Seúl pide que EE UU active sus armas estratégicas contra Corea del Norte
Seúl reactiva la transmisión de propaganda por altavoces a lo largo de la frontera
Los países vecinos han comenzado ya las primeras iniciativas de represalia tras el anuncio norcoreano de la prueba de una bomba H. Corea del Sur retomará este viernes las transmisiones de propaganda mediante altavoces en la frontera común, una práctica a la que en agosto pasado Pyongyang amenazó con responder con ataques militares. Seúl también ha pedido a Estados Unidos que active sus armas estratégicas en la zona. Tokio, Seúl y Washington, en una serie de llamadas telefónicas, han acordado responder de manera unida a lo que consideran un comportamiento “inaceptable”.
Al recurrir a los altavoces, Corea del Sur sabe que da donde duele. Cuando los activó por última vez, en agosto, Pyongyang abrió fuego contra ellos y amenazó con acciones militares si no cesaban las emisiones de propaganda, en uno de los episodios de mayor tensión de los últimos tiempos entre ambos vecinos. Finalmente, los dos países negociaron un acuerdo para la mejora de relaciones por el que Seúl accedió a suspender las transmisiones. La prueba nuclear, en opinión surcoreana, representa “una grave violación” de aquel pacto.
Aunque los expertos descartan, dada la potencia de la explosión, que se tratara de una verdadera bomba de hidrógeno, sí creen que puede tratarse de una bomba atómica mejorada, lo que supondría un paso adelante para la tecnología nuclear norcoreana.
“No cabe duda de que Corea del Norte está haciendo todo lo que puede para obtenerla [la bomba H]”, señala en conversación telefónica Tong Zhao, experto en asuntos de seguridad estratégica y no proliferación del Carnegie-Tsinghua Center for Global Policy.
Es una constatación que ha hecho saltar las alarmas en los países que se consideran más amenazados, Corea del Sur y Japón, que han mantenido una intensa serie de contactos, telefónicos y cara a cara, entre sí y su gran aliado militar, Estados Unidos, a lo largo de las últimas horas.
Según ha indicado la agencia surcoreana, Yonhap, por el momento Corea del Sur ya ha pedido a Estados Unidos el despliegue de su armamento estratégico en la península, en una serie de contactos entre responsables militares.
Entre los activos que se podrían movilizar se encuentra, según Yonhap, un submarino nuclear, cazas de combate F-22 y un bombardero. En una prueba de fuerza, Washington envió bombarderos furtivos B-2 —con capacidad para transportar bombas nucleares— a la península en 2013, después de que Corea del Norte llevara a cabo su tercera prueba atómica.
Estados Unidos mantiene una fuerza de cerca de 25.000 soldados en Corea del Sur, un país que permanece aún técnicamente en estado de guerra con su vecino del norte tras el conflicto armado que les enfrentó entre 1950 y 1953.
Los contactos no se han limitado únicamente al estamento militar. El presidente estadounidense, Barack Obama, mantuvo sendas conversaciones telefónicas con la jefa de Estado surcoreana, Park Geun-hye, y el primer ministro japonés, Shinzo Abe. Los dos líderes asiáticos también han mantenido contactos entre sí.
En un comunicado, la presidencia surcoreana ha indicado que Park y Obama declararon la necesidad de “las mayores y más extensas sanciones” hasta el momento contra Pyongyang, de modo que ese régimen “pague el precio que debe” por su prueba nuclear.
En Tokio, Abe declaró a la prensa tras su conversación con el mandatario estadounidense que están “de acuerdo en que este acto provocador de Corea del Norte es inaceptable…” “Manejaremos firmemente esta situación mediante la cooperación con el Consejo de Seguridad de la ONU”, añadió. El miércoles, en una reunión de urgencia convocada a raíz del anuncio de la prueba nuclear, el Consejo indicó que se pondría a trabajar de inmediato en medidas significativas.
El país que se encuentra en una posición más incómoda tras la iniciativa norcoreana es China.
Las relaciones entre los dos antiguos aliados “tan cercanos como los dientes y los labios” han sufrido un deterioro significativo en los cuatro años de mandato de Kim Jong-un. En una muestra de su pérdida de influencia, y a diferencia de lo que ocurría antes habitualmente, Pekín no recibió un aviso previo de los planes de Pyongyang, como ha confirmado su Ministerio de Exteriores.
China se encuentra ahora ante el dilema de apoyar sanciones contra su vecino y contribuir a un deterioro de las condiciones de vida en Corea del Norte, que sabe que no le conviene, o dejar pasar un comportamiento que abre la puerta a una mayor presencia en la región de Estados Unidos, su gran rival.
Por el momento, su reacción ha sido moderada y ha reclamado a Corea del Norte que se abstenga de medidas que puedan “empeorar la situación”. Pero también ha admitido, por boca de su portavoz de Exteriores Hua Chunying, que están “preocupados por cómo se están desarrollando las cosas”.
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