Asesinado de un tiro en la cabeza un periodista en Veracruz
Es el decimoctavo informador que muere violentamente en el turbulento estado desde que gobierna Javier Duarte
La escena es conocida. A la puerta de casa, de regreso del trabajo. Un tiro en la cabeza y una huida rápida. Así mataron el sábado por la tarde al reportero Manuel Torres en Poza Rica (Veracruz). Es el sexto periodista asesinado en México en lo que va de año y el decimoctavo desde que el priísta Javier Duarte gobierna Veracruz, uno de los mayores pozos de violencia y corrupción del país.
Torres, con una carrera profesional de 20 años, dirigía el portal de noticias locales Noticias MT. Hasta hace año y medio trabajó como corresponsal de TV Azteca y había sido reportero de nota roja para el diario Noreste. La fiscalía, como es habitual en ese Estado, intentó desvincular el crimen de su profesión periodística y, en un polémico comunicado, sólo se refirió a su condición de colaborador de un concejal.
Ante esta omisión, la propia Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) decidió tomar cartas en el asunto e incluyó el caso en un protocolo de investigación de ataques a periodistas. “Exigimos que se aclare el crimen y se dé con los culpables. No debe prevalecer la impunidad”, afirmó el presidente de la CNDH, Luis Raúl González Pérez.
Su asesinato, como el de los periodistas Francisco Pacheco Beltrán o Moisés Sánchez Crespo, se ajusta a un esquema bien conocido. Rara vez, la diana del crimen elige a reporteros famosos o bien protegidos. Las víctimas suelen ser informadores marginales, duelos de pequeños medios digitales desde los que dan cuenta de los crímenes y abusos locales. Matarles es fácil y rara vez las autoridades esclarecen el crimen. Para acabar con ellos, basta esperarles a la puerta de su casa o irrumpir en ella. Nada les detiene.
Así ocurrió en enero pasado con Moisés Sánchez, director de un pequeño semanario comunitario en Medellín Bravo (Veracruz). Nueve encapuchados entraron en el domicilio y, delante de su mujer e hijos, se lo llevaron a rastras. Lo último que se le oyó decir es que no hicieran nada a su familia. Poco después lo degollaron. Las autoridades intentaron deslindar el asesinato de su profesión periodística y el propio gobernador lo vinculó a su trabajo de taxista. Este desprecio detonó una ola de protestas que culminó con una durísima carta abierta de 300 intelectuales y la decisión de los directores del encuentro cultural Hay Festival de cancelar su edición en Xalapa, capital de Veracruz. Semanas después, la investigación determinó que la orden de matarle había partido del propio jefe de la Policía Municipal. El motivo: silenciar a un periodista incómodo.
En el caso de Manuel Torres, aún no se ha determinado el móvil. Posiblemente nunca se logre. Lo poco que ha trascendido de la investigación es que antes de morir trató de defenderse. Un destornillador contra una pistola. En el suelo, junto al cadáver, quedó un casquillo del calibre 9 milímetros.
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