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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La democracia acorazada

La autora describe cómo los europarlamentarios pueden acceder a algunos documentos del TTIP, en medio de fuertes medidas de seguridad y un secretismo poco habitual

Un activista muestra un cartel contra el acuerdo de libre comercio entre la UE y EE UU en Budapest esta semana.
Un activista muestra un cartel contra el acuerdo de libre comercio entre la UE y EE UU en Budapest esta semana.ZOLTAN MATHE (EFE)

Yo ya conocía algo acerca del TTIP cuando llegué al Parlamento Europeo en junio de 2014. Ya sabía que era un tratado al que era muy difícil acceder. Leía en las redes que era peligroso y oscuro; por el fondo y por las formas.

La reading room, o sala de lectura, es el lugar donde los eurodiputados podemos leer, desde hace casi dos años, algunos documentos de las negociaciones del TTIP. La mayoría de ellos son propuestas de la UE en diversas materias, y hace poco comenzaron a introducir los llamados documentos consolidados. Estos textos intentan aunar las propuestas de ambas partes en una sola, de modo que nunca tienes muy claro qué párrafo está acordado y cuál está aún en proceso de negociación…

A la reading room pides cita por correo electrónico: al Servicio de Documentos Clasificados del Parlamento Europeo. Debes solicitar también la lista de documentos disponibles, pues cada cierto tiempo nos regalan algunos nuevos. Nadie sabe si ahí está todo o parte.

Es una habitación pequeña, sin ventanas, y que pasa desapercibida a lo largo del pasillo de oficinas en el que se encuentra. Sólo se distingue por el pequeño panel electrónico que tiene junto a la puerta. Al lado hay un entrante con un armario donde debes dejar todas tus pertenencias: bolso, móvil, abrigo, bolígrafo… Todo.

Entonces, la funcionaria abre la puerta de la sala. Introduce un código en un panel electrónico y después de unos pitidos, abre la puerta con una llave de seguridad. La puerta es acorazada, de unos cinco centímetros de grosor. Estás dentro.

Hay varios armarios metálicos que también se abren con código y llave. Dos mesas, dos lámparas, tres sillas. La funcionaria te da un documento que has de firmar, donde dice que vas a consultar un determinado dossier. Te lo da junto con un folio que contiene unas marcas grises, para numerarlos, y con tu nombre en diagonal. Un Do not copy sigue a tu nombre.

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A partir de ahí comienzan dos horas en las que sólo puedes tomar notas. Cuando acaba el tiempo, la funcionaria te da un sobre para que introduzcas los folios. Al salir vuelve a introducir el código y la llave. La sala vuelve a estar vacía y asegurada como una caja fuerte. Tú recoges tus pertenencias y te vas y la verdad se vuelve a quedar sola, muda, a oscuras, en una habitación tras una puerta acorazada.

Los documentos filtrados hace una semana por Greenpeace son los que han estado durante tanto tiempo escondidos a los ojos de todos. Digo de todos porque ni siquiera los que podíamos acceder a ellos podíamos difundir, comentar, ni trabajar con esa información, ni siquiera comentarla en sede parlamentaria, porque la primera vez que vas a la sala de lectura te hacen firmar un documento de confidencialidad.

Esa supuesta transparencia de la que alardea la comisaria de Comercio Cecilia Malmström se queda en una gran mentira y en una indignación interna que además, no puedes explicar a la gente. Toda esa gran injusticia que lees y que no puedes contar es la gasolina para estar en pie y para decir, con la voz en alto, que esto hay que pararlo.

Lola Sánchez Caldentey es eurodiputada de Podemos y miembro de la Comisión de Comercio de Internacional del Parlamento Europeo

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