África quiere salir del caos
Malí planta cara a la amenaza terrorista con un debate sobre cómo impedir que la inseguridad frene el desarrollo
“Seguridad, paz y lucha contra el terrorismo”. Estas son las prioridades en las que África debe centrarse, según Modibo Keita, primer ministro de Malí. Así se ha pronunciado ante unos mil asistentes durante la ceremonia de apertura de la 16 edición del Fórum de Bamako, una cita internacional celebrada en la capital maliense entre el 18 y el 20 de febrero. El encuentro, bautizado como África entre el caos y la emergencia, ha reunido a políticos, investigadores, empresarios y medios de comunicación para debatir sobre desarrollo, migraciones y, ante todo, protección ante el yihadismo.
Malí se encuentra en estado de emergencia desde que el 20 de noviembre de 2015 el grupo yihadista Al-Mourabioun, afiliado a Al Qaeda, asaltara el hotel Radisson Blu de la capital de este país y matara a 27 personas. De forma paralela se suceden frecuentes ataques a bases militares en el norte, donde el goteo de muertos es permanente —entre 2013 y 2015 estos actos se han cobrado 56 víctimas en las filas de la Misión de la ONU en Malí (Minusma) y la última, este jueves, ha sido un soldado maliense—. Pero el país no se amedrenta y ha llevado a cabo este evento, que se ha tomado como un ensayo general ante la celebración de la 27 edición de la Cumbre África-Francia de 2017 al que acudirán más de 30 jefes de Estado.
“A pesar de los miles de millones de dólares en gasto militar y en ayuda al desarrollo, la inestabilidad en el Sahel no había sido tan alta desde los noventa”, ha denunciado Serge Michailof, investigador del Instituto de relaciones internacionales y estratégicas (IRIS) y exasesor del Banco Mundial. El experto ha advertido que la desestabilización de esta región traerá consecuencias catastróficas para todo el oeste africano, igual que está ocurriendo en Nigeria y sus países vecinos a causa de Boko Haram o en Kenia por Al Shabab. “Son cánceres y desarrollan unas metástasis por África que se llaman terrorismo, desorganización de la economía, migraciones masivas, circulación de armas y drogas, piratería…”, ha enumerado. A su juicio, solamente los países que posean “fuertes defensas inmunitarias” podrán combatir esta amenaza.
La inestabilidad en el Sahel no había sido tan alta desde los noventa Serge Michailof, ex asesor del Banco Mundial
El caso maliense se ha tenido en cuenta durante los tres días que ha durado el Fórum. El norte del país cayó a principios de 2012 en manos de una alianza entre los rebeldes tuareg, que reclaman territorios del norte, y grupos yihadistas próximos a Al Qaeda, que pretenden imponer un estado islámico radical. Fueron en gran parte neutralizados tras el lanzamiento en enero de 2013 de una intervención militar liderada por Francia, pero todavía existen zonas enteras fuera del control.
Las consecuencias se hacen notar en todos los aspectos que atañen al desarrollo de un país. La falta de control del Sahel ha traído consigo la libre circulación de drogas, de armas y de mafias que trafican con migrantes, según N’Dioro Ndiaye, presidenta de la Alianza para la Migración, el Liderazgo y el Desarrollo (AMLD). Para ella, el desierto se ha convertido en santuario y refugio para los terroristas que huyeron de Libia tras la caída de Gadafi. “El tráfico de drogas ha sido un fenómeno recurrente en el Sahel desde 1980”, ha explicado mientras mostraba un mapa con las principales rutas que siguen los traficantes desde América del Sur hasta Europa pasando por varios países del oeste y el norte de África. La inseguridad alimentaria acuciada por las sequías, el fundamentalismo religioso han sido otras consecuencias mencionadas por Ndiaye.
También se ha referido a esta situación de inseguridad el primer ministro francés, Manuel Valls, cuya visita a Malí y Burkina Faso ha coincidido con la celebración del Fórum. “Debemos defender la libertad y Francia se dedica completamente a ello, es una lucha esencial de la humanidad contra la barbarie", ha asegurado el gobernante, quién también recuerda que su país es garante del acuerdo de paz alcanzado en mayo de 2015 entre el Gobierno maliense y los rebeldes tuareg.
Durante el encuentro se ha celebrado el crecimiento africano: la mayoría de países aumentan las inversiones extranjeras, el PIB, los indicadores sociales, la clase media y la democracia, pero también se ha reconocido que hoy se sigue librando una batalla sin cuartel contra el hambre, la inseguridad y la corrupción pese a contener un tercio de las reservas naturales del mundo. ¿Es que África es una víctima de su riqueza?”, se preguntó Abdullah Coulibaly, presidente del Fórum, durante la ceremonia de apertura.
¿Cómo movilizar el rico potencial de África para el bienestar de su población y para combatir las ideas que dificultan al continente su capacidad de prosperar? La solución pasa por concentrar todos los esfuerzos en la modernización de la agricultura, la construcción de carreteras e infraestructuras de agua y electricidad y desarrollando la educación y las nuevas tecnologías. La clave para lograr todo ello es la juventud, la de un continente que ya supera los mil millones de personas y en el que un 41% de su población es menor de 18 años.
En referencia a las nuevas generaciones ha sido muy crítico Bakary Sambe, director del Observatorio de radicalismos y conflictos religiosos en África (ORCRA), que ha expuesto que la radicalización religiosa de miles de jóvenes se debe a que África importa un modelo de educación occidental y descuida la transmisión de valores propios, más afines a la realidad que viven los chicos. “En vez de dejar que nuestro niños sean consumidores de ideológicas importadas, debemos darles alternativas”, ha reclamado.
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