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CARTAS DE CUÉVANO
Columna
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La palabra más buscada

En un mundo cada vez más electrónico y despersonalizado 'cultura' se eleva como palabra desconocida

Jerzy Kühn fue de los obreros fundadores del sindicato Solidaridad en los astilleros de Gdansk en Polonia. El electricista Lech Walesa que se volvió el icono líder del movimiento llegó a recomendar en varias ocasiones –quizá no sin envidia—la tesis doctoral de Kühn como un vademécum de cultura política puesta en práctica pedestre, pues se trataba de un voluminoso trabajo sobre el chiste –o el humor en general—como medio no sólo para criticar sino aliviar el desasosiego de todos los días que transpiran los regímenes totalitarios. Kühn analizó el viaje de los chistes y así tenía una geografía alternativa del mundo donde los viejos chistes que se habían inventado los rusos blancos contra Lenin o los trotskistas contra Stalin, aparecían décadas después con nueva contextualización en los desahogos de la Checoslovaquia de Kundera y Havel contra los tanques soviéticos o en las larguísimas filas de polacos en espera de víveres en la Polonia de Jaruzelski; en su tesis, Jerzy trazaba los vuelos de un mismo chiste que se contaba en tiempos de Franco y que luego se tropicalizaba para criticar a Fidel y decía que la cultura de las bromas tenía una suerte de cosquilla universal que, con referencias variables, aparecía en cualquier punto del planeta.

Jerzy Kühn se exilió en México en 1984 y confirmó que había versiones aztecas clonadas de viejos chistes soviéticos aplicados milimétricamente a la política mexicana. En más de una conversación con Octavio Paz, Kühn logró arrancar más de una buena carcajada a la conversación con la genealogía de todos los chistes que se sabía y con aplicar él mismo la traslación de los punch-lines a una jerga ya muy mexicana que no tardó mucho tiempo en imitar. Llegó a México invitado por el genial filósofo Julián Meza –antiguo discípulo de Foucault y Casotoriadis—y fue el entrañable maestro Meza quien le brindó no solamente alojamiento para una estancia que se prolongó mucho más allá del tiempo calculado para su visita, sino el samaritano gestor de su formal exilio: le consiguió nacionalidad mexicana y posteriormente, una estancia académica en Canadá donde los enredos de quién sabe qué mal chiste llevaron a Jerzy Kühn hacia un fatídico desenlace desde una ventana de Manhattan.

Sin embargo, quienes asistimos a la serie de conferencias que dictó el maestro Kühn durante su estancia en México no olvidaremos jamás aquel momento luminoso en que –presionado por varias preguntas incisivas sobre la valía o sentido mismo de andarle buscando tres pies al chiste—respondió con lúcida brevedad que “la civilización es el vaso y cultura, por ende, es todo aquello que ponemos en el vaso y la forma en la que tomamos eso; es decir, que haya vasos de vidrio, metal o madera varía con el tiempo y los climas, pero lo que realmente intriga es la variedad de tesituras, formas, modales, sabores, grados de alcohol, burbujas del agua, posición de las manos o rituales personales o colectivos con los que bebemos lo que contienen esos vasos”.

La Real Academia Española informa que durante el mes de septiembre la palabra más buscada a través de su página electrónica fue precisamente cultura y en las páginas de este diario se ha informado de las posibles explicaciones ante este raro fenómeno. Por un lado, la proliferación o banalización de cultura como sinónimo cómodo para explicar malas costumbres políticas o tendencias de moda, o bien la creciente incertidumbre ante esa instantánea y cómoda manera de sentirse culto como para fardar un up-grade milagroso de inteligencia y sentido común entre personas por lo demás en realidad alejadas de eso que ellos creen que es la cultura.

Según el diccionario de la propia RAE, cultura tiene como acepciones “cultivo” y “conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico” o “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social”… y otras, pero a mí se me ocurre que quizá algunos de los miles de usuarios que pincharon la página de la RAE en busca de la definición de cultura pudieron haber sido precisamente los ineptos políticos e ignorantes funcionarios que no tienen ningún empacho en recortar constante y salvajemente todos los presupuestos relacionados con eso que no saben bien a bien que es cultura y que precisan definir como para aliviar la devoción que tienen por la publicidad, por los intereses sobre los intereses o por las construcciones de paraísos fiscales para empresas que nada tienen que ver en realidad con la cultura. También se me ocurre que no es más que un buen chiste comprobar que en un mundo cada vez más electrónico y despersonalizado se eleve como palabra desconocida, precisamente la que nos podría iluminar para abatir tanto oscurantismo e ignorancia.

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