La pesada herencia del racismo en los estados del sur
Tras la presidencia de Barack Obama, solo un grupo pequeño de negros ha ascendido a la cima
"Fue una conmoción para la ciudad", afirma el reverendo Rodney Sadler sobre los enfrentamientos que asolaron hace un mes su ciudad Charlotte en Carolina del Norte . Estamos en el sur de Charlotte, en un lugar ajardinado idílico, en el seminario de la Unión Presbiteriana en el que Sadler imparte clase. Es miembro de la Charlotte Clergy Coalition for Justice (Coalición Clerical de Charlotte a favor de la Justicia), una agrupación eclesiástica que defiende a las minorías de la ciudad. Sadler participó en las protestas de hace un mes contra la muerte violenta de Keith Scott, un negro que fue tiroteado por un policía. Protestas que degeneraron en violencia. Él intentó mediar entre los manifestantes y la policía para impedir que ocurriera algo más grave. Sadler tuvo como una especie de revelación cuando intentaba alejar a una mujer herida de la policía, porque temía que fuera golpeada por las fuerzas del orden. Pero la mujer dirigió su rabia contra Sadler. "No intentes hacerme callar", gritó. "Es tu culpa que estamos aquí ahora". Ella reconoció por su cuello que Sadler era un clérigo y para ella era un representante del sistema igual que la policía. "Eso me dolió mucho", asegura Sadler. "Entonces me di cuenta de que ella se refería a la Iglesia". Y hoy, en cierto modo, Sadler le da la razón.
Charlotte tiene el apodo de Ciudad de las iglesias, hay unas 700 iglesias en una ciudad de cerca de 800.000 habitantes. Y hay innumerables organizaciones de la beneficencia que ayudan a los pobres cuando necesitan alimentos o tratamiento médico. "Y de esa manera hemos blanqueado los sístemicos y profundos problemas", aclara Sadler. Pero no se pude seguir simplemente cosiendo las heridas. Para él las protestas no solo eran por otra muerte más de un negro a causa de la violencia policial. "Allí estaba toda la frustración de la comunidad negra hirviendo en la superficie". Cuestiones como la continua pobreza, la falta de trabajos o de trabajos de los que se pueda vivir o la frustración por las condiciones de la vida y del alojamiento. "No es aceptable y es el momento de que cambiemos las cosas", manifiesta Sadler. Hay mucha riqueza en la ciudad, que es el segundo centro financiero de Estados Unidos por detrás de Nueva York. Pero todavía está prácticamente concentrada en manos blancas.
Una de las singularidades de esta campaña es que el fenómeno Trump está impulsado, sobre todo, por el miedo de los blancos a perder, aunque el poder de la economía y de la política reside mayoritariamente en manos blancas. "Existía esa ilusión de que las cosas iban a ir mejor", afirma Sadler. Al fin y al cabo Estados Unidos ha tenido estos últimos años al primer presidente negro y al primer ministro de justicia negro. "Realmente son solamente una coartada negra", afirma Sadler. Tan solo un grupo pequeño de afroamericanos ha ascendido a la cima. Y el racismo sigue estando vivo. Su equilibrio se resquebraja desencantado con el término del mandato de Obama. "Las relaciones rara vez han sido tan malas como ahora", asegura refiriéndose a las relaciones entre negros y blancos.
"El racismo no es solo esa cuestión pequeña, perniciosa y personal", afirma Sadler, "es al mismo tiempo un problema sistemático y de gran envergadura". Por ejemplo en los colegios: tras una sentencia del Tribunal Supremo del año 2002, se suprimió en Charlotte y en otros estados del sur el servicio de transporte escolar, garantizado por el Estado Federado, que pretendía acabar con la segregación racial en los colegios. Por lo tanto volvió a haber segregación en las escuelas que tuvo como consecuencia los resultados esperados: los colegios de los barrios negros pobres han empeorado y los de los barrios blancos ricos han mejorado. Y en general, en el sur, los republicanos están intentado ahora endurecer la ley electoral para mantener alejada de la urnas especialmente a la población negra, que rara vez tiene documentación y que depende más de la posibilidad del voto anticipado. "Por lo que parece que el objetivo prioritario del partido republicano es asegurarles a los blancos un lugar privilegiado", afirma el hombre demócrata, a punto de cumplir 50 años.
Los negros suponen un 22% de la población en Carolina del Norte, uno de los porcentajes más altos de todo el país. "Clinton va a obtener el apoyo de los negros en Carolina del Norte", dice Sadler y espera que la política identitaria blanca de Trump movilice a más negros para que vayan a las urnas. "Creo que Trump no obtendrá ni el 6% del apoyo de los negros en todo el país".
Charlotte era conocida porque los conflictos raciales se habían ido solucionando de forma tranquila. Como la abolición de la segregación racial en los restaurantes durante el movimiento por los derechos civiles. Sadler, que viene de Filadelfia y vive en Charlotte desde el año 2002, se pregunta si este modelo compensatorio cubierto con un manto de calma no ha contribuido a enfriar las relaciones. "Soy un defensor de Martin Luther King y de las protestas pacíficas", asegura Sadler. "Pero eso no significó que no hubiera que rebelarse", asegura y cita de memoria fragmentos de la carta que King escribió cuando estuvo en la cárcel de Birmingham a unos clérigos que habían descrito su activismo pro derechos civiles como "poco inteligente y anacrónico". King actuó con medios pacíficos pero quería cambiar las relaciones. "A veces hay que ocuparse de que las cosas se salgan un poco de control", espeta Sadler.
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