor de entretenimiento que algunos ejecutivos de las cadenas televisivas vieron en Trump y los altos niveles de audiencia que él claramente generaba, crearon un ciclo en el que Trump comprendió que podía copar mucho tiempo de emisión gratis simplemente accediendo a dar entrevistas. Las cadenas estaban tan dispuestas, incluso sin una agenda crítica o seria, a rellenar espacio con Trump, que llegaron a saltarse sus propias normas y aceptaron retransmitir entrevistas telefónicas, y no frente a la cámara. Los directivos tardaron un tiempo en comprender que la candidatura de Trump iba en serio y que su uso de los medios era parte de la campaña. Se produjeron algunos cambios, pero en la televisión por cable ha habido cierta complicidad al permitir que Trump y su organización moldeasen su comunicación en cadenas como la CNN.
P. Esa búsqueda despiadada de audiencia, ¿es un síntoma de la fragilidad financiera de los medios o algo que ha ocurrido siempre?
R. La debilidad económica de las medios es parte del dibujo. Hay muchos más canales que hace 30 años, pero todos ganan dinero, son altamente rentables. Esto no significa que no quieran más audiencia, más preponderancia, mejor posicionamiento. Antes de la llegada de la televisión por cable había rivalidad y también se tomaron decisiones erróneas por motivos comerciales, pero hoy el nivel de ansiedad y competición es mucho más alto.
“Se ha logrado explotar el sistema de automatización para difundir un alto número de noticias falsas”
P. Según el Pew Research Center un 60% de estadounidenses dice haber obtenido información sobre las elecciones vía Facebook.
R. Es de lejos la red social que más se usa. En EE UU tiene 200 millones de usuarios únicos al mes, y el total de población es de 300 millones, así que prácticamente todos los adultos interactúan con su plataforma. Esta ha sido una campaña muy controvertida para Facebook. En verano algunos republicanos se quejaron de que un equipo de personas de la compañía seleccionaba las noticias. Si algo así hubiera se esgrimiera contra The New York Times, The Wall Street Journal o incluso Breitbart, uno diría “claro eso es lo que hacen los editores”, pero Facebook defiende que es neutral, que no funciona como una organización editorial. Presionados por estas quejas de la derecha, en Facebook despidieron a ese equipo y retomaron el proceso de automatización. Ahora es evidente que ciertos grupos ideológicos y comerciales lograron explotar el sistema para difundir un alto número de noticias falsas. Un ejemplo notable, documentado por un profesor de la Universidad de Carolina del Norte, es el de una historia que aseguraba que el Papa Francisco apoyaba a Trump, y que fue compartida más de un millón de veces.
P. Los programas de radio de la derecha radical y los medios de la llamada alt-right han diseminado este tipo de información desde hace tiempo. ¿El problema es que con Facebook acceden a un canal mainstream? ¿Un cambio en el algoritmo realmente hará que desaparezcan esas informaciones?
R. Una de las medidas que Facebook y Google han anunciado es que van a intentar identificar las noticias falsas e impedir que sean distribuidas. Esto al menos terminará con la motivación económica que parece guiar a algunos de los actores implicados en el tema. Hay gente fabricando historias falsas por el dinero de los anuncios y otros que lo hacen por motivos políticos. Eliminar la información falsa de Google y Facebook no soluciona el problema, pero es un paso en la buena dirección.
P. Los medios estadounidenses presionan al renuente Mark Zuckerberg para que tome medidas.
R. Facebook es una empresa privada no un ágora, pero el problema es que es tan dominante que funciona como una plaza pública. En los años 60 el ágora pública informativa era principalmente la televisón, y las cadenas que elegían las historias, las reportajeaban y editaban, estaban sujetas a una licencia gubernamental que les exigía que trabajaran en aras del interés público. Ese sistema también planteaba problemas, pero hoy Facebook va por su cuenta a la hora de decidir qué reglas deben aplicarse en este ágora de facto. Cuando te das de alta en su red firmas su pliego de condiciones. Hay muchas normas, por ejemplo, no se pueden usar términos pornográficos. Pero su código no afecta a la distribución de artículos informativos que son falsos. Facebook debe asumir esta responsabilidad como un asunto ético, como un tema comercial, porque no ha lugar a una reclamación legal. Voluntariamente nos juntamos como sociedad en Facebook pero, dada su escala, ésta y otras compañías deben conectar sus modelos de negocio con un sentido de responsabilidad pública. Facebook está en negación respecto del papel público que juega. Algunas de sus reacciones desde las elecciones apuntan a que reconocen que hay un problema, pero lo acotan como un tema muy cerrado que concierne solo a las noticas falsas, y yo creo que el problema es más amplio.
P. La comunicación directa de los políticos con el electorado, obviando el papel de mediación que tradicionalmente tenía la prensa, no es algo nuevo. Howard Dean u Obama se valieron de las redes sociales. ¿Con Trump esto ha explotado?
