¿Desliz sirio?
Ahora la cuestión central es la del futuro del presidente Bachar el Asad
Sigue, Vladímir Putin, sorprendiendo a todo el mundo. La retirada de las tropas rusas de Siria, o parte de ellas, demuestra una vez más la maestría con la que el dueño del Kremlin lleva las riendas de la política internacional desde los intereses de su país. Es difícil aún analizar el impacto de esa decisión, pero se puede, al menos, evidenciar el cambio inmediato.
Primero, abre la vía a una negociación más flexible con la oposición siria, pues muestra claramente que la intervención rusa no es de ocupación sino solo de transformación de las relaciones de fuerza en el terreno. Rusia está metida principalmente en el conflicto ucraniano, cuyas consecuencias, dado el embargo decretado por la Unión Europea, son muy duras para la economía rusa. Además, Putin recuerda el síndrome afgano y no quiere involucrarse en otra guerra.
Segundo, es un mensaje claro a El Asad al subrayar, por una parte, la creación de un espacio favorable a una salida negociada aceptable para todos y, por otra parte, que el objetivo final del periodo de transición no significa la desaparición del Estado sirio.
Tercero, demuestra a Estados Unidos que Rusia no puede estar alejada de ningún acuerdo y que sus intereses militares y estratégicos deben ser tomados en cuenta en el futuro, sea cual sea el acuerdo pactado para poner fin a la guerra.
Cuarto, que la intervención sobre el terreno que está planificando Arabia Saudí con los Emiratos en contra de Daesh, bajo la bandera del Alto Comité para las Negociaciones, tiene que respetar el territorio reconquistado por el ejército sirio con ayuda rusa.
Este paquete estratégico queda ahora pendiente de un apoyo de Irán, potencia que tiene una relación especial con El Asad, y de la neutralidad de Turquía. Estos dos países tienen algo que perder de conseguirse un acuerdo de transición que pueda desembocar bien en la necesidad de federalizar a Siria, bien en el fortalecimiento del papel de Arabia Saudí.
Un proceso similar al de Irak es difícilmente pensable en Siria. Cualquier pacto en este sentido dejará al país, como sucedió en Irak, en estado de guerra civil latente. Por su parte, Turquía está interesada en limitar la influencia de los kurdos sirios para que no constituyan un “efecto llamada” para los propios kurdos turcos.
Ahora la cuestión central es la del futuro de Bachar el Asad. Si el desliz sirio desemboca en una paz negociada, no puede ser bajo la batuta del actual presidente, aunque su régimen tenga un papel clave. Ni la oposición ni la comunidad internacional lo aceptarán. Pues, para que la paz tenga una mínima posibilidad de éxito, se necesitará reconstruir el país sobre unas bases democráticas y una ayuda masiva de la comunidad internacional. Dos condiciones impensables con Bachar el Asad.
Adivinanza, ¿qué otra carta sacará Putin de su manga?
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