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Entra en vigor la tregua en Siria con incertidumbre sobre su cumplimiento

El Asad amenaza con reconquistar toda Siria horas antes del inicio del alto el fuego

El Asad, el lunes en una mezquita de Daraya, una zona arrebatada a los rebeldes.Foto: reuters_live | Vídeo: SANA (EFE) / REUTERS-QUALITY
Juan Carlos Sanz

Al atardecer en Oriente Próximo ha entrado en vigor el primer alto el fuego decretado en Siria desde hace más de seis meses. El mando de operaciones militares ruso estableció que la tregua era efectiva desde las 19.00 horas (las 18.00 en la España peninsular, las 16.00 GMT). El cese de hostilidades nace en medio de la incertidumbre, marcado por la prepotencia del régimen después de sus últimos avances en el frente y por las vacilaciones de la oposición, que aún no había mostrado su apoyo explícito al acuerdo apadrinado por Estados Unidos y Rusia. Todo apunta a que las tropas gubernamentales aprovecharán la reducción de la violencia para consolidar sus posiciones, mientras las milicias rebeldes intentarán restañar sus retrocesos durante las primeras jornadas de calma. Los ciudadanos sirios aspiran a poder celebrar al menos el Eid el Adha, la señalada fiesta del sacrificio que ha arrancado este lunes en el mundo islámico, por primera vez con las armas en silencio en más de cinco años de guerra.

El Ejército sirio ha confirmado que acepta el alto el fuego al anunciar, exactamente cuando este entraba en vigor, que inicia siete días de "calma", según un comunicado de las Fuerzas Armadas de El Asad difundido en la televisión estatal. La nota precisa que se reserva el derecho a responder "usando todo tipo de fuego ante cualquier violación [de la tregua] por parte de los grupos armados".

Rami Abdulrahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que monitoriza los incidentes armados desde el inicio de la guerra, ha asegurado en un primer análisis que "prevalece la calma".

El acuerdo para una tregua en Siria ya había sido aparentemente secundado el domingo por el régimen de Damasco, pero el presidente Bachar el Asad ha sembrado este lunes dudas sobre su compromiso horas antes del inicio de alto el fuego. “El Estado está determinado a recuperar todas las regiones en manos de los terroristas y a restablecer la seguridad”, advirtió El Asad en Daraya, en las proximidades de Damasco, tras el rezo en una mezquita. Daraya fue un feudo rebelde sitiado por las tropas gubernamentales hasta hace apenas 10 días, cuando sus hambrientos habitantes se rindieron a cambio de un acuerdo de evacuación bajo control del Comité Internacional de la Cruz Roja. “Las Fuerzas Armadas proseguirán su trabajo, al margen de circunstancias internas o externas”, puntualizó el presidente, en un oscuro presagio sobre la viabilidad del cese de hostilidades acordado. “Todavía hay quien sigue apostando por las promesas de potencias extranjeras que no conducen a nada”, sentenció El Asad, citado por la agencia estatal Sana.

La oposición agrupada en el Alto Comité para las negociaciones (HNC en sus siglas en inglés) ha pedido este martes garantías sobre la aplicación del alto el fuego. “Exigimos garantías especialmente a Estados Unidos (…) y saber cuál será su respuesta en caso de violación del acuerdo”, dijo a France Presse Salem al Muslet, portavoz del HNC. El secretario de Estado de EE UU, John Kerry, y el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, anunciaron el sábado un compromiso para el cese de hostilidades coincidiendo con el comienzo del Eid el Adha.

El grupo rebelde Ejército Libre de Siria, que recibe apoyo de Turquía, ha dado la bienvenida a la tregua, pero otra de las principales milicias insurgentes, Ahrar al Sham, ha anunciado que no la respetará, ya que considera que "solo servirá para reforzar al régimen”. Sus combatientes luchan junto con el Frente de la Conquista —conocido hasta el pasado julio por el nombre de Frente al Nusra (filial de Al Qaeda), que ha sido excluido del alto el fuego en el acuerdo entre Estados Unidos, al igual que el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés).

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El escepticismo sobre la viabilidad del acuerdo para poner fin a cinco años y medio de una guerra con implicaciones internacionales no ha dejado de crecer desde su anuncio en la madrugada del sábado en Ginebra. Centenares de miles de muertos —más de 250.000, según el último recuento de la ONU hace ya más de un año—, seis millones de desplazados internos, cinco millones de refugiados en los países vecinos y en Europa… La magnitud del conflicto ha llevado a considerarlo como una guerra mundial a escala reducida.

El pacto del Eid al Adha aporta una importante novedad sobre anteriores intentos negociadores fracasados. Si el régimen de El Asad y las milicias rebeldes logran acatarlo durante una semana y se observa una significativa reducción de la violencia a partir de este lunes, Estados Unidos y Rusia lanzarán por primera vez ataques conjuntos, con un único centro de coordinación, contra los yihadistas de Al Qaeda y el Estado Islámico (ISIS), que han teledirigido atentados terroristas en numerosos países desde sus bases en Siria e Irak.

Si la tregua prospera, el régimen de El Asad deberá además dejar de bombardear las posiciones rebeldes, y la oposición tendrá que disociar sus fuerzas de yihadistas del antiguo Frente al Nusra. Naciones Unidas esperará a que queden desmilitarizados los accesos a Alepo a través de la ruta Castelo y del distrito de Ramusa para empezar a enviar a ayuda humanitaria a los 250.000 civiles que permanecen cercados en barrios bajo control rebelde. Si las condiciones de seguridad lo permiten, Turquía se ha ofrecido a enviar en la noche de este martes un primer convoy con alimentos, vestidos infantiles y juguetes al este de Alepo.

Mientras tanto, el mediador de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, confía en recibir el visto bueno del Consejo de Seguridad el próximo día 21 para impulsar la reanudación de las negociaciones de paz de Ginebra entre el Gobierno y la oposición de Siria, que saltaron por los aires la pasada primavera tras las violaciones de la anterior tregua.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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