La estatua gigante de Mao es derribada por carecer de “permiso”
El homenaje al 'Gran Timonel' se construía en un campo de cultivo chino
Todo lo que sube acaba cayendo, reza la ley de la gravedad. Y algunas cosas caen mucho más rápido y mucho más pronto de lo que se esperaba. La gigantesca estatua dorada que se construía en homenaje a Mao Zedong en medio de un campo de cultivo y cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo ha empezado a ser derribada antes de que se llegara a terminar.
Las imágenes que circulan por las redes sociales chinas muestran la estatua ya sin piernas, con la cabeza cubierta por lo que parece ser una gran tela negra, con una grúa detrás.
Según informa el Diario del Pueblo, el periódico del Partido Comunista de China, las autoridades locales denunciaron que la estatua se había levantado “sin los permisos necesarios”.
La construcción de la estatua, de cemento sobre una base de acero y cubierta con una llamativa pintura dorada, había partido de la iniciativa privada. Empresarios locales y habitantes del pueblo en la comarca de Tongxu, en la provincia de Henan, habían sufragado íntegramente el coste del proyecto, de tres millones de yuanes (unos 423.000 euros). Los trabajos se habían iniciado hace nueve meses y estaban a punto de concluir.
Pero las imágenes de la efigie, que representaba al Gran Timonel sentado en actitud de reposo y mirando al frente, habían sido acogidas con burlas y críticas. En las redes sociales, los internautas habían criticado la falta de semejanza de la estatua con su modelo, así como un gasto que, en su opinión, se hubiera invertido mejor en fines sociales.
Las críticas también atacaron que el coloso, que con 36,6 metros de altura hubiera sido la mayor estatua dedicada a Mao en China, se hubiera construido sobre tierra cultivable, un bien escaso en el país más poblado del mundo.
Y, además, denunciaban que se hubiera levantado en Henan, una provincia del centro de China mayoritariamente rural y que fue una de las más afectadas por la desastrosa política del Gran Salto Adelante (1958-1961) ordenada por Mao para tratar de convertir al país en una potencia industrial en un tiempo récord. Los intentos de alcanzar objetivos de producción insensatos generaron una hambruna que el historiador holandés Frank Dikötter, en su libro La Gran Hambruna de Mao, ha calculado en 45 millones de personas.
Pese a políticas como aquella o la Revolución Cultural (1966-1976), cuyos efectos negativos aún son perceptibles en la sociedad china, la figura del hombre que gobernó el país con mano de hierro durante casi tres décadas mantiene aún una gran popularidad entre la población. Algunos recuerdan su mandato como una época igualitaria, muy distinta de las abismales diferencias socioeconómicas generadas tras la apertura al mercado iniciada en los años ochenta. Miles de personas se dan cita anualmente en Shaoshan, la aldea natal del líder, para conmemorar su nacimiento el 26 de diciembre.
Según un artículo que publicaba el diario oficial Global Times en diciembre, en zonas rurales el fundador de la República Popular “es adorado junto a otras deidades populares como el Emperador de Jade o el Dios de la Riqueza. La gente le reza para que les libre de la desgracia, para tener un hijo varón o para enriquecerse rápidamente”. En provincias como Hunan, donde nació, o Cantón, se le han dedicado incluso templos.
Destacados intelectuales de la izquierda del régimen, como el académico Sima Nan o el ideólogo Guo Sonming, han llegado a suscribir una petición pública, a la que se han sumado miles de firmas, para convertir el cumpleaños de Mao en un día festivo oficial.
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