China adapta su presupuesto a un menor crecimiento económico
El primer ministro, Li Keqiang, anuncia una meta entre el 6,5% y el 7% en la apertura de la sesión parlamentaria
China, la segunda economía del mundo, ha fijado sus objetivos de crecimiento para este año entre el 6,5% y el 7%. La cifra la ha dado el primer ministro chino, Li Keqiang, en su discurso anual sobre la gestión del Gobierno, el equivalente al Estado de la Nación, al comenzar la sesión parlamentaria anual china. Un discurso de dos horas que en ningún momento aludió directamente a los vaivenes de las Bolsas en los últimos meses o los sobresaltos en torno al yuan, pero que reconoció que los tiempos que se aproximan vienen más magros.
“El desarrollo de China encarará más problemas y más duros este año, así que debemos estar preparados para luchar una batalla difícil”, afirmó el primer ministro en el salón principal del Gran Palacio del Pueblo de Pekín. Li hablaba desde un estrado en el que se encontraba el Comité Central del Partido Comunista en pleno y ante 3.000 delegados llegados de todo el país: la mayoría uniformemente trajeados de oscuro; los representantes de las minorías, ataviados con coloridos vestidos típicos.
Globalmente “crecen los riesgos geopolíticos”, el crecimiento del comercio se debilita y fluctúan los mercados financieros y de materias primas. En el ámbito interno, los problemas que se han ido acumulando se hacen cada vez más evidentes y “aumenta la presión hacia abajo” sobre la economía, advirtió el primer ministro. Ya el año pasado registró el crecimiento más débil desde 1990, un 6,9%, superado entre los grandes países emergentes por India, con el 7,3% a finales de 2015.
Es un panorama que Pekín contempla con inquietud y que pone de relieve el dilema que afronta su Gobierno. Necesita adoptar una serie de reformas estructurales para sanear su economía y el medioambiente. Pero estas reformas, a corto plazo, contribuyen a una ralentización de la economía que conlleva pérdidas de puestos de trabajo y, con ello, un mayor aumento de la inestabilidad social, el riesgo que el régimen quiere evitar a toda costa. Li calculó este sábado en 10 millones el número de puestos de trabajo de nueva creación que necesitará el país cada año hasta 2020 para mantener el índice de desempleo oficial en un nivel que considera aceptable, el 4,5%.
Li calcula que la economía tendrá que crear 10 millones de empleo para mantener el paro bajo control
En su fórmula para combinar las reformas y un crecimiento que permita mantener niveles adecuados de empleo, el Gobierno chino apuesta por estímulos fiscales y monetarios. El déficit presupuestario aumentará al 3% del PIB, frente al 2,3% del año anterior y se introducirán medidas que recortarán el deber impositivo en cerca de medio billón de yuanes (unos 70.000 millones de euros). También continuará la inversión en infraestructuras, en forma de construcción de carreteras y vías ferroviarias, entre otros. El gasto del Gobierno central crecerá un 7%.
También se adoptan partidas presupuestarias aparentemente más acordes con los tiempos menos rumbosos. El presupuesto de Defensa crecerá a su menor ritmo en 6 años, un 7,6% frente al 10,1% del año pasado, algo que Fu Ying, la portavoz de la Asamblea Nacional Popular (el Legislativo chino) asegura que ha tenido en cuenta “el desarrollo económico y la situación fiscal” del país.
Pero al mismo tiempo, según los datos oficiales, la partida para Seguridad Pública -que según los cálculos de algunos analistas tradicionalmente supera al de Defensa-, crecerá un 5,3%. Supone un punto porcentual más que el año pasado, y un posible indicio de que el régimen se prepara para mayores episodios de protestas y descontento social en una economía más lenta.
En el ámbito de las reformas, y con los vaivenes de los mercados de los últimos meses en mente, el Gobierno chino asegura que continuará adelante con la modernización de los mercados de valores. “Aumentaremos el nivel de control de la ley sobre su desarrollo, promoveremos el desarrollo sólido de un mercado de capitales a diferentes niveles”, promete.
Pekín también se compromete a eliminar el exceso de capacidad en sectores como el cemento o el cristal, y terminar con las empresas “zombi” -aquellas que han dejado de operar en la práctica y cuyos empleados solo cobran parte de su sueldo- mediante quiebras, fusiones o despidos: a comienzos de esta semana, el Gobierno admitía que la reconversión en los sectores del carbón y el acero costará al menos 1,8 millones de puestos de trabajo. Las “reformas estructurales en el área de la oferta” pasan a ser el nuevo mantra del régimen. Un mantra abanderado por el propio presidente del país, el poderoso Xi Jinping, que durante las dos horas del discurso de Li mantuvo una expresión inescrutable.
En su alocución, el primer ministro también anunció un objetivo de inflación del 3%. Y después de que el Gobierno haya hecho de la lucha contra la contaminación una de sus prioridades, Li estableció por primera vez un objetivo para limitar el consumo de carbón, el principal combustible en China, a 5.000 millones de toneladas anuales para 2020.
En opinión del profesor Hu Xingdou, del Instituto de Tecnología de Pekín, se ha tratado de un discurso “bastante innovador”. Pero “¿cómo supervisar que se aplica lo que se dice en él? Ése es el punto débil”.
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