La OIM insta a Europa a esforzarse a identificar a los migrantes ahogados
A lo largo de 2015 y en la primera mitad de este año, las autoridades llevan contabilizadas 6.600 personas que han perdido la vida huyendo por el Mediterráneo
A medida que la huida por el Mediterráneo se vuelve cada vez más peligrosa, los expertos internacionales critican que Europa no esté haciendo lo suficiente para averiguar el paradero y la identidad de los emigrantes desaparecidos. Estas son las principales conclusiones de un proyecto de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la Universidad de York y la Universidad de la Ciudad de Londres, a las que el diario alemán Die Welt ha tenido acceso en exclusiva.
A lo largo de 2015 y en la primera mitad de este año, las autoridades llevan contabilizadas 6.600 personas que han perdido la vida huyendo por el Mediterráneo. No obstante, esos son solamente los casos identificados. Junto a ellos se han encontrado también cadáveres anónimos.
"Detrás de la catástrofe visible de los naufragios y los cuerpos en el Mediterráneo se esconde otra invisible, en la que no se encuentra a los muertos y no se hace lo suficiente por identificar los cadáveres e informar a los parientes", señala Simon Robins, de la Universidad de York y uno de los autores principales del estudio.
La OIM advierte de que la travesía es cada vez más peligrosa. Frank Laczko, director del centro de datos de la organización, afirma: "Nuestros datos indican que en 2016 se ha vuelto más inseguro para los refugiados". Esto significa que uno de cada 85 no ha sobrevivido al viaje por mar. Hace solo un año sucedía con uno de cada 276. La OIM señala, entre otros factores, que los traficantes se han vuelto menos escrupulosos y embarcan a más personas en barcos que no están en condiciones para navegar. Además, hay más inmigrantes que salen de Egipto, desde donde la travesía es considerablemente más arriesgada.
Para el estudio se entrevistó a familiares que también habían huido o que, por el contrario, se habían quedado en sus países de origen. La mayoría no había vuelto a tener noticias de sus parientes. Con frecuencia llevaban mucho tiempo viviendo en la incertidumbre de no saber si los miembros de su familia habían muerto o no, una situación que en numerosos casos había desembocado en problemas de salud. Algunos declararon que estaban en tratamiento.
"Es lo único que quieren las familias: saber si su pariente está vivo o muerto", dice Simon Robins. "Si, efectivamente, ha muerto, quieren trasladar el cadáver a su hogar y enterrarlo en su comunidad". El derecho internacional establece que todos los países tienen la obligación de indagar la muerte de un inmigrante con el fin de averiguar su identidad y las causas de su fallecimiento. "Sin embargo, hemos comprobado que no se investiga la muerte de los inmigrantes", denuncia Robins.
El análisis llega a la conclusión de que las autoridades de los principales países europeos de acogida ‒Grecia e Italia‒ no están suficientemente preparadas para enfrentarse a esta particular crisis humanitaria, cuyo alcance, además, no tiene precedentes.
Los autores del informe critican la mala coordinación de los organismos sobre el terreno y afirman que no hay normas de actuación sobre qué se debe hacer con los cadáveres de los emigrantes. Hasta hace poco, ni siquiera se habían dado instrucciones para recontar y enterrar a los muertos en los cementerios de la zona. Por otra parte, rara vez se establecía contacto con los familiares supervivientes.
El informe recomienda a las autoridades helenas que creen una "comisión humanitaria" cuya misión sería tener una visión global y coordinar la actuación de las autoridades locales y nacionales. Dicha institución podría ponerse en contacto con las familias de los emigrantes muertos o desaparecidos y recopilar información útil para una posterior identificación.
Sin embargo, los expertos consideran que el deber de actuar no es tanto de Grecia como de la comunidad internacional. Se necesita una arquitectura global para reunir la mayor cantidad de información sobre la vida de los inmigrantes desaparecidos a partir de fuentes diversas, desde los países europeos hasta las familias que están en los países de origen.
En Italia, los observadores se concentran en Sicilia y Lampedusa, las islas a las que llega gran parte de los emigrantes que huyen desde Libia o Egipto por la ruta del Mediterráneo central. El análisis concluye que los recursos son insuficientes para, además de atender a los refugiados, ocuparse de qué ha sucedido con los numerosos desaparecidos. Los investigadores tienen que dedicarse sobre todo a perseguir a los traficantes de personas. En consecuencia, la identificación de los cadáveres queda relegada a un segundo plano.
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