R. La estrategia de elevar la voz por encima de los periodistas para dirigirse directamente al público no ha crecido exponencialmente en esta campaña. Pero realmente fue Ronald Reagan quien fraguó el modelo para los presidentes modernos y sobre cómo hablar directamente al público. Era actor antes de dedicarse a la política y se rodeó de expertos productores televisivos, ocupó las ondas igual que Trump ha usado la televisión por cable, y fue capaz de dar forma al relato de su presidencia y de limitar la actuación crítica de la prensa. Todos los presidentes han intentado seguir su ejemplo, pero no todos han sido tan hábiles. Obama controlaba sus cuentas en las redes sociales. Trump ha hecho lo mismo, no veo un cambio, sino una continuación de la misma estrategia.
P. ¿La pérdida del rol de mediador ha restado peso a la prensa?
R. Sería un error concluir de esta estrategia de los políticos y de la prevalencia de las noticias falsas, que el público ha perdido interés en el trabajo periodístico independiente realizado por organizaciones mediáticas fiables. Las cifras no dicen esto, los principales medios tienen una audiencia nacional muy grande: la cadena de periódicos del grupo Gannet tiene aproximadamente 100 millones de visitas únicas, (la mitad que Facebook, pero es un número enorme) y la CNN tiene una cifra parecida solo en su web, el Washington Post tiene 70 millones. Podríamos sumar otros medios con 50 o 60 millones. Estas organizaciones gastan mucho dinero para que reporteros independientes salgan ahí fuera y recaben información, y hay un considerable número de estadounidenses que recurren a estos medios en busca de algún filtro, algún orden, una explicación fiable.
P. ¿Cual es su análisis?
R. Una mezcla. Hay un periodismo aún bastante robusto, pero el ambiente está contaminado por noticias falsas, y los medios atraviesan una crisis financiera que pone en peligro los recursos necesarios para realmente poder seguir el paso a la actualidad con reporterismo serio, y combatir las mentiras de la máquina de propaganda del alt-right. Incluso en este periodo de transición los nombramientos que el presidente electo está haciendo son un reto. Por ejemplo, en el caso del fiscal general debe salir a la luz su historial en temas raciales. Medios como The New York Times, The Washington Post, la CNN, o la radio NPR se crecen y echan el resto. Pero hay otro nombramiento que se sale de la norma, y otro, y otro más. Sencillamente, según mi experiencia como periodista político que se remonta a la administración de Reagan, la escala del reto que plantea esta administración para los reporteros, no tiene precedente.
P. Más allá de la financiera, ¿hay una crisis de fe en el periodismo?
“La crisis financiera pone en peligro los recursos necesarios para poder combatir las mentiras de la máquina de propaganda”
R. Se escuchan muchas preguntas de este tipo cada cierto tiempo. Pero lo que yo he visto desde las elecciones ha sido a los periodistas corriendo a la llamada de los tambores de la batalla. Esta es la hora del periodismo, y creo que es algo obvio para cualquier reportero de Washington. Incluso si dejamos a un lado el carácter particular de Trump, siempre que la presidencia y las dos cámaras están en manos de un mismo partido, el periodismo se convierte, bajo nuestro sistema, en el principal canal de disentimiento. Esto exige que los reporteros trabajen aún más duro, y es algo que reconoce el público: ha habido 45.000 nuevas subscripciones a The New York Times en la última semana, y 10.000 más a la revista The New Yorker. Clinton ganó el voto popular, el país está muy dividido.
P. Casi unánimemente los editoriales de la prensa apoyaron a Hillary, y condenaron a Trump, sin embargo él ha ganado. ¿Pone esto en cuestión el poder de influencia o la relevancia de la prensa?
R. La confianza en la prensa ha caído de forma sostenida en los últimos 30 o 40 años. No sé cuando fue muy alta, pero ahora es claramente muy baja. Esto no significa que la gente no busque o priorice la información que obtiene de medios fiables. Pero Trump construyó el relato de su campaña como una rebelión contra el establishment. Que más de un centenar de periódicos apoyaran a Clinton era una prueba más de la conspiración del establishment. Y evidentemente, en un sentido estructural, Trump no estaba equivocado: los ejecutivos de más de 500 corporaciones, los editoriales, el establishment de política exterior de los dos partidos, y muchos otros miembros de las élites pensaban que Trump era peligroso. Él usó esto como carburante para su campaña. Les dijo a sus seguidores, “veis, van por nosotros, pero yo hago campaña por vosotros”.
P. ¿Populismo triunfante?
R. Este es un cuento viejo en la política estadounidense, pero hasta ahora nunca había resultado en la elección de un presidente. El populismo es parte del paisaje de EE UU, ha habido muchos candidatos populistas desde el siglo XIX.
P. ¿Por ejemplo Andrew Jackson?
R. Jackson llegó al poder en la era pre industrial y hacer estas comparaciones es complicado cuanto más atrás te remontas. Están William Jennings Bryan, ciertos sectores del movimiento progresista, o los populistas de los años 30. Todos usaron estrategias similares: el nativismo, la oposición a los inmigrantes, algunos un racismo explícito, y también ese revolver a la gente contra el establishment de la costa Este (ahora tenemos un establishment que abarca las dos costas). Ese tipo de arenga del corazón del país contra los bancos, los medios, los grandes políticos, para limpiar la ciénaga de corrupción de Washington, ha tenido un potente atractivo durante décadas, pero nunca había desembocado en una presidencia. Es un nuevo día, pero una vieja historia.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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