El biólogo que destapa las letrinas del Río olímpico
Mario Moscatelli denuncia la 'muerte' de las lagunas que rodean el Parque Olímpico
El biólogo carioca Mario Moscatelli pide a su ayudante que arrime el barco al brazo de un sofá de cuero blanco encallado en la laguna de Tijuca, en Río de Janeiro. Salta de la embarcación, se sube al mueble y cruza los brazos desafiante, como si fuera un pirata que conquista un nuevo barco. “Saca una foto, que aquí es muy simbólico”, pide. A su alrededor hay neumáticos, todo tipo de residuos, basura, peces muertos y trozos de excrementos. “¡Sonríe, estás en Barra!”, ironiza.
Barra da Tijuca, barrio donde se celebrarán la mayoría de las competiciones de los Juegos Olímpicos que empiezan el 5 de agosto, es un ejemplo de cómo el legado medioambiental prometido para el evento está acumulando polvo en los cajones. Tanto el Gobierno del Estado de Río como el Ayuntamiento son responsables de proyectos millonarios de recuperación ambiental de esas lagunas que nunca ejecutaron, a pesar de haber ganado la candidatura en 2009. Hoy, las aguas que bañan el Parque Olímpico rebosan de grasa de peces muertos, aguas fecales de las favelas más cercanas –y también de las urbanizaciones de lujo– y basura, y las sobrevuelan decenas de buitres a la caza de comida fácil. El olor a huevos podridos llega hasta las áreas comunes del Parque.
El abandono de lo que podría ser un paraíso natural, que ya tuvo sus aguas transparentes, lo ha denunciado la propia naturaleza. Las mareas de los últimos días y el rompimiento de una ecobarrera han liberado toneladas de camalotes, una planta invasora que se alimenta de materia orgánica y prolifera en ambientes con altos índices de aguas fecales. El manto vegetal llegó a las playas de Barra e Ipanema, revelando el estado putrefacto del complejo de las cuatro lagunas de Barra de Tijuca. La contaminación ha obligado a los organizadores de la Liga Mundial de Surf a descartar un punto de la playa de Barra como escenario de la competición internacional que se celebra en Río este mes.
Moscatelli, de 51 años, navega por esas aguas desde 1992 y se ha convertido en el principal denunciante del abandono de las autoridades. “Prácticamente todos los ríos que llegan a las lagunas están muertos, son fosas de aguas fecales, sin oxígeno”, lamenta. Para demostrarlo, Moscatelli conduce el barco de aluminio hasta la confluencia de dos ríos y señala con el dedo la corriente negra que se mezcla con el agua verde –también fétida– de una de las lagunas. La lámina de agua parece petróleo, oscura y espesa, salpicada de heces y burbujas, provocadas por el gas metano y sulfhídrico provenientes de la descomposición de la materia orgánica que hay en el fondo. La cabeza empieza a doler y los ojos, a quemar, el olor es insoportable.
Lo que Moscatelli defiende es que la reputación de Río durante los Juegos Olímpicos depende de las condiciones medioambientales durante el evento. “Si llueve, si la marea baja y el viento arrastra la contaminación hasta las playas, ni Cristo nos salva de la vergüenza”. El biólogo lamenta que el talón de Aquiles del legado olímpico sea el medioambiente. “Cuando ganó la candidatura, Brasil estaba en la cresta de la ola, y tuvieron ocho años para dar un salto cualitativo en la recuperación de las aguas en Río. Hoy, la Bahía de Guanabara, tras recibir inversiones de millones de dólares, continúa siendo una letrina. Hay 49 ríos podridos que desembocan allí”, lamenta el biólogo. En la Bahía, donde se celebrarán las competiciones de vela, hay niveles de virus patógenos 30.000 por encima de lo que sería alarmante en Estados Unidos y en Europa, segundo el último estudio publicado.
A menos de tres meses de los Juegos Olímpicos, las denuncias y las fotos del biólogo proliferan en la prensa local. Sabe que, a estas alturas, poco va a conseguir antes del evento, pero mantiene su máxima de que “los políticos solo funcionan bajo presión”, y lamenta: “Hace años, pensaba que luchaba contra la especulación inmobiliaria, pero hoy me he dado cuenta de que lucho contra una cultura típica de colonia de explotación, la de ‘usar hasta acabar”.
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