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Supervivientes de Hiroshima a Obama: consiga la desnuclearización

El presidente de EEUU llega este viernes a la ciudad donde cayó la primera bomba atómica

Macarena Vidal Liy

“No hace falta que Obama se disculpe. El hecho de que venga, y conozca lo que pasó, ya es importante. Todos los líderes del mundo con capacidad de declarar una guerra deberían pasar por Hiroshima”. Shozo Kawamoto tiene 82 años y una vida de perro a sus espaldas. El 6 de agosto de 1945, cuando apenas tenía 11 años, el B-52 “Enola Gay” estadounidense lanzó la primera bomba atómica contra su ciudad. Sus padres y casi todos sus hermanos murieron inmediatamente. Su hermana mayor, la única que le quedaba, falleció de leucemia 6 meses después. Sin nadie que quisiera hacerse cargo de él, se convirtió en un niño de la calle. Inevitablemente, acabó cayendo en manos de la mafia japonesa, la yakuza.

Supervivientes de la bomba atómica en Hiroshima.
Supervivientes de la bomba atómica en Hiroshima.JOHANNES EISELE (AFP)

Kawamoto no pudo casarse nunca. Como superviviente de la bomba, estaba estigmatizado por sus compatriotas, que temían que los que se expusieron a la radiación pudieran transmitir a su descendencia anomalías genéticas. En su juventud, cuenta, se enamoró perdidamente y fue correspondido, pero el padre de la chica vetó tajantemente cualquier posibilidad de boda cuando supo de dónde venía el novio. Sin educación más allá de la primaria, tuvo que empezar de nuevo desde abajo cuando finalmente rompió sus lazos con la yakuza y quiso empezar una nueva vida.

Pero pese a su azarosa vida, asegura que no guarda rencor a Estados Unidos, el país que lanzó la bomba que se la puso patas arriba. Tampoco demanda una disculpa de su presidente, Barack Obama, que este viernes hará historia y se convertirá en el primer mandatario estadounidense en ejercicio que visita Hiroshima.

“Para empezar, él ni había nacido cuando sucedió aquello. Y si todos nos dedicáramos a intercambiarnos reproches y nos exigiéramos disculpas todo el tiempo, nunca podríamos alcanzar la paz. Y la paz es lo más importante”, explica sentado en el parque dedicado a la memoria de las 140.000 víctimas de aquella bomba. Otras 60.000 perdieron la vida en Nagasaki, el blanco de la segunda, arrojada el 9 de agosto de 1945.

La opinión de Kawamoto parece mayoritaria entre los “hibakusha” o supervivientes de las bombas. También, según una reciente encuesta de la agencia Kyodo, entre el total de la población japonesa: un 78,3% de los nipones considera innecesario que Obama pida disculpas.

“Después de que cayera la bomba, naturalmente sí odiaba a los estadounidenses. Pero ya no. Japón ha pasado página, hemos crecido. Lo que queremos es darle la bienvenida”, afirma la señora Watarida, de 89 años y que aún recuerda cómo identificaron el cadáver de su hermana pequeña, al día siguiente de que cayera la bomba, por las ropas que ella misma le había cosido.

Aunque en Japón no se le hayan pedido, Obama ha dejado claro a quien le ha querido oír que no presentará disculpas. Su objetivo es “honrar a todos lo eje murieron en la Segunda Guerra Mundial”, ha insistido. Y dejar claro

En un Estados Unidos donde la opinión mayoritaria es que la bomba anticipó el fin de la guerra y, por tanto, acabó salvando vidas, Obama no quiere bajo ningún concepto ceder a ningún gesto que pueda interpretarse como un desprecio a los veteranos. Ni, en pleno frenesí electoral estadounidense, abrir un debate que pueda favorecer a quienes le acusan de haber convertido su política exterior -su acercamiento a Cuba o al Vietnam que también ha visitado esta semana- en una “gira mundial de disculpas”.

Por ello, la estancia de Obama va a ser muy breve, de menos de dos horas. Si el tiempo lo permite, se acercará a la llamada “Cúpula Atómica”, el edificio en ruinas convertido en símbolo del desastre. En una ceremonia muy corta, y ante un reducido número de personas -al menos tres de ellas “hibakusha”-, depositará una corona de flores ante el cenotafio del Parque Memorial de la Paz, donde reposan las cenizas de miles de víctimas, y pronunciará una corta alocución. Todo ello separado del público por unas altas vallas.

En lo que sí son tajantes los supervivientes es en exigir el cumplimiento de otro de los objetivos que Obama busca en su visita: dar un nuevo impulso a la propuesta de un mundo sin armas nucleares que el presidente planteó al inicio de su mandato, en un discurso en Praga en 2009.

La propia Casa Blanca reconoce que “aún queda mucho por hacer”. Obama justifica que “no esperaba lograrlo a lo largo de mi presidencia, ni siquiera a lo largo de mi vida”, e incluye entre sus avances la firma de un nuevo tratado START de reducción de arsenales con Rusia, en su primer mandato, o la celebración con regularidad de cumbres nucleares.

“No bastan las reducciones. Con unas pocas bombas, se puede destruir el mundo entero”, opina Keiko Ogura, que tenía 8 años y residía en las afueras de Hiroshima cuando cayó la bomba. “Aún le quedan algunos meses en el cargo, y ya no tiene que preocuparse de si será reelegido o no. Ahora se lo puede permitir. Esta visita puede suponer un primer paso, y que a su regreso a Washington siga trabajando para eliminar las armas nucleares. Sería una manera fantástica de cerrar su presidencia”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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