El doble relato de la historia de México y España
Investigadores, profesores y alumnos explican las contradicciones en las aulas sobre la conquista y el descubrimiento de América
Los mexicanos emplean una palabra, malinchista, que indica amor o preferencia por lo extranjero. Es de uso coloquial, de burla y chanza. Un malinchista es, por ejemplo, el niño que lleva a la escuela unas zapatillas de deporte nuevas y dice: “Mira qué chingonas, son americanas”. El hecho de estar fabricadas en Estados Unidos las convierte en mejores a sus ojos.
Malinchista proviene de la Malinche, Malintzin, una de las indígenas que regalaron a Hernán Cortes cuando él y sus hombres llegaron al actual territorio de México en 1519. Fue el presente de un cacique: 20 mujeres que servirían de esclavas sexuales a un grupo de tipos barbudos que viajaban a lomos de bestias extrañas.
La Malinche destacó porque sabía hablar náhuatl, el idioma de los aztecas. Fue un personaje destacado en las guerras de Cortés por hacerse con los nuevos territorios. Traducía y aconsejaba. La Malinche fue clave en las alianzas que estableció el extremeño con los pueblos locales, las tribus que luego le ayudarían a derrocar el imperio de los mexicas. Pese a ser uno de los personajes más destacados en la historia que comparten México y España, la Malinche apenas aparece en los libros de texto escolares.
Pablo, un niño mexicano de 11 años, duda si es una persona o una cosa. Alejandra, de nueve y Fernanda, de seis, lo ignoran. En España ni siquiera aparece. ¿Cómo se cuenta la conquista en España? ¿Y en México? ¿Y el descubrimiento de América? ¿Qué se dice aquí y allí de Cortés, Colón, Moctezuma?
“Nos conquistaron”, ha dicho algún que otro alumno a Silvia Treviño, maestra de secundaria y preparatoria en México. A lo que ella responde: “¿Eres un indígena del siglo XVI para que te conquistaran?”.
Gibrán Bautista, asociado al Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, explica que “en México se da mucha más importancia a la idea de lo colonial, y a cómo se desenvolvió México en esa sucesión de acontecimientos [pueblos prehispánicos, descubrimiento, conquista, colonia].
En España, [se le da preferencia] al proceso de la monarquía, al descubrimiento y a las colonias como parte de esa monarquía. Es decir, una historia de la monarquía y no de las sociedades que le dieron sentido en su momento”. Rodrigo Escribano, investigador del Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos, IELAT, con sede en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), lo detalla así: “Los historiadores del siglo XIX y el franquismo construyen una historia colonial, que subraya el papel civilizatorio de la nación española (…) Es una visión eurocéntrica, de caracteres paternalistas, imperialistas, que no está tan interesada en inculcar en los niños un mínimo conocimiento de lo que fueron el descubrimiento y la conquista, sino en fortalecer el orgullo nacional”.
Tras la transición española, el punto de vista cambió, según este especialista, “pero en vez de explicarlo como un proceso plural, es decir, un proceso en que no solo importan los elementos que venían de la península, sino las sociedades que existían en América, se ha practicado una política del olvido”. En México, profesores de primaria, secundaria y preparatoria cuentan que lo primero que se enseña en las escuelas es el descubrimiento de América, los viajes de Colón, el nombre de las carabelas… A secundaria llegan, a veces, con ideas viciadas.
“Nos conquistaron”, ha dicho algún que otro alumno a Silvia Treviño, maestra de secundaria y preparatoria en México. A lo que ella responde: “¿Eres un indígena del siglo XVI para que te conquistaran?”. En España, la política del olvido de la que habla Escribano se ve reflejada en las respuestas de los escolares.
Ante la cuestión de por qué había españoles que querían ir a América, un estudiante de secundaria de Madrid, responde: “Sobre todo, porque allí podría haber esclavos que les vendrían bien”
Ante la cuestión de por qué había españoles que querían ir a América, Diego Forteza, estudiante de secundaria de un instituto de Madrid, responde: “Sobre todo, porque allí podría haber esclavos que les vendrían bien”. El chico de 13 años, uno de los más brillantes de su clase, sabe que Hernán Cortés era un “explorador español”, pero dice que conquistó Brasil, Bogotá, Colombia… No sabe quién fue Moctezuma, el primer emperador mexicano que conoció a Cortés.
En México la Malinche es el “chivo expiatorio”, explica el profesor Xavier Aguirre, que da clase a alumnos de secundaria. Una mujer que regalan como esclava sexual y que luego “nos” traiciona porque ayuda a Cortés en la conquista. “En esta narrativa que nos han tratado de vender como la construcción del estado nación, ella es identificada como un personaje traidor. Es fácil hacerlo. Y tiene mucho que ver con el hecho de que sea mujer (…) Y creo que tiene mucho que ver con El Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz y el término chingada”.
Una de las pocas palabras de uso común en México que aluden a la conquista, además de malinchista, es chingar. Aunque tiene cantidad de significados dependiendo de su uso, uno, hijo de la chingada, alude directamente a la Malinche, la chingada, la violada por Cortés. Aguirre lo refiere con ironía: “Bueno, ¿cómo le explicamos a la gente que nosotros mismos [en referencia a los diferentes pueblos que poblaban el actual territorio de México] nos traicionamos? ¡Ah, no! No es que nosotros nos traicionamos, es que ella nos traicionó”.
